Comenzamos un nuevo año litúrgico con el Tiempo del Adviento, que significa “Avenida del Redentor” y la litúrgica de la palabra nos exhorta a que este camino que comenzamos hoy, nos vayamos preparando para la venida del Señor. Es una invitación a estar atentos, vigilantes. Este tiempo nos tiene que ayudar a caer en la cuenta en que tenemos que vivir la esperanza y ser transmisores de ella para un mundo desesperanzado. Ojalá no tengamos miedo a contagiar la esperanza en este tiempo que tanta falta hace.
En la Primera Lectura,
vemos como el profeta Jeremías anuncia que el Dios de la alianza es fiel a sus promesas y enviará a su Pueblo, un vástago de la familia de David que traerá la justicia y la paz para todos.
En la Segunda Lectura,
San Pablo, ante la proximidad de la venida del Señor, desea a los cristianos de la comunidad de Tesalónica, como hoy a nosotros, que Dios nos colme de amor mutuo y de amor a todos, para ser fortalecidos y ser cada día más santos.
En el Evangelio de Lucas,
nos muestra un mensaje apocalíptico. Un mensaje de esperanza y confianza, que nos recuerda, que debemos estar vigilantes y haciendo el bien. Estos discursos apocalípticos recogidos en el Evangelio, reflejan los miedos y la incertidumbre de aquellas primeras comunidades cristianas, frágiles y vulnerables. Es un mensaje de liberación.
Jesús nos pide a todos y a cada uno de nosotros que nos levantemos con confianza, que no miremos al futuro desde las previsiones humanas. Todo los poderes injustos y opresores se acabarán.
Le pedimos a la Virgen María, que el tiempo de adviento nos ayude a preparar nuestros corazones para recibir al Salvador con humildad y sencillez.