Buscar en este blog

09 julio 2017

Reflexión. Domingo XIV del Tiempo Ordinario.


El domingo pasado veíamos como Jesús en el Evangelio nos pedía que nos descentráramos de nosotros mismos para poner en el centro de nuestra vida al prójimo. De nada sirve decir que somos cristianos, si nuestras obras van por otra parte. La coherencia debe ser el motor en nuestro compromiso como cristianos en medio del mundo.

En este domingo XIV del Tiempo Ordinario, Jesús nos enseña que no todo se puede demostrar.
Vivimos en una sociedad que todo tiene que estar respaldado por una verdad que se demuestra científicamente o con una explicación.
Dios actúa en la historia humana y las cosas importantes no tienen cavidad en un resultado científico. El mensaje de Jesús de Nazaret no se demuestra porque se estudie y se obtenga un grado en teología o un doctorado para ser mejor que nadie.

El Evangelio nos muestra que Jesús ha venido a revelarse a la gente sencilla. Personas, que no necesitan que se le demuestre nada. En Él, encontramos nuestro descanso, aunque a veces la realidad de la vida nos puede demostrar que estamos solos, pero Jesús, no nos deja solos.
Nosotros, somos hijos de un Padre que no abandona a sus hijos, que nos tiene presente, nos ama, pero, nos deja libres. Somos libres de dejarnos empapar por el o ir por otro camino.

En la Primera Lectura del Profeta Zacarías, se nos muestra un pasaje conocido por nosotros, la escena de la entrada de Jesús en Jerusalén. Vemos como el rey no llega con una gran corte, sino, que va montado en un asco. El Señor, no elige ni necesita las grandes cosas y grandes portentos, sino, que a pesar de ser el “Rey”, elige lo sencillo, lo humilde… No quiere poder ni grandeza, sino se abaja, se iguala, porque desde ahí, puede llegar a todos.
Su autoridad no reside en grandes palacios, ni riquezas, ni imponerse sobre otros, sino, que su justicia se impone con el poder de la paz y la igualdad. Es un rey que impone la verdad con el arma del AMOR y la entrega a todos sin condiciones.

En la Segunda Lectura de la carta de Pablo a los Romanos, no exhorta a que vivamos acordes con el Espíritu que se nos ha donado. Dios vive con nosotros, porque el Espíritu habita en nosotros. Pablo tiene enlazada la idea de carne con la condición de pecadora del ser humano, y esto, nos dificulta, por llamarlo de alguna forma, para vivir conforme a la voluntad de Dios. Pero, esta idea se rompe, porque Cristo al haber muerto y resucitado, abre una puerta. A pesar de nuestro pecado, podemos recibir la gracia del Espíritu. Todos podemos alcanzar esta gracia. Basta con descentrarnos en decir que somos pecadores, y seguir pidiéndole al Señor la gracia cada día de levantarnos y comenzar cada día viviendo acorde con el Espíritu.

En el Evangelio de Mateo, Jesús recuerda que viene a traer la paz a todas las naciones. Una PAZ que llega a cada persona sin exclusión. Vemos como se dirige al Padre y nos muestra su cercanía. Ya no es como en el A.T. que entendían a un Dios lejano y castigador que hacia pagar los males. NO. En Jesús, se purifica esa imagen, nos ofrece y enseña a su Padre que es MISERICORDIOSO, que acoge y se revela a las personas más últimas de nuestra sociedad.
No viene con un dedo castigador, ni viene a examinar de nuestros pecados… Viene a estar en medio de nosotros, en especial, viene a los excluidos y marginados con mirada de amor y perdón.
Dios se da a conocer a todos por igual, pero hay personas que son capaces de acogerlos más que otras. Cuanto más sencillos seamos, mas sabremos acoger a Jesús. El mensaje de amor, la acogida al necesitado, el no juzgar, es cosas de niños. Cuánto más niños seamos, mejor irá nuestro mundo. A más año, más “maldad” aprendemos y se nos llena el corazón de odio y de injusticia.

Pidamos a la Virgen María que interceda por cada uno de nosotros para que (como dice la Sierva Madre Mariana: “Acojamos sin pensar lo que han sido, sino, en lo que pueden llegar a ser”). Seamos sencillos en nuestra forma de ser cristianos en medio del mundo. No hace falta muchos dogmas ni normas… Basta con que el Señor nos ayude a descubrir en las personas marginadas y excluidas el verdadero rostro del Dios Misericordia, y desde ahí, seamos coherentes con nuestra forma de ser y actuar como cristianos.
Que así sea.


Más en:
http://www.revistaecclesia.com/soy-manso-y-humilde-de-corazon-por-fray-jose-borja/

No hay comentarios:

Publicar un comentario