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03 julio 2017

Reflexión. Domingo XIII del Tiempo Ordinario.


En este domingo XIII del Tiempo Ordinario, comenzamos el verano, las vacaciones y el descanso. En este tiempo, es cuando más debemos acercarnos a Jesús, porque podemos entretenernos en cosas que nos quitan de nuestra vida lo importante y esencial.
Igual que estrechamos lazos y hacemos “quedadas” con amistades que alomejor por nuestro trabajo no podemos ver asiduamente, debemos sacar tiempo para asistir y participar de los sacramentos. No nos vayamos de vacaciones también en nuestra vida de fe.

Las lecturas de este domingo nos invitan a ser verdaderos discípulos y coherentes en nuestra manera de actuar y comportarnos con los demás. Seguir a Jesús es participar del proyecto que Jesús nos ha confiado. Un proyecto donde el AMOR es la piedra angular. No importa la raza, el color de piel, la fe que profese o su inclinación sexual. Todo los seres humanos, tenemos una dignidad, todos somos hijos de Dios, y por ello, debemos respetarnos, acogernos, aceptarnos y amarnos. El primero que hizo todo esto, fue Jesús de Nazaret. A él lo señalaban porque comía con borrachos y se juntaba con prostitutas. Jesús, no miraba lo que hacía la persona, sino, lo que es, y el ser, es lo esencial. Todos somos dignos porque Él nos amó y nos hizo libre.
Pertenecer al grupo de Jesús es luchar por los valores humanos y dignos; por el contrario, si ponemos por encima de la persona la norma, el dogma, el juicio o el pecado… estaremos siguiendo otro mensaje que no es el camino del Evangelio.

En la Primera Lectura del Libro de los Reyes, vemos como Dios recompensa a quien no pone condiciones. Nos presenta a una mujer, que a pesar de ser mayor, va a tener un hijo. Eliseo, que es un “hombre de Dios”, un hombre santo y con fama en el pueblo de ser un gran predicador y de hacer milagros, es invitado a comer en la casa de la anciana y al ver como es ella, le promete el nacimiento de un hijo. Ver al mensajero, es ver la acción de Dios. Aquí lo que importa no es lo predicas, sino tu actitud de aquello que predicas.

En la Segunda Lectura de la Carta de Pablo a los Romanos, nos exhorta a lo que un verdadero cristiano, seguidor de Jesús, tiene que ser y hacer. Vemos como Pablo relata la muerte de Nuestro Señor Jesucristo con el fin de que ahí también muere nuestros pecados. El “después” de la muerte en la Cruz, viene la verdadera vida.
Por eso, en nuestra lectura de hoy, el Bautismo gana un gran sentido, ya no es como en aquel  tiempo concebían que era un rito de “purificación”, sino que se hace en la persona de Cristo, morimos a la vida de pecado, y entramos a la vida nueva. Ser bautizado, es vivir andando por el camino que nos traza el Evangelio. Podremos fallar, caernos, pero Jesús nos ayuda a levantarnos (confesión) y empezar de cero. Al final del camino, podremos gozar plenamente de la VIDA en la Pascua de Cristo que no tiene fin.

En el Evangelio de Mateo, me gustaría resaltar una frase que creo que es el núcleo de nuestra vida cristiana: “El que no toma la Cruz y le sigue, no es digno de mi”. Ser cristiano es  ser valiente  en todas las circunstancias y luchar a pesar de ir contra viento y marea. Coger la Cruz y seguir adelante, es ir aceptando diariamente la voluntad de Dios, como hizo Jesús.
Jesús no manda el dolor, la enfermedad, la tristeza…no. Jesús manda la fuerza y el coraje para poder enfrentarnos a cada acontecimiento. Somos libres de pedirle ayuda y que Él nos ayude a sobrellevar mejor las cosas, o apartarle de nuestro lado e intentar hacerlo por nosotros mismos solos. Ser discípulo no es estudiar una carrera, sacarte un doctorado y trabajar como un profesional del “discipulado”, o ser borrego de una persona… es ser uno mismo y desde tu libertad, llevar los valores del Evangelio a tu propia vida. Ser cristiano es  participar de la vida de Jesús y ser manos de Dios en el mundo, ayudando, acogiendo y amando a los más necesitados. Porque a cada persona que acogemos, estamos acogiendo a Dios. Porque Dios está en cada persona y actúa como Padre Bueno, que perdona y ama a sus hijos.

Pidamos a la Virgen María que nos ayude en este tiempo de verano a sacar ratos de oración y de celebrar los sacramentos como centro de nuestra vida, y desde ahí, poder estar cerca de tantas personas que sufren y que muchas veces hacemos oído sordos y pasamos  de largo.
Que así sea.


Más en:
http://www.revistaecclesia.com/coge-tu-cruz-y-sigueme-por-fray-jose-borja/

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