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15 junio 2015

Beato Manuel González.


“Mira, sacerdote mío, despreocúpate tú de la sugestión del número y preocúpate más de la calidad. Más que llenarme de gente mis iglesias, preocúpate en llenármela de buen olor de Comuniones fervorosas, de adoraciones rendidas, de suspiros de amor, de aspiraciones de esperanza, de inspiraciones de fe, de oraciones bien rezadas, de lágrimas de pecadores, de propósitos eficaces de enmienda, de vida intensamente eucarística.

Déjame a mí multiplicar la gente cuando tú con mi gracia, multipliques la alegría que en mí y en ti ha de producir el olor de esas cosas buenas.

Llena mi templo de olor de cosas buenas y yo te prometo que ese olor se extenderá por las calles y las casas de tu feligresía, y verás cómo la iglesia tuya será pequeña, y tendrás que levantar más iglesias para los que han de venir…

Pero sabe que no puede haber cosas buenas con mi Sagrario cerrado. Mira que hombres y obras que no pasen por el Sagrario abierto, no pueden oler bien y al fin y a la postre olerán a muerto.

Mira que si te duelen las injusticias que padecen los pobres, las penas de los enfermos, los escándalos de los niños…, te debe doler sobre todo dolor el abandono que padezco en el Sagrario, que es la injusticia de más urgente y transcendental reparación y la pena que más enardece y el escándalo que más ruinas trae a las almas…”

En su libro, “Aunque todos yo no”.

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