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02 diciembre 2012

Evangelio. I Domingo de Adviento.


Según San Lucas 21, 25-28.

En aquel tiempo, decía Jesús a sus discípulos: Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y de las olas, muriéndose los hombres de terror y de ansiedad por las cosas que vendrán sobre el mundo; porque las fuerzas de los cielos serán sacudidas. Y entonces verán venir al Hijo del hombre en una nube con gran poder y gloria. Cuando empiecen a suceder estas cosas, cobrad ánimo y levantad la cabeza porque se acerca vuestra liberación.
Guardaos de que no se hagan pesados vuestros corazones por el libertinaje, por la embriaguez y por las preocupaciones de la vida, y venga aquel Día de improviso sobre vosotros, como un lazo; porque vendrá sobre todos los que habitan toda la faz de la tierra. Estad en vela, pues, orando en todo tiempo para que tengáis fuerza y escapéis a todo lo que está para venir, y podáis estar en pie delante del Hijo del hombre.


Reflexión.

Hoy, justo al comenzar un nuevo año litúrgico, hacemos el propósito de renovar nuestra ilusión y nuestra lucha personal con vista a la santidad, propia y de todos. Nos invita a ello la propia Iglesia, recordándonos en el Evangelio de hoy la necesidad de estar siempre preparados, siempre “enamorados” del Señor.
La fidelidad no se hace a base de un “ahora sí, ahora no”. Es, por tanto, muy conveniente que nuestro ritmo de piedad y de formación espiritual sea un ritmo habitual (día a día y semana a semana).



Reflexión para el Adviento.

Los días son fríos. Las noches son largas y oscuras... La vida no es fácil y a veces, nos desilusiona. Pero llega Jesús y nos dice que se acabó el tiempo de vivir desesperado por la dureza de la vida...
ÉL llega y nos invita a levantar la cabeza. Porque en ÉL, encontramos la libertad que en el mundo nos oprime. En ÉL, encontramos el ánimo y la esperanza. CONFIEMOS EN EL SEÑOR.

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