EL CUARTO domingo de Cuaresma tradicionalmente es conocido como el domingo laetare, en alusión a las palabras con las que comienza la Misa: «Laetare, Ierusalem… Alégrate, Jerusalén (...), regocijaos los que estuvisteis tristes».
Se acerca la Pascua, el momento de nuestra salvación, y considerarlo pone una nota de alegría en la austeridad penitencial de la Cuaresma, «que es simultáneamente tiempo de fortaleza y de gozo: hemos de llenarnos de aliento, ya que la gracia del Señor no nos faltará, porque Dios estará a nuestro lado.
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