Las perlas son producto del dolor, el resultado de la entrada de una sustancia extraña e indeseable al interior de la ostra, como un parásito o un grano de arena. En la parte interna de la ostra se encuentra una sustancia lustrosa llamada nácar. Cuando un grano de arena penetra en la ostra, las células de nácar comienzan a trabajar y cubren el grano de arena con capas y capas y más capas de nácar para proteger el cuerpo indefenso de la ostra. Como resultado, se va formando una hermosa perla.
Una ostra que no haya sido herida de algún modo, no puede producir perlas. Porque la perla
es una herida cicatrizada.
¿Te has sentido lastimado por palabras hirientes?
¿Has sido acusado de haber dicho cosas que nunca dijiste?
¿Tus ideas fueron rechazadas o mal interpretadas?
¿O quizás fueron tomadas por alguien para presentarlas como propias?
¿Has sufrido golpes de los que adquieren ideas preconcebidas indebidamente? ¿Has sido objeto de la indiferencia?
Entonces, ¡produce una perla!
En la vida real, vemos muchas “ostras vacías” no porque no hayan sido heridas, sino porque no
han sabido perdonar, comprender y transformar el dolor en amor. Vale la pena enfrentar las heridas.
¿Cómo está tu perla?
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