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02 diciembre 2018

Reflexión. Domingo I de Adviento.


Con el Adviento, comenzamos un nuevo año litúrgico y entramos en el tiempo de la espera. Una espera que nos ayuda a preparar nuestra vida a celebrar la Navidad.

Las velas de la corona de Adviento nos hace caer en la cuenta que cuánto más cerca estemos del Nacimiento del Señor, nuestra vida se ilumina de esa estrella que no tiene oscuridad ni se apaga.

Celebrar el Adviento, es prepararnos interiormente para que Jesús pueda habitar en nuestra corazón. Es saber que Él quiere estar a nuestro lado. Pero la pregunta es si nosotros queremos dejar que él esté a nuestro lado.

Tendremos debilidades, habrá día de oscuridad pero no podemos bajar la guardia en que a pesar de las dificultades, Jesús nace. Jesús viene para redimirnos a todos por igual.

Podremos entretenernos en los adornos y en las luces, pero el Niño que nace en Belén, vendrá en el silencio de la noche y sin ruido.

Ojalá que sepamos prepararnos para ese gran acontecimiento que no necesita grandes acontecimientos, sino fidelidad y humildad.

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