“No se puede seguir a Jesús sin seguir a la Iglesia. Quien cede a la tentación de ir por su cuenta corre el riesgo de no encontrar nunca a Cristo". (Papa Benedicto XVI).
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16 abril 2017
Reflexión. Domingo de Resurrección.
Después de un día, en que la oscuridad, la tristeza y la austeridad se impusieron… Llega la noche en que hemos sido testigos de la Resurrección.
La Pascua nos ilumina con su Luz.
Las tinieblas han sido vencidas por la Luz de Cristo. Cristo es la Luz de la Vida.
Después de una semana, donde el sufrimiento, el dolor y la tristeza han tenido un papel central, ahora, nos toca celebrar la Pascua. Una explosión de alegría y júbilo en que la esperanza, la vida y Cristo vencen.
Hermanos y hermanas, ¡FELIZ PASCUA DE RESURRECCIÓN!
En este Domingo de Pascua, veremos como los apóstoles van a la tumba y la encuentran vacía, nos habla de que el discípulo amado ve y cree. Pedro anuncia valientemente la Buena Noticia de la Resurrección, que salva a toda la humanidad. Ahora, que hemos sido resucitado con Cristo, nos toca ser morada de Dios, y no preocuparnos tanto por las cosas de aquí abajo, sino, que tenemos que buscar los bienes de arriba.
En la Primera Lectura de los Hechos de los Apóstoles, se nos muestra el discurso de Pedro en casa de Cornelio. Un discurso en que vemos como un pequeño resumen del Evangelio de Lucas, ya que habla del Bautista, el misterio público de Jesús, las curaciones, bautismo y la muerte en la Cruz. Volviendo a lo que dice Pedro, cuando habla del Resucitado, se refiere a una manifestación, como una nueva Epifanía. Y habla en este término, porque el Resucitado puede comer y beber. Una “nueva vida” de Jesús.
Habla de nosotros, es decir, hace referencia a un contexto comunitario, de mesa. Leen las Escrituras, rezan juntos, lloran la pérdida de Jesús. El sentarse a la mesa junto, nos quiere decir, que la salvación está abierta a todos, independientemente del origen.
En la Segunda Lectura del Apóstol Pablo a los Colosenses, nos exhorta a ser fieles a Cristo. Con la Resurrección de Cristo, empieza un nuevo camino, una nueva era. Pero, los seguidores, deben preocuparse por obtener las cosas de arriba. Ya no sirve los dogmas, las normas, la condenación… Cristo ha resucitado con aires de humildad, de servicio al hermano sin esperar nada a cambio. El trato con los demás, la misericordia, la paciencia y el perdón, son los pilares fundamentales de los seguidores de Jesús Resucitado.
En el Evangelio de Juan, nos habla de María Magdalena, la primera en acudir al sepulcro de Jesús y ver que la piedra estaba corrida y las vendas en el suelo. Vemos como ella sale corriendo desconcertada y angustiada y avisa a Pedro y al otro discípulo de que el cuerpo no está. Salen a correr, y vemos como Pedro se queda en último lugar, y el discípulo Amado, es quién ve y cree. Pero, ni uno ni otro se encontrarán con el Resucitado. Es María Magdalena, quien se encontrará, versículos más tardes con el Resucitado.
La Resurrección de Cristo, nos anuncia nuestra salvación. Es decir, ser santificados por El para poder llegar al cielo. Esta promesa, nos invita a cambiar nuestro modo de ser, nuestro modo de pensar, de actuar y de vivir. Morir a nosotros mismos, para que Cristo viva en nosotros.
Nuestro viejo yo, de pecadores, debe morir en la Cruz, para que demos pasado a al “hombre nuevo”, al resucitado con Cristo.
Con esta alegría Pascual, la Virgen María nos proteja bajo su manto protector e interceda por nosotros para que nos ayude a despojarnos del corazón de piedra, y así podamos tener sentimientos y actitudes de Resucitado.
Que así sea.
Más en:
http://www.revistaecclesia.com/domingo-resurreccion-fray-jose-borja/
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