Reflexión:
Todos nosotros, por el bautismo, hemos sido elegidos y enviados a dar testimonio del Señor. En un ambiente de indiferencia, san Juan es modelo y ayuda para nosotros.
Los porqués de la Noche de San Juan y el sentido religioso.
Un año más en el mes de junio elementos purificadores como el fuego y el agua vuelven a tomar protagonismo. Y es que el 23 junio, víspera del día de la Natividad de San Juan Bautista, se celebra la Noche de San Juan.
La celebración del solsticio de verano se remonta a la antigüedad por lo que, en un principio era una fiesta pagana en la que se pedía y agradecía a deidades naturales la prosperidad de las cosechas.
El sentido religioso llega de la mano del Evangelio de san Lucas en el que narra que María, en los días siguientes a la Anunciación fue a visitar a su prima Isabel a los seis meses de gestación. De san Juan se conmemora a diferencia de otros santos su nacimiento y su muerte. San Juan fue, como explica el director del Departamento de Patrimonio de la Diócesis de Málaga, Francisco Aranda, “la antorcha divina que anunció la llegada del Hijo de Dios. Fue una luz que iluminaba la oscuridad del alma, igual que el solsticio es un día cuya luz disipa las tinieblas de la noche hasta muy tarde”.
Sin duda uno de los protagonistas de la Noche de San Juan es el fuego que, como apunta Francisco Aranda, “tiene como fin no sólo rendir tributo al sol, sino también purificar los pecados del hombre”, a lo que añade que, “el fuego es un elemento purificador, liberador y regenerador al que se ha acudido desde la antigüedad para librarse de numerosos males”.
Otro elemento de la naturaleza que se hace especialmente presente en esta festividad es el agua que, según Aranda “en este sentido nos enfrentamos claramente ante la cristianización de un ritual con numerosos adeptos en el mundo pagano en el que se encontraban aquellos primeros apóstoles, que soportaron la difícil labor de conducir a la conversión a aquéllas gentes que eran vistas como bárbaras”.
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