“Cierto, a veces no es fácil permanecer ante el Señor; no es fácil porque estamos ocupados en muchas cosas, con muchas personas...; pero a veces no es fácil porque sentimos una cierta incomodidad, la mirada de Jesús nos inquieta un poco, nos pone también en crisis... Pero esto nos hace bien. En el silencio de la oración Jesús nos hace ver si estamos trabajando como buenos obreros, o bien tal vez nos hemos convertido un poco en «empleados»; si somos «canales» abiertos, generosos a través de los cuales fluye abundante su amor, su gracia, o si en cambio nos ponemos a nosotros mismos en el centro, y, así, en lugar de ser «canales» nos convertimos en «pantallas» que no ayudan al encuentro con el Señor, con la luz y la fuerza del Evangelio”.
Encuentro con los sacerdotes en la Catedral de Cassano (21-6-2014) Papa Francisco
“Y qué esfuerzos tuvieron que hacer allí mi fe y mi valor para no volver a tomar el burro del sacristán, que aun estaba amarrado a los aldabones de la puerta de la iglesia, y salir corriendo para mi casa! Pero no huí. Allí me quedé un rato largo y allí encontré mi plan de misión y alientos para llevarlo al cabo. Pero sobre todo encontré... Allí, de rodillas ante aquel montón de harapos y sucieda¬des, mi fe veía a través de aquella puertecilla apolillada, a un Jesús tan callado, tan paciente, tan desairado, tan bueno, que me miraba... Sí, parecíame que después de recorrer con su vista aquel desierto de almas, posaba su mirada entre triste y suplicante, que me decía mucho y me pedía más. Que me hacía llorar y guardar al mismo tiempo las lágrimas para no afligirlo más. Una mirada en la que se reflejaban unas ganas infinitas de querer y una angustia infinita también, por no encontrar quien quisiera ser querido… ¿verdad que la mirada de Jesucristo en esos Sagrarios es una mirada que se clava en el alma y no se olvida nunca? De mí sé deciros que aquella tarde en aquel rato de Sagrario, entreví para mi sacerdocio una ocupación en la que antes no había ni soñado y para mis entusiasmos otra poesía que antes me era desconocida”.
Beato Manuel González
Encuentro con los sacerdotes en la Catedral de Cassano (21-6-2014) Papa Francisco
“Y qué esfuerzos tuvieron que hacer allí mi fe y mi valor para no volver a tomar el burro del sacristán, que aun estaba amarrado a los aldabones de la puerta de la iglesia, y salir corriendo para mi casa! Pero no huí. Allí me quedé un rato largo y allí encontré mi plan de misión y alientos para llevarlo al cabo. Pero sobre todo encontré... Allí, de rodillas ante aquel montón de harapos y sucieda¬des, mi fe veía a través de aquella puertecilla apolillada, a un Jesús tan callado, tan paciente, tan desairado, tan bueno, que me miraba... Sí, parecíame que después de recorrer con su vista aquel desierto de almas, posaba su mirada entre triste y suplicante, que me decía mucho y me pedía más. Que me hacía llorar y guardar al mismo tiempo las lágrimas para no afligirlo más. Una mirada en la que se reflejaban unas ganas infinitas de querer y una angustia infinita también, por no encontrar quien quisiera ser querido… ¿verdad que la mirada de Jesucristo en esos Sagrarios es una mirada que se clava en el alma y no se olvida nunca? De mí sé deciros que aquella tarde en aquel rato de Sagrario, entreví para mi sacerdocio una ocupación en la que antes no había ni soñado y para mis entusiasmos otra poesía que antes me era desconocida”.
Beato Manuel González
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