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18 agosto 2015

Efesios 2, 1-10.


Hermanos: Dios también os vivificó a vosotros, que estabais muertos por vuestros delitos y pecados, en los cuales vivisteis en otro tiempo, siguiendo el proceder de este mundo, sometidos al príncipe que tiene su imperio en el aire, el espíritu que actúa ahora en los rebeldes a la fe, entre los cuales vivíamos también nosotros, siguiendo las apetencias de nuestra carne, poniendo por obra sus deseos y sentimientos, y éramos por nuestro natural hijos de cólera, como los demás.

Pero Dios, que es rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, aun cuando estábamos muertos por nuestros pecados, nos vivificó con Cristo -por pura gracia habéis sido salvados- y nos resucitó con él, y nos hizo sentar en los cielos con Cristo Jesús. Así Dios, en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús, quiso mostrar en los siglos venideros la sublime riqueza de su gracia.

Estáis salvados por la gracia y mediante la fe. Y no se debe a vosotros, sino que es un don de Dios; y tampoco se debe a las obras, para que nadie pueda presumir. Somos obra de Dios. Dios nos ha creado en Cristo Jesús, para que nos dediquemos a las buenas obras, que él determinó que practicásemos.

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