Familia e Infancia.
El 15 de septiembre de 1810 nacieron los hermanos gemelos Mariano y María en la madrileña calle del Lobo (hoy Echegaray), barrio del Congreso.
Al día siguiente fueron bautizados en la Parroquia de San Sebastián.
Sus padres se llamaban Marcelo Usera Pérez, madrileño, y Bernarda Alarcón Castillejo, natural de Villaescusa de Haro, Cuenca.
El amor se hizo visible en una fecundidad generosa. Mariano y María ocuparon el quinto y sexto lugar de dieciséis hermanos, aunque sólo conocemos el nombre de once.
El matrimonio Usera-Alarcón estaba entroncado con la nobleza e hidalguía; pero no fue esa la dimensión que cultivaron, porque tampoco daba mucho de sí.
D. Marcelo, que recibió una amplia formación humanista, llegó a ser Director de la Real Academia Greco-Latina y miembro de la Academia de Santo Tomás.
Doña Bernarda, como mujer de su tiempo, se dedicó a la casa y a atender a su familia.
La formación teológica de D. Márcelo y la sencilla espiritualidad de Doña Bernarda centraban su vida creyente en los misterios de la Trinidad, de la Eucaristía, de la Cruz y en la devoción cercana y entrañable a María.
Por tradición familiar sabemos que en el hogar se vivía una fe sencilla y profunda, amorosamente orientada hacia la caridad fraterna, la participación en los sacramentos y la oración diaria.
La infancia de Mariano se desarrolló en un Madrid convulsionado y violento por la Guerra de la Independencia.
En este ambiente de odios y enfrentamientos, el matrimonio Usera—Alarcón se esforzó por proteger el ámbito familiar, favoreciendo la vida cultural en su interior, estrechando las relaciones fraternas y viviendo intensamente la fe.
Ahí fue donde sintió Mariano la llamada de Dios que le invitaba a dejarlo todo e iniciar el seguimiento de Jesús.
Mariano dijo si, y aceptó hacerlo de la forma más radical: en la austeridad y el silencio del monje contemplativo.
Noviciado y formación.
Mariano Usera, llegó a Oseira a comienzos de 1824.
No había cumplido los 14 años todavía, le hicieron un examen de gramática, le pusieron un maestro y pasó una corta estancia en la hospedería, preparándose para la toma de hábito con otro compañero.
El 3 de marzo de 1824, recibió el hábito blanco del Cister de manos del P. Abad.
Y, con el hábito, el nuevo nombre, Jerónimo.
Era otro signo de que iniciaba una nueva vida dentro de la Familia de San Bernardo.
Con ojos de adolescente, inició el camino del noviciado por la belleza del claustro, el silencio, la oración litúrgica gregoriana, y el comienzo de la espiritualidad cisterciense: camino de sobriedad, sencillez y conversión de corazón. Se dejó transformar en la escuela del amor de Cristo, piedra angular sobra la que se construyó la unidad y la fraternidad de la vida comunitaria.
El 4 de marzo de 1825, hizo la profesión religiosa ante la comunidad y el abad fray Rosendo García.
Después de trasladó a Meira (Lugo) para comenzar el estudio de la filosofía.
Ordenación Sacerdotal.
El 17 de diciembre de 1831, recibió el subdiaconado.
Dos años después, 20 de diciembre, el diaconado; ambos en Madrid.
Por razones de edad, esperó hasta cumplir los 24 para ordenarse de sacerdote en Uclés, el 20 de septiembre de 1834.
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