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23 octubre 2017

Reflexión. Domingo XXIX del Tiempo Ordinario.


¡Feliz Día del Señor!
En este Domingo XXIX del Tiempo Ordinario, las lecturas nos presentan un esquema diferente a los planes que la mayoría de las veces nos hacemos y tenemos: A Dios lo que es de Dios.

Somos anunciadores del Reino de Dios en medio del mundo. No podemos estar “nadando y guardando la ropa”. No podemos querer seguir a Dios y querer seguir al César… Si seguimos al César, entramos en su “reino” donde la desigualdad, la intolerancia, el pecado es el escudo.
Si seguimos el “Reino” de Dios, se nos promete un camino de rosas y también de espinas, donde todos somos iguales, cada uno es importante, tenemos una dignidad, somos hijos de Dios… El Reino de Dios requiere personas fieles y valientes.

También celebramos el día del DOMUND.
Es una Jornada universal que se celebra cada año para apoyar a los misioneros en su labor evangelizadora, desarrollada entre los más pobres.
De una manera especial, acordémonos de la Familia Claretiana que celebró con gratitud y devoción la Beatificación ayer en Barcelona de 109 Mártires Claretianos.
Que ellos sean ejemplo de fidelidad, compromiso y valentía por ser anunciadores del Evangelio en medio de este mundo.

En La Primera Lectura del Libro de Isaías.
Vemos como Dios rompe los esquemas. El pueblo esperaba a un “Dios todopoderoso”, que lo salvase y le diera la libertad. Pero Israel se extraña, porque Dios escoge a una persona normal, inclusive, podría haber escogido a personas que nosotros hemos rechazado en algún momento de nuestra vida, le da ese encargo, y lo salva; Dios escoge a quién menos nos lo esperamos y vemos como en esa persona actúa su gracia.
¡Cuántos ideales nos rondan por la cabeza! En ocasiones, somos Israel.
Dejemos que Dios sea el que  nos conduzca y abramos nuestra vida para que su misericordia y sueño se realice.

En la Segunda Lectura de Pablo a los Tesalonicenses.
Nos muestra los pilares fundamentales que deben tener una verdadera comunidad de seguidores de Cristo.
Por un lado, nos recuerda que la comunidad debe estar siempre guiada por el Espíritu Santo. El Espíritu es la fuerza que une y alienta a los hermanos. Es la cuerda que mantiene unido a todos. Por otro lado, la oración debe ser el sustento de cada día. No puede haber una comunidad unida y que no ore en común. Si no hay oración, no hay relación con Dios. Y si no hay relación con Dios, ¿a quién se sigue? Seremos un grupo de amigos, una pandilla, pero no una comunidad de hermanos cristianos. Sin oración, no hay relación con Dios.
Y seguramente, por ser fiel a esos pilares, habrá personas que se vayan, o serán pocos, pero no importa la cantidad de personas, sino, la calidad con que se viva el Evangelio y la fraternidad.
Y seguramente, como dijo un obispo “nuestra vida de cristiano, será el Evangelio que muchas personas leerán”.

En el Evangelio de Mateo.
Los fariseos trasladan a Jesús una pregunta-trampa para detenerle: “¿Es lícito pagar impuesto al Cesar o no?”. En aquella sociedad, creían que los gobernantes-emperadores estaban puestos por el mismo Dios. Por eso, Jesús les responde diciendo “dar al césar lo que es del césar y a Dios lo que es de Dios”.
Cada oficio tiene su autonomía y su libertad. Lo temporal, que lo lo administra el César, que lo haga con justicia y valentía. Buscando el bien común de todos y respetando.
El ámbito religioso, es cosa de Dios y de su Reino presente en medio del mundo. No podemos mezclar el Reino de Dios con el gobierno del César. Cada cosa tiene su camino y unas directrices. No podemos igualar a uno y a otro. El hombre, es imagen de Dios y solamente se debe a Dios. El César busca su propia imagen, su propio ego… Como dice un refrán popular “no mezclemos las churras con las meninas”.
Lo sabio sería encontrar un acuerdo, para que así, aunque sean diferentes caminos, vayan paralelos hacia la meta de la paz y la justicia de todos.
Que María, madre del Rosario, nos ayude a ver en los otros el rostro de Cristo.
A crear comunidades abiertas, que sea verdadera familia y todos sus componentes sean hermanos y que no mezclemos las cosas temporales con el Reino de Dios.
Que así sea.


Más en:
http://www.revistaecclesia.com/reflexion-domingo-xxix-del-tiempo-ordinario-fray-jose-borja/

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