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06 octubre 2013

Evangelio. Domingo XXVII del Tiempo Ordinario.



Según San Lucas 17, 5-10.

En aquel tiempo, los apóstoles dijeron al Señor; Auméntanos la fe. El Señor dijo: Si tuvierais fe como un grano de mostaza, habríais dicho a este sicómoro: Arráncate y plántate en el mar, y os habría obedecido.
¿Quién de vosotros tiene un siervo arando o pastoreando y, cuando regresa del campo, le dice: Pasa al momento y ponte a la mesa? ¿No le dirá más bien: Prepárame algo para cenar, y cíñete para servirme hasta que haya comido y bebido, y después comerás y beberás tú?. ¿Acaso tiene que agradecer al siervo porque hizo lo que le fue mandado? De igual modo vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que os fue mandado, decid: ‘Somos siervos inútiles; hemos hecho lo que debíamos hacer.


Reflexión.
(Tomada de la página web de la Diócesis de Cartagena. De su Obispo: José Manuel Lorca Planes)

Contemplaremos la admirable escena, por la importancia que tiene dentro del proceso de crecimiento en la confianza en Dios, donde los discípulos le piden al Señor que les aumente la fe. Este momento es el resultado de un contexto anterior, donde los discípulos intentaron echar el demonio de un hombre y no pudieron. Ante el fracaso fueron a contárselo al Señor y éste les hizo ver que les faltaba fe. Es verdad que han tenido el mejor de los maestros, cuya pedagogía ha sido contundente, porque el día a día le ha servido a Jesús para llevarles a la Voluntad de Dios. El Evangelio presenta escenas parecidas, por ejemplo, la que les sucede en medio de la tormenta del mar de Galilea, cuando, muertos de miedo, acudieron al Señor. Los discípulos acudieron en situación límite, caso típico y frecuente también hoy, cuando sientes que están agotadas tus posibilidades y en Jesús sigues encontrando la misma respuesta: nos recrimina por nuestra falta de fe. ¡Qué importancia tiene la fe! Ellos han aprendido la eficacia de la fe y su poder extraordinario, han aprendido que se pueden fiar absolutamente de Dios. La fe, por pequeña que sea, puede conseguir cosas inimaginables.
La vocación cristiana es incomprensible sin la fe, se necesita para vivir y sin ella la vida es triste, pero quien tiene fe… lo tiene todo, su vida se iluminará con una nueva luz para poder apreciar el camino que le lleva a Dios. La fe mueve montañas, especialmente cuando nos hemos entregado a Dios ciegamente, con una adhesión total, llena de amor a su Voluntad, dejando a un lado el egoísmo y el apego a las cosas de este mundo.
Pedidle este domingo a Dios el don de la fe, que lo da gratis, que es un fantástico regalo.

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