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04 octubre 2020

Reflexión. Domingo XXVII del Tiempo Ordinario.


El ejemplo de la viña mimada que nos ponen las lecturas de hoy como imagen de nuestra propia relación con Dios, nos da idea del amor y cariño que hay en quienes formamos esta comunidad, pero también, en la responsabilidad de dar frutos. Somos la comunidad que Dios ha elegido para saborear los frutos de pertenencia. Sabemos, que, a pesar de nuestros fallos, Él nos perdona siempre. Demos el primer fruto que es el nuestro agradecimiento por elegirnos e invitarnos sin que nosotros lo merezcamos.

----------En la Lectura del Profeta Isaías,

vemos como este canto popular sirve para describir las relaciones de Dios con el pueblo. El esposo cuida con trabajos de amor a la viña-esposa. Espera con esperanza sus frutos como respuesta de amor a sus desvelos. La viña le responde. Dios, el esposo, ha agotado todos sus recursos de amor en favor de Israel. El amor decepcionado abandona con pesar, a la viña a su propia suerte. Este abandono es la ruina de la viña. No basta con observar fielmente la ley mosaica, sino que, además hay que practicar el amor, la justicia y la misericordia con el prójimo. Es una gran advertencia para la Iglesia y para para todo cristiano.

----------La Lectura de Pablo a los Filipenses,

Pablo exhorta a los cristianos a que asimilen todo lo bueno que encuentren en la vida. Todo ello debe ser objeto de su preocupación. En todo lo bueno, hay una huella de Dios creador y salvador. Esta apertura a todas las cosas buenas es uno de los puntos claros en la enseñanza de Pablo. Pongamos nuestros problemas en manos de Dios y confiemos en su ayuda para ir edificando valientemente nuestra vida en la verdadera roca.

----------El Evangelio de Mateo,

nos muestra cómo el propio evangelista se encara con los oyentes judíos que no han querido escuchar a los enviados de Dios, es decir, a los profetas, que han ido preparando la llegada del Mesías. Israel no solo olvida a los profetas, inclusive los llega a matar. Pero, ahora, el nuevo pueblo de Dios, la Iglesia, está llamada a dar buenos y nuevos frutos.
Mateo a la vez que prepara el anuncio de la novedad, hace un importante aviso: “que nadie se sienta con los derechos adquiridos en propiedad”. Nosotros, como el pueblo de Israel, podemos llegar a pensar que el don de Dios es en exclusividad y podemos manejarlos y actuar como queramos. Y repito las palabras del evangelio: “no os engañéis, Dios os lo puede quitar”. No nos durmamos y dejemos que los nuevos caminos nos ayuden a ser fieles a la misión, para que nuestro fruto aporte ese granito de amor a esa viña que es la Iglesia de Cristo.

En este mes del Rosario, pidamos a la Santísima Virgen que nos ayude a sentirnos parte de la viña y a poner todos nuestros esfuerzos para que crezca más y mejor.


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