Buscar en este blog

19 septiembre 2016

Existen dos caminos: el del mundo o el del Evangelio, el de la honestidad o el de la deshonestidad, y cuidado con el peligro de caer en la corrupción.


El recorrido de la vida lleva una elección entre 2 caminos: entre honestidad y deshonestidad, entre fidelidad e infidelidad, entre egoísmo y altruismo, entre bien y mal. No se puede oscilar entre uno y otro, porque se mueven en lógicas distintas y que contrastan.
Es importante decidir qué dirección tomar y después, una vez elegida la justa, caminar con entusiasmo y determinación, confiando en la gracia del Señor y en la ayuda de su Espíritu.

El Evangelio del día invita a reflexionar sobre 2 aspectos contrapuestos. “el mundano y el del Evangelio” mediante la parábola del administrador infiel y corrupto.
Este administrador no es presentado como un modelo a seguir, sino como ejemplo de astucia. Este hombre es acusado de una gestión mala de los negocios de su jefe y antes de ser alejado, busca de manera astuta de ganarse el favor de los prestatarios, condonando su parte de la deuda para asegurarse un futuro.

Ante tan astucia mundana nosotros estamos llamado a responder con astucia cristiana, que es don del Espíritu Santo. Se trata de alejarse del espíritu y de los valores del mundo, que tanto gustan al demonio, para vivir según el Evangelio.
La mundanidad se manifiesta en actitudes de corrupción, de engaño, de opresión, y constituye el camino más equivocado, el camino del pecado, aunque sea el más cómodo de recorrer.
Por el contrario, el espíritu del Evangelio requiere un estilo de vida serio e constante, con el sello de la honestidad, la corrección, el respeto por los otros y su dignidad, el sentido del deber. ¡Esta es la astucia cristiana!.

Jesús hoy nos exhorta a hacer una elección clara entre Él y el espíritu del mundo, entre la lógica de la corrupción y de la ambición y la de la rectitud y el espíritu de compartir.
Alguno se comporta con la corrupción como con las drogas: piensa poderla usar y dejarla de usar cuando quiera pero también la corrupción produce adicción, y genera pobreza, explotación, sufrimiento. Sin embargo, cuando buscamos seguir la lógica evangélica de la integridad, de la claridad en las intenciones y en los comportamientos, de la fraternidad, nos convertimos en artesanos de justicia y abrimos horizontes de esperanza para la humanidad. En la gratuidad y en la donación de nosotros mismos a los hermanos servimos al jefe justo: Dios.

(Meditación del Papa Francisco 18-9-2016)

No hay comentarios:

Publicar un comentario