Buscar en este blog

19 julio 2020

Reflexión. Domingo XVI del Tiempo Ordinario.


En medio de estas vacaciones atípicas que nos ha tocado vivir, por culpa de la Covid-19, no podemos olvidar que Dios es el único que nos puede transformar para ser buena semilla.
La Palabra es el mismo Dios que llega a todos para que lo acojamos. Ojalá queramos llenarnos de este Dios que da su AMOR a todos, que nos acoge y da la fuerza en la debilidad y que quiere que seamos trigo para poder transformar nuestro mundo con nuestros buenos frutos.

En la Lectura del libro de la Sabiduría,
se nos muestra como la justicia de Dios es diferente a la que nosotros pensamos y creemos. Dios se comporta con justicia también cuando actúa con compasión y misericordia. Dios, que puede hacer lo que quiere, elige el camino del perdón y rechaza el de la medida, es decir, aplicar leyes establecidas de antemano. Dios da a cada mujer y a cada hombre una nueva oportunidad y le invita a ser como él: un amante de la humanidad.

Salmo: “Tu Señor, eres bueno y clemente”
Un justo perseguido acude a Dios en su tribulación, seguro de que el Señor le atenderá, pues es bueno y clemente, y puede hacer maravillas. La bondad y el poder de Dios son los fundamentales de esta confianza ilimitada y permanente.

Segunda Lectura de la Carta de Pablo a los Romanos,
Vemos como se centra en la oración. Por nuestra condición, noes cuesta aceptar y ser conscientes de que somos criaturas y que debemos renunciar a ser y hacernos nuestros propios dioses para poder acoger la presencia de Dios en nuestras vidas. Pablo nos muestra, que el Espíritu no se impone por la fuerza ni elimina las limitaciones humanas; sino, que Dios las acoge y el Espíritu nos fortalece. El Espíritu nos posibilita que descubramos el mundo y nuestro alrededor según los ojos y el querer de Dios. Pero para esto, debemos pedirle al Señor vivir a su modo. ¿Estamos preparados?

En el Evangelio de Mateo,
Dios no quiere que andemos solos. Por eso, el deseo de destacar por encima de los demás, que siempre crea ruptura y división, las falsas grandezas de querer tener más, el buscar títulos y reconocimientos de lo que hacemos, nos separan y rompen la fraternidad que Dios quiere. Por eso, el Reino de los Cielos no genera división entre buenos (trigo) y malos (cizaña). El Evangelio genera que el trigo y la cizaña vivan juntos. No hay que preocuparse… Estamos llamados a ser comunidad, a no crear nunca rivalidad. A pedir perdón y a perdonar. Nada de buenos y malos como dice el Evangelio, porque todos fallamos, y todos podemos cambiar. Nos tenemos que dar, a nosotros y a los demás, las oportunidades que hagan falta, sin dar a nadie por perdido.
Hoy el Señor nos invita a dar frutos. Da igual que seamos tan pequeño como un grano de mostaza o como la levadura en medio de la masa. Estamos llamados a crecer, a dar frutos, a que el mundo sea mejor, más de Dios.

Que la Virgen nuestra Madre, nos ayude a dar buenos frutos y ver en los demás la parte buena y positiva.


https://www.revistaecclesia.com/domingo-xvi-del-tiempo-ordinario-a/

No hay comentarios:

Publicar un comentario