Puertas de la Misericordia...
Corresponde al Ordinario del lugar establecer en qué iglesia abrir la Puerta de la Misericordia que debe abrirse en cada diócesis y eparquía del mundo (cfr. MV 3).
Además de la elección de la Puerta de la Misericordia para la diócesis, los Ordinarios diocesanos podrán decretar la apertura de otras Puertas de la Misericordia también en los Santuarios de especial importancia, sobre todo allí dónde se comprueba la feliz circunstancia de que los numerosos fieles que los frecuentan pueden siempre encontrar el abrazo misericordioso del Padre en la confesión (cf. MV 3).
Es bueno que la ocasión extraordinaria de la indulgencia jubilar sea reconocida por los fieles precisamente como una oportunidad fuera de lo común, y, por tanto, vivido como un momento particularmente fuerte dentro de un camino de conversión. Esto se dará también por la estima sincera de este signo especial que es la Puerta de la Misericordia.
La apertura de las Puertas de la Misericordia...
Después del inicio solemne del Año Santo – marcado por la apertura de la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro en el Vaticano, el próximo 8 de diciembre – todas las Iglesias particulares abrirán la Puerta de la Misericordia, en comunión con la Iglesia de Roma, en la celebración eucarística del tercer domingo de Adviento (Domingo Gaudete). El Papa, de hecho, abrió ayer domingo la Puerta Santa de la catedral de Roma, la Basílica de San Juan de Letrán.
Cada Iglesia particular abrirá las otras Puertas de la Misericordia, es decir, aquellas eventualmente establecidas en los santuarios, siempre dentro de la celebración eucarística del tercer domingo de Adviento, que podrá ser presidida por un delegado del Obispo.
Una vez atravesada la Puerta...
Una vez atravesada la Puerta Santa o Puerta de la Misericordia, o que se verifique una de las otras circunstancias en las que el Papa Francisco ha concedido que se pueda obtener la indulgencia (por ejemplo, para los enfermos, los encarcelados y para cualquier persona que realiza en primera persona una obra de misericordia), además de las condiciones habituales que piden un corazón bien dispuesto para que la gracia pueda obtener los frutos esperados, los fieles deberán dedicarse un momento a la oración para cumplir con los últimos requisitos: la profesión de fe y la oración por el Papa y por sus intenciones. Esta última podrá ser al menos un Padre Nuestro – la oración que Jesús mismo nos enseñó para dirigirnos al Padre como hijos – pero posiblemente aún más. En particular, teniendo en cuenta el espíritu propio de este Año Santo, se sugiere recitar la hermosa oración del Papa Francisco para el Jubileo, y de concluir el momento de oración con una invocación al Señor Jesús misericordioso (por ejemplo, “Jesús Misericordioso, en Vos confío”).
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