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10 diciembre 2018

Cuidado con los que se creen los "salvadores" de la vida consagrada.


«El Espíritu Santo, sin duda, sopla donde quiere y cuando quiere. A eso no hay nada que objetar. Dios es dueño de llamar a los que Él quiere, cuando quiere, como quiere. A mí particularmente, sin embargo, me llama la atención que este fenómeno vaya, a veces, acompañado de cierto triunfalismo. Y el triunfalismo, realmente, no me convence. 

Desconfío de esas manifestaciones de fecundidad como in vitro, o de esas manifestaciones o mensajes triunfalistas que nos hablan de que la salvación está aquí o allí. Algunas congregaciones se mostraron como la salvación de la vida consagrada, tanto de la vida consagrada apostólica como de la contemplativa. Había que mirarlas. Eran el nuevo modelo. Incluso convencieron a muchos pastores para que las favorecieran. Algunos buscaron incluso la manera de apoyarlas económicamente. Algunos pastores, he conocido a varios, estaban impresionados por su capacidad de convocatoria, o por una vida piadosa ejemplar que aparentemente vivían. 

Eran la nueva vida consagrada, la que iba a ser la solución y modelo para las antiguas y envejecidas órdenes y congregaciones… y resulta que, después, dentro de algunas de ellas explotaron asuntos de corrupción interna impresionantes.

Nos hace bien saber que no somos el Mesías. Ese tipo de salvadores, ciertamente, me hacen desconfiar. Esa no es la fecundidad del Evangelio. Cuando hay triunfalismo, Jesús no está. O, si hay un solo triunfalismo en el que Jesús está, es cuando este triunfalismo es el paso previo al Viernes Santo. El único triunfalismo real que cabe es el del Domingo de Ramos. Ahí sí está el Señor. Ese triunfalismo te está diciendo: “Tú prepárate para lo que te viene…”. No hay soluciones mágicas. Ese es mi criterio: el triunfalismo nunca es de Jesús. El triunfo de Jesús, el de verdad, es siempre en la Cruz.

Esas nuevas formas de vida consagrada hoy necesitan seguir profundizando y clarificando su identidad. Es necesario que se clarifique más la novedad que aportan. Yo diría que hay que buscarla, pero con discernimiento. Es necesario que estas formas estén acompañadas, que tengan personas a su lado que las acompañen y las ayuden a clarificar, a discernir… pues podrían vivir también de cierta ilusión. Lo cierto es que se trata de una realidad todavía muy reciente que requiere tiempo de maduración y reflexión.

Algunas de estas nuevas congregaciones son un tanto restauracionistas, tienden a restaurar costumbres antiguas y cosas que habría que contrastar más y estudiar con más discernimiento, siempre en el marco de la Iglesia y del tiempo en que vivimos. Para mí, el criterio básico para juzgar una comunidad son esas tres P de las que hablé en un encuentro con personas consagradas. Me refiero a la P de la pobreza, la P de la plegaria y la P de la paciencia».


(Papa Francisco)

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