La generación de Jesucristo fue de esta manera: Su madre, María, estaba desposada con José y, antes de empezar a estar juntos ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo. Su marido José, como era justo y no quería ponerla en evidencia, resolvió repudiarla en secreto.
Así lo tenía planeado, cuando el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus pecados. Todo esto sucedió para que se cumpliese el oráculo del Señor por medio del profeta: Ved que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel, que traducido significa: Dios con nosotros. Despertado José del sueño, hizo como el Ángel del Señor le había mandado, y tomó consigo a su mujer.
Reflexión.
(Tomada de la página web de la Diócesis de Cartagena. De su Obispo: José Manuel Lorca Planes)
Debemos despertar de nuestras rutinas y cansancios, ponernos en camino, remar mar adentro, tal como nos pide el Señor, para anunciar el Evangelio, que el mundo tiene hambre de Dios, aunque lo niegue, el mundo necesita a Dios para ser más humano y reconocer a su Creador. Esta es una aventura para valientes y nos costará sacrificios, esfuerzos, persecuciones…, pero no hay que temer, que por delante va el Señor y nos da la fuerza de su Espíritu Santo. A nadie le es lícito permanecer ocioso, con los brazos cruzados, será necesario participar en la tarea evangelizadora y llevar la Luz de Cristo, aunque sabemos que a las tinieblas no les gusta la luz, pero nosotros no podemos renunciar a nuestra condición de testigos de la Luz, porque sabemos que quien salvará a su pueblo es Jesús, Luz y Vida.
Nos debemos preparar bien, con determinación, y esperar al Señor en estos días, deseando el encuentro con Él, salir a su encuentro, porque viene el Rey de la Gloria. Al Señor hay que esperarle con manos inocentes y puro corazón, por eso conviene participar en estos días de la celebración del Sacramento de la Penitencia y alcanzar su misericordia y su perdón, vaciando nuestro interior de todo lo superfluo y vano, hacerle sitio habiendo apostado por sanar las heridas de nuestras relaciones con los otros, de construir puentes y estrechar lazos para aprender a ayudarnos a llevar las cargas.
Que el ejemplo de la Santísima Virgen María nos ayude a tomar la decisión de abrirle al Señor a penas venga y llame, o mejor, salgamos a su encuentro pacificando nuestro interior. Recordemos que la Virgen vivió con gozo el primer Adviento verdadero de la historia. Dios os bendiga.
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