“No se puede seguir a Jesús sin seguir a la Iglesia. Quien cede a la tentación de ir por su cuenta corre el riesgo de no encontrar nunca a Cristo". (Papa Benedicto XVI).
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14 mayo 2018
María coronada con la triple corona. La del Poder, de la Sabiduría y del Amor.
1.° Omnipotencia de Dios.
Recuerda, ante todo, el poder infinito de Dios... Con razón se le llama Omnipotente... Todo lo puede..., no hay nada que se oponga a su voluntad. A veces nos parece que los hombres también pueden mucho. ¡Cuántos inventos y qué sorprendentes!... ¡Cuánto ingenio y poder se ve en ellos!... Y, no obstante, ¡qué ridículo es el poder de los hombres comparado con el de Dios!... Cuando parece que pueden más, es cuando su impotencia se manifiesta en las dificultades que encuentra en su camino y que muchas veces no pueden vencer... ¡Cuántas veces queremos una cosa y no podemos conseguirla!..., y, al contrario, ¡cuántas veces la queremos detener o evitar y nos es imposible!... Ante un sepulcro, piensa en el poder de los hombres y te reirás de esta palabra... No se pudo detener la muerte..., no fue posible alargar un minuto aquella vida..., no hubo fuerzas capaces de evitar la descomposición de aquel cadáver, reducido ahora a un esqueleto asqueroso... En cambio, mira el poder de Dios, sin límites de ninguna clase. Lo que quiso, hizo..., y lo hizo todo, cuando quiso y como quiso..., sin más limitación que su voluntad divina. No le costó la creación entera esfuerzo alguno..., no se cansó ni fatigó lo más mínimo..., no necesito que los ángeles le ayudaran..., ni fue preciso mucho tiempo...; todo fue de repente..., instantáneo..., de la nada hizo brotar mundos... sólo con quererlo...; si quisiera que volvieran a aparecer nuevos seres más grandes..., más numerosos que los actuales..., no hacía falta más que otro acto de su voluntad. Él todo lo conserva..., todo está en sus manos. De suerte, que para reducir a toda la creación a la nada, no tenía más que retirar sus manos..., dejarnos un instante solos. Todo el poder de los hombres no es capaz de crear..., de sacar de la nada ni una hierba..., ni una hormiguita..., ni de aniquilarla..., ni reducir ninguna cosa a la nada. Por eso los ángeles rodean su trono temblando ante tal poder y majestad. Todos le obedecen reverentes y están pendientes de su más mínimo deseo, para ejecutarlo en seguida. Mira a los elementos todos: ¡qué poder el del fuego..., el del agua..., el del aire!... ¡Qué fuerza tan gigantesca la del mar!... ¡Qué movimientos tan complicados los de esos mundos inmensos que se mueven en los espacios!... Todo, todo..., la vida y la muerte..., la salud y la enfermedad..., el tiempo y la eternidad..., todo le está sujeto..., en todo domina..., todo le obedece...
2.° Omnipotencia de María.
Pues bien, mira ahora esta omnipotencia toda entera... traspasada, por decirlo así, o comunicada a la Santísima Virgen. — El Padre Eterno se goza en coronar, con corona de poder, las sienes de la Virgen...; la eleva a la altura de su misma omnipotencia... y la da parte en los secretos de su potestad. Ya María tiene todo poder sobre las criaturas del Cielo, de la tierra y de los abismos. Dios quiso premiarla todos sus trabajos y desvelos con los que había cuidado de su propio Hijo mientras duró su vida en este mundo... y no encontró nada mejor que darla un don que en cierto modo la igualara, si así podemos hablar, a su misma divinidad..., y este don fue el de la corona de suprema potestad... para que así como Dios era omnipotente por naturaleza, María lo fuera también por gracia. Ahora sí que la podemos llamar, con toda verdad, Emperatriz del Cielo..., Reina de la tierra..., Señora de todo lo creado... ¡Qué consuelo para tu alma pensar en que tu Madre es una Reina tan poderosa!... ¡Qué santo orgullo no debes tener por ello!... ¡Qué confianza no debe inspirarte! Porque, ¿qué adelantaríamos con que Ella quisiera ayudarnos en nuestras miserias, si no podía?.. ¿No es esto lo que pasa mil veces a las madres con sus hijos?... ¿Cuántas y cuántas cosas no sueña una madre para su hijo y no pasa de ser un sueño, porque no puede dárselo?... ¿Iba a ser así María?... ¿Cómo poner en Ella nuestra esperanza si dudábamos de su poder?... Pero no, no lo dudes; como Madre quiere..., como Reina puede... Luego no es posible dudar de su ayuda..., de su poderosísimo patrocinio.
3.° Cómo usa de su omnipotencia.
Mira efectivamente cómo de hecho usa sin cesar de su poder en favor nuestro. Su omnipotencia no es un título de gloria tan sólo..., no es algo meramente honorífico..., sin vida..., sin utilidad práctica...; nada de eso. Ni un momento está inactivo el poder de María..., no abusa de su poder..., no lo emplea caprichosamente... la medida de su poder es su voluntad..., pero esta voluntad está inseparablemente unida a la voluntad divina. Puede todo lo que quiere..., pero ni quiere ni puede querer más que lo que quiere Dios. Y como Dios quiere 168 salvar al mundo..., quiere santificar las almas..., en eso, sobre todo, ejercita Ella toda la fuerza inmensa de su poder... ¡Cuántos pecadores por Ella se han arrepentido!... ¡Cuántos santos a Ella deben su santidad!... ¡Cuántas gracias no han dado sus manos a los que en Ella han confiado! Da gracias a Dios por esta magnífica corona que ha colocado en la cabeza de la Santísima Virgen, pues si para Ella es corona gloriosa, es para ti provechosísima. Alégrate, con tu Madre querida, al verla de este modo exaltada hasta participar del poder del mismo Dios... y repite muchas veces: «La Reina del Cielo es mi Madre». No te olvides nunca, pero, sobre todo, cuando más necesidad tengas, de que con Ella nada te faltará... y que para ayudarte hará todo lo que sea necesario..., pues hasta milagros y prodigios no la importan, ya que nada la cuesta hacerlos. Que esta confianza aliente toda tu vida, y nunca te dejes llevar del desaliento...
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