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26 junio 2012

Parábola del diamante.

Un hombre bueno había llegado a las afueras de la aldea y acampó bajo un árbol para pasar la noche. De pronto llegó corriendo hasta él un habitante de la aldea y le dijo: “¡la piedra! ¡la piedra! ¡dame la piedra preciosa!”.
“¿Qué piedra?”, preguntó el hombre bueno. “La otra noche se me apareció en sueños un ángel”, dijo el aldeano, “y me aseguró que si venía a la anochecer a las afueras de la aldea, encontraría a un hombre bueno que me daría una piedra preciosa que me haría rico para siempre”.
El hombre bueno rebuscó en su bolsa y extrajo una piedra. “Probablemente se refería a ésta”, dijo, mientras entregaba la piedra al aldeano. “La encontré en un sendero del bosque hace unos días. Por supuesto que puedes quedarte con ella”. El hombre se quedó mirando la piedra con asombro. ¡Era un diamante! Tal vez el mayor diamante del mundo, pues era tan grande como la mano de un hombre.
Tomó el diamante y se marchó. Pasó la noche dando vueltas en la cama, totalmente incapaz de dormir. Al día siguiente, al amanecer, fue a despertar al hombre bueno y le dijo: “Dame la riqueza que te permite desprenderte con tanta facilidad de este diamante”.

1 comentario:

  1. La piedra más preciosa que hemos recibido es la vida. Si hacemos de ella una oración de alabanza y generosidad con quien la solicita, hemos logrado encontrar la mina: el amor.

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