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29 octubre 2017

Reflexión. Domingo XXX del Tiempo Ordinario.


En este Domingo XXX del Tiempo Ordinario, todas las lecturas tienen un verbo en común: AMAR. No se puede amar a Dios sin amar al prójimo. Dios y el prójimo van enlazados. No podemos separar uno de otro. Si miramos la vida de Jesús, fue un continuo recorrido de hacer amar al que prójimo, en especial, a las personas más necesitadas y a su Padre Dios.
Hoy, deberíamos pararnos y pensar como es nuestra relación con el prójimo y como es con Dios. Mirar a la cruz y ver como la relación con Dios y con el prójimo se une en Cristo, verdadero amor de los amores.

En la Primera Lectura del Libro del Éxodo

Vemos como el pueblo judío recibe que no solamente se ama a Dios por encima de todo, sino, que hay que tratar bien al prójimo, en especial, al más necesitado. Los mandamientos no solo es no matar, no cometer adulterio o no mentir.
Toda la ley, se encierra en dos pilares fuerte: amar a Dios y al prójimo como a uno mismo.
El Dios de Israel se pone al lado de los débiles que él mismo ha instituido para defender al pueblo de la esclavitud.

En la Segunda Lectura de la Carta de Pablo a los Tesalonicenses

Nos enseñan una comunidad que es ejemplo de cristianos porque han acogido la Palabra de Dios y han sido capaces de convertirse. No han sido privados de tentaciones ni de problemas, sino, que a pesar de las dificultades, se han refugiado en la Palabra de Dios.
Anunciar el  Evangelio y construir una comunidad sólida, era primordial para Pablo.
Que el ejemplo de Pablo, nos ayude a ser verdaderos anunciadores del  Evangelio con nuestra actitud en medio de un mundo que tan alejado de Dios se halla.

En el Evangelio de Mateo

Nos habla del grupo de saduceos (que eran el grupo de hombres justos y rectos) y los fariseos  eran los que  controlaban) que le ponen a prueba a Jesús preguntándole cual es la doctrina fundamental. 

Ellos recitaban el “Shema”  al comenzar la jornada y al  finalizarla y decían: “ Escucha Israel. El Señor es nuestro Dios. Es uno. Amarás a Dios con tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser” y Jesús, viendo que le hacían una encerrona, les plantea una nueva novedad. Une amar a Dios y al prójimo. Porque (como dije más arriba) no pueden ir separados estos dos mandamientos. Van entrelazados.
Corremos el riesgo en muchas ocasiones quedarnos en amar a Dios, hacerle cultos, cumplir doctrina hasta la última tilde y dejar a un lado al hermanos que está a nuestro lado y que necesita de nosotros. Y, si esto lo hacemos, nuestro pecado es mayor.
Que no solo decidamos adorar y amar a Dios en nuestra vida, sino que nos preguntemos cómo nos comportamos con nuestros hermanos más necesitados y en dónde ponemos más nuestro interés.

Pidamos a la Virgen María, Madre del Rosario, que nos ayude a comprender que el verdadero amor es el que enlaza el culto a Dios y la ayuda al necesitado. Que nos de valentía para anunciar el Evangelio a pesar de estos tiempos difíciles que estamos viviendo.


En especial, tengamos una oración por nuestros hermanos que sufren cautiverio y persecución a causa de testimoniar su fe en Cristo Jesús.
Que así sea.


Más en:
http://www.revistaecclesia.com/author/fray-jose-borja/

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