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31 enero 2021

Reflexión. Domingo IV del Tiempo Ordinario.


En este domingo, vemos como Dios habló a su pueblo a través de los profetas, pero de una manera especial, nos ha hablado principalmente por Jesús. Jesús es la misma palabra de Dios. No hay otra Palabra que él, no hay otro mensaje que el Evangelio. Nosotros hoy, somos profetas en nuestros ambientes. Cuando nos bautizaron nos ungieron con el santo Crisma y nos consagraron sacerdotes, profetas y reyes. Jesús nos elige para que lo conozcamos, escuchemos su palabra y las demos a conocer a los demás. ¿Estamos dispuestos a ser profetas?

----------En la Primera Lectura del libro del Deuteronomio,

Moisés anuncia que el Señor les dará un profeta semejante a él mismo, cuando estuvo en medio del pueblo en la salida del Egipto. No se refiere en este caso a un profeta concreto, sino a la serie ininterrumpida de profetas que Dios suscitará en medio de su pueblo. Los profetas tienen la misión de escuchar la Palabra de Dios y transmitirla al pueblo. Moisés tiene doble función: mediador ante Dios y vocero de su palabra. El último profeta fue Juan el Bautista. Y ahora, cada bautizado tenemos la obligación de coger ese testigo y ser profetas en nuestros ambientes.

----------La Segunda Lectura de Pablo a los Corintios,

vemos como Pablo se dirige a los bautizados de la comunidad que viven en medio de la sociedad y que deben tomar decisiones y opciones en sus vidas tanto familiares como personales. La profecía y la virginidad por amor son dos cualidades del creyente, como lo era para Jesús. Esto hace que brille la total radicalidad de la verdad y del amor evangélicos. El apóstol quiere al cristiano despegado de toda preocupación temporal para poder servir con fidelidad al Reino de Dios.

----------El Evangelio de Marcos,

Jesús comienza el anuncio del Reino en torno al lago. La palabra de Dios se muestra siempre con poder decisivo en la historia de la salvación. Jesús es presentado como poseedor de la palabra de Dios. Su palabra tiene poder salvadora y liberadora. Este poder está reflejado en la curación del endemoniado y enfermedades, y en la libertad frente a la esclavitud de la enfermedad y de la ley. Enseña con discreción, pero con claridad. El pobre endemoniado o el enfermo representa la actitud de quienes viven en contra de Dios, rechazan su manifestación y no quieren aceptarlo en sus vidas. La liberación que Jesús realiza por medio de la Palabra es un signo de cómo el Evangelio se impone sobre la realidad y las fuerzas del mal. El Evangelista marca una diferencia entre la autoridad de Jesús y la falta de autoridad de los escribas de la ley.

Pidamos a la Virgen María, que nos ayude a vivir con radicalidad el Evangelio y que seamos verdaderos profetas en nuestros ambientes. Que la Palabra se haga Vida en nuestra vida.

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