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26 noviembre 2017

Reflexión. Solemnidad de Cristo Rey del universo.


¡Feliz Días del Señor!

Después de haber conmemorado a lo largo del año litúrgico los misterios de la vida de nuestro Señor Jesucristo, hoy, último domingo del año cristiano, solemnidad de Cristo Rey del universo, la Iglesia celebra su triunfo final, como Rey glorioso para juzgar a vivos y muerto. Unos criterios de juicios que no son como nosotros entendemos o podemos hacerlo, sino, que será donde se nos examinará del amor y el compromiso que hayamos tenido con nuestros hermanos. Nuestro prójimo.

La liturgia de la Palabra que nos pone la Iglesia para nuestra meditación, resalta en la Segunda Lectura, su poder sobre el pecado y sobre la muerte. Cristo muerto y resucitado para la salvación de la humanidad es noticia para que los que han creído en él, resucitaran un día a la vida eterna. Y si por un hombre vino la muerte, por un hombre viene la Resurrección que nos dará una nueva vida que no pasará ni tendrá fin.

Es decir, por Adán entró el pecado y la muerte, por Cristo todos volverán a la vida que un día perdimos por desobediencia, y participaremos de su vida perpetua.

En la escena del juicio final, Jesús aparece como el Hijo del Hombre revestido de poder, rodeado de sus ángeles, sentado en su trono de gloria. Aparece, igualmente como Buen Pastor. Al pastor que buscaba incansablemente a las ovejas perdidas, se le suma que rebosa de poder. Un pastor grandioso, al que tiene poder sobre el cielo y sobre la tierra.

Un Rey, no como nosotros pensamos o podemos catalogarlo con palabras humanas. Un Rey que ha gobernado dando ejemplo con su vida, ayudando, estando con los necesitados, dando una dignidad a las personas que la sociedad había apartado, que ha sido objeto de burla y matado como un malhechor. Un rey, que es “señor de señores y rey de reyes” porque el AMOR ha triunfado a pesar de los contras que ha tenido en el camino. Un AMOR que tiene la última palabra, y que por mucho que lo intenten ahogar, sale a flote SIEMPRE.

Y de eso se nos juzgará en el último día: sobre el AMOR.

Porque el AMOR es la síntesis del mensaje Evangélico. No hará falta ni doctorados, ni máster, ni grandes dogmas o cumplimientos. El examen va a ser las obras.

Jesucristo no nos preguntará si hemos hecho milagros, si pertenecemos a alguna asociación, si hemos realizados penitencias o si hemos cumplido desde la primera hasta la última letra del derecho canónico. No. Eso no entrará. Lo que entra será que obras de misericordia que hayamos hecho y serán las que nos definirán si hemos sido verdaderos cristianos o no. Si hemos amado, servido, acompañado y tratado al prójimo como yo quiero que lo hagan conmigo.

Por eso, esta solemnidad nos debe ayudar a ver a Dios Trinidad como un Rey que es Padre, que trata, ayuda y tiene misericordia de los que le siguen. Un pastor, que vela sin descanso por cada una de sus ovejas. Que gobierna la tierra no con promesas falsas temporales, sino, con AMOR, que cumple su promesa y que hace de su vida un auténtico servicio.

Pidamos a la Virgen María, que nos ayude a saber estar al lado de quién nos necesita sin juzgar ni estar por encima de nadie. Y que ella sea nuestro ejemplo para que nos preparemos de corazón para las próximas fiestas que se acercan.

Que así sea.


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