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29 noviembre 2017

El amor de Cristo revelado en la cruz es como un GPS espiritual.


Queridos hermanos y hermanas: Desde antes de venir a este país, he estado esperando que llegara este momento. Muchos de vosotros habéis venido de lejanas y remotas tierras montañosas, algunos incluso a pie. Vengo como peregrino para escuchar y aprender de vosotros, y para ofreceros algunas palabras de esperanza y consuelo.

La primera lectura de hoy, tomada del libro de Daniel, nos ayuda a ver lo limitada que era la sabiduría del rey Baltasar y sus videntes. Ellos sabían cómo alabar «a sus dioses de oro y plata, de bronce y de hierro, de madera y de piedra» (Dn 5,4), pero no poseían la sabiduría para alabar a Dios, en cuyas manos está nuestra vida y nuestro aliento. Daniel, sin embargo, tenía la sabiduría del Señor y fue capaz de interpretar sus grandes misterios. El intérprete definitivo de los misterios de Dios es Jesús. Él es la sabiduría de Dios en persona (cf.1 Co 1,24).

Jesús no nos enseñó su sabiduría con largos discursos o grandes demostraciones de poder político o terreno, sino entregando su vida en la cruz. A veces podemos caer en la trampa de confiar en nuestra propia sabiduría, pero la verdad es que podemos fácilmente desorientarnos.

En esos momentos, debemos recordar que tenemos ante nosotros una brújula segura: el Señor crucificado. En la cruz, encontramos la sabiduría que puede guiar nuestras vidas con la luz que proviene de Dios. Desde la cruz también nos llega la curación. Allí, Jesús ofreció sus heridas al Padre por nosotros, las heridas que nos han curado (cf. 1 Pe 2,4). Que siempre tengamos la sabiduría de encontrar en las heridas de Cristo la fuente de toda curación. Sé que muchos en Myanmar llevan las heridas de la violencia, heridas visibles e invisibles. Existe la tentación de responder a estas heridas con una sabiduría mundana que, como la del rey en la primera lectura, está profundamente equivocada. Pensamos que la curación pueda venir de la ira y de la venganza. Sin embargo, el camino de la venganza no es el camino de Jesús.

El camino de Jesús es radicalmente diferente. Cuando el odio y el rechazo lo condujeron a la pasión y a la muerte, él respondió con perdón y compasión. En el Evangelio de hoy, el Señor nos dice que, al igual que él, también nosotros podemos encontrar rechazo y obstáculos, sin embargo él nos dará una sabiduría a la que nadie puede resistir (cf. Lc 21,15).

Está hablando del Espíritu Santo, gracias al cual el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones (Rm 5, 5). Con el don de su Espíritu, Jesús nos hace capaces de ser signos de su sabiduría, que vence a la sabiduría de este mundo, y de su misericordia, que alivia incluso las heridas más dolorosas.

En la víspera de su pasión, Jesús se entregó a sus apóstoles bajo los signos del pan y del vino. En el don de la Eucaristía, no sólo reconocemos, con los ojos de la fe, el don de su cuerpo y de su sangre, sino que también aprendemos cómo encontrar descanso en sus heridas, y a ser purificados allí de todos nuestros pecados y de nuestros caminos errados.

Queridos hermanos y hermanas, que encontrando refugio en las heridas de Cristo, puedan saborear el bálsamo saludable de la misericordia del Padre y encontrar la fuerza para llevarlo a los demás, para ungir cada herida y recuerdo doloroso.

De esta manera, serán testigos fieles de la reconciliación y la paz, que Dios quiere que reine en todos los corazones de los hombres y en todas las comunidades.

Sé que la Iglesia en Myanmar ya está haciendo mucho para llevar a otros el bálsamo saludable de la misericordia de Dios, especialmente a los más necesitados. Hay muestras claras de que, incluso con medios muy limitados, muchas comunidades anuncian el Evangelio a otras minorías tribales, sin forzar ni coaccionar, sino siempre invitando y acogiendo.

En medio de tanta pobreza y dificultades, muchos de vosotros ofrecen ayuda práctica y solidaridad a los pobres y a los que sufren.

Con el servicio diario de vuestros obispos, sacerdotes, religiosos y catequistas, y en particular a través de la encomiable labor de la Catholic Karuna Myanmar y de la generosa asistencia proporcionada por las Obras Misionales Pontificias, la Iglesia en este país está ayudando a un gran número de hombres, mujeres y niños, sin distinción de religión u origen étnico.

Soy testigo de que la Iglesia aquí está viva, que Cristo está vivo y está aquí con vosotros y con vuestros hermanos y hermanas de otras comunidades cristianas. Los animo a seguir compartiendo con los demás la valiosa sabiduría que han recibido, el amor de Dios que brota del corazón de Jesús.

Jesús quiere dar esta sabiduría en abundancia. Él recompensará ciertamente vuestra labor de sembrar semillas de curación y reconciliación en vuestras familias, comunidades y en toda la sociedad de esta nación.

¿No nos dijo él que nadie se puede resistir a su sabiduría (cf. Lc 21,15)? Su mensaje de perdón y misericordia se sirve de una lógica que no todos querrán comprender y que encontrará obstáculos.

Sin embargo, su amor revelado en la cruz, en definitiva, nadie lo puede detener. Es como un GPS espiritual que nos guía de manera inexorable hacia la vida íntima de Dios y el corazón de nuestro prójimo.

La Santísima Virgen María siguió a su Hijo hasta la oscura montaña del Calvario y nos acompaña en cada paso de nuestro viaje terrenal. Que ella nos obtenga la gracia de ser mensajeros de la verdadera sabiduría, profundamente misericordiosos con los necesitados, con la alegría que proviene de encontrar descanso en las heridas de Jesús, que nos amó hasta el final.

Que Dios los bendiga a todos. Que Dios bendiga a la Iglesia en Myanmar. Que él bendiga a esta tierra con su paz. Que Dios bendiga a Myanmar.


Papa Francisco. Homilía en Birmania, 26-11-2017.

Entrevista a Olga Salvat. Sobrina de santa María Purísima de la Cruz.


P. ¿Dónde nació Santa María Purísima?

R. El 20 de febrero 1926 nació en Madrid una niña llamada María Isabel Salvat Romero. A pesar de los lazos familiares que le unían con las religiosas irlandesas y de ser alumna de su colegio en la calle Velázquez, María Isabel vio dar forma a su vocación en la Compañía de la Cruz fundada por Sor Ángela.

P. ¿Cómo era de Pequeña?

R. Dicen de María Isabel que era una niña alegre y bondadosa, espiritual y profunda.
El ejemplo de su madre, bondadosa y generosa influyó en su inclinación por los más necesitados.

P. ¿En qué año ingresó en las Hermanas de la Compañía de la Cruz?

R. Segura de su vocación y su deseo de santidad, tuvo que vencer algunas dificultades hasta ingresar como postulante en el convento de las hermanas en Sevilla en 1944. “Hacerse pobre con los pobres para acercarlos a Cristo”, el lema de Sor Ángela que sor María de la Purísima hizo suyo de por vida atraída por la espiritualidad humilde y sacrificada de Sor Ángela.

P. Una vocación muy particular.

R. Las hermanas de la Cruz visitaban la casa de María Isabel en sus rondas como limosneras por el barrio de salamanca y en esas visitas ella fue conociendo a las monjas y su carisma.
Sabía que atendían a enfermos y necesitados y que tenían colegios para niñas pobres; un día tuvo la oportunidad de conocer el convento de las hermanas en la calle Rey Francisco de Madrid y quedó cautivada por el ambiente de pobreza, espiritualidad y sacrificio que allí se respiraba, tanto que allí mismo dijo: “éste es mi sitio”.
Desde entonces se mantuvo fiel a su vocación y al carisma de las Hermanas de la Cruz. “pase lo que pase, sea lo que sea, cueste lo que cueste, siempre fiel” solía decir.

Fue Superiora en varios conventos de la Compañía, maestra de novicias y General del Instituto.

P. Una Santa de nuestro hoy. Del siglo XXI.

R. Santa María de la Purísima es una santa cercana. Muchas personas la han conocido y tratado.
La mayoría de las Hermanas de la Cruz desde luego, pero también las que fueron sus alumnas, enfermos a los que asistió, sacerdotes etc… y también su familia y amigos de la infancia.

Al mirar atrás, los momentos con ella están bañados con su sonrisa serena, su interés por nuestras cosas haciendo suyas las preocupaciones de cada uno aunque fueran pequeñeces y dando a todo, lo bueno y lo malo, una visión sobrenatural.

Según pasaban los años o según nos hacíamos nosotros mayores nos fuimos dando cuenta que nuestra tía irradiaba una luz especial. En los inicios del proceso de canonización otras personas que la trataron nos decían que habían tenido una sensación igual.

Decía Madre María de la Purísima que la santidad radicaba en gran parte en hacer lo ordinario extraordinariamente bien. Y fue ejemplo de ello.

P. ¿Qué recuerdos tienen sus alumnas?

R. Sus alumnas la recuerdan como una madre preocupada y cariñosa que si las reñía, lo hacía con dulzura. Se reservaba los trabajos más duros y hay muchos testimonios de ello especialmente cuando estuvo de superiora en Villanueva del Río y Minas donde se enfrentó a la suciedad, la enfermedad y la pobreza de modo especialmente intenso.

A las niñas les enseñaba a rezar y a confiar en el Señor como ella hacía. En un vuelo a Argentina, viaje que realizaba cada año para visitar a las hermanas de la Cruz que estaban más alejadas, hubo problemas por una amenaza de bomba y ella permaneció tranquila, con los ojos cerrados como si nada ocurriera ante el asombro de la Hermana que la acompañaba y el resto de los viajeros.

P. ¿Podría englobar toda su vida en una frase que la destacara?

R. “Lo más hermoso de la tierra es buscar a Dios, encontrarse con Él, llenarse de su amor y de Él repartir a otros”. Este pensamiento de Santa María de la Purísima es para muchos resumen de su vida.

P. El proceso de beatificación y canonización, ha sido uno de los más rápidos en la Iglesia.

R. Si.
Ella falleció con olor de santidad el 31 de octubre 1998.
Tan sólo doce años después de su fallecimiento fue beatificada en Sevilla.
En 2015, tres años más tarde, el 18 de octubre de 2015 se celebró su canonización en Roma.

Muchas gracias a Doña Olga Salvat, por acercarnos un poco más a la vida de Santa María de la Purísima de la Cruz.


Más en:
https://www.revistaecclesia.com/entrevista-la-sobrina-santa-maria-purisima-la-cruz-fray-jose-borja/

26 noviembre 2017

Reflexión. Solemnidad de Cristo Rey del universo.


¡Feliz Días del Señor!

Después de haber conmemorado a lo largo del año litúrgico los misterios de la vida de nuestro Señor Jesucristo, hoy, último domingo del año cristiano, solemnidad de Cristo Rey del universo, la Iglesia celebra su triunfo final, como Rey glorioso para juzgar a vivos y muerto. Unos criterios de juicios que no son como nosotros entendemos o podemos hacerlo, sino, que será donde se nos examinará del amor y el compromiso que hayamos tenido con nuestros hermanos. Nuestro prójimo.

La liturgia de la Palabra que nos pone la Iglesia para nuestra meditación, resalta en la Segunda Lectura, su poder sobre el pecado y sobre la muerte. Cristo muerto y resucitado para la salvación de la humanidad es noticia para que los que han creído en él, resucitaran un día a la vida eterna. Y si por un hombre vino la muerte, por un hombre viene la Resurrección que nos dará una nueva vida que no pasará ni tendrá fin.

Es decir, por Adán entró el pecado y la muerte, por Cristo todos volverán a la vida que un día perdimos por desobediencia, y participaremos de su vida perpetua.

En la escena del juicio final, Jesús aparece como el Hijo del Hombre revestido de poder, rodeado de sus ángeles, sentado en su trono de gloria. Aparece, igualmente como Buen Pastor. Al pastor que buscaba incansablemente a las ovejas perdidas, se le suma que rebosa de poder. Un pastor grandioso, al que tiene poder sobre el cielo y sobre la tierra.

Un Rey, no como nosotros pensamos o podemos catalogarlo con palabras humanas. Un Rey que ha gobernado dando ejemplo con su vida, ayudando, estando con los necesitados, dando una dignidad a las personas que la sociedad había apartado, que ha sido objeto de burla y matado como un malhechor. Un rey, que es “señor de señores y rey de reyes” porque el AMOR ha triunfado a pesar de los contras que ha tenido en el camino. Un AMOR que tiene la última palabra, y que por mucho que lo intenten ahogar, sale a flote SIEMPRE.

Y de eso se nos juzgará en el último día: sobre el AMOR.

Porque el AMOR es la síntesis del mensaje Evangélico. No hará falta ni doctorados, ni máster, ni grandes dogmas o cumplimientos. El examen va a ser las obras.

Jesucristo no nos preguntará si hemos hecho milagros, si pertenecemos a alguna asociación, si hemos realizados penitencias o si hemos cumplido desde la primera hasta la última letra del derecho canónico. No. Eso no entrará. Lo que entra será que obras de misericordia que hayamos hecho y serán las que nos definirán si hemos sido verdaderos cristianos o no. Si hemos amado, servido, acompañado y tratado al prójimo como yo quiero que lo hagan conmigo.

Por eso, esta solemnidad nos debe ayudar a ver a Dios Trinidad como un Rey que es Padre, que trata, ayuda y tiene misericordia de los que le siguen. Un pastor, que vela sin descanso por cada una de sus ovejas. Que gobierna la tierra no con promesas falsas temporales, sino, con AMOR, que cumple su promesa y que hace de su vida un auténtico servicio.

Pidamos a la Virgen María, que nos ayude a saber estar al lado de quién nos necesita sin juzgar ni estar por encima de nadie. Y que ella sea nuestro ejemplo para que nos preparemos de corazón para las próximas fiestas que se acercan.

Que así sea.


Evangelio. Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo.


Según San Mateo 25, 31 - 46.

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria acompañado de todos sus ángeles, entonces se sentará en su trono de gloria. Serán congregadas delante de Él todas las naciones, y Él separará a los unos de los otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos. Pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda. 

»Entonces dirá el Rey a los de su derecha: ‘Venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero, y me acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a verme’. Entonces los justos le responderán: ‘Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; o sediento, y te dimos de beber?’. ¿Cuándo te vimos forastero, y te acogimos; o desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y fuimos a verte?’. Y el Rey les dirá: ‘En verdad os digo que cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis’. 

»Entonces dirá también a los de su izquierda: ‘Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el Diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; era forastero, y no me acogisteis; estaba desnudo, y no me vestisteis; enfermo y en la cárcel, y no me visitasteis’. Entonces dirán también éstos: ‘Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento o forastero o desnudo o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?’. Y Él entonces les responderá: ‘En verdad os digo que cuanto dejasteis de hacer con uno de estos más pequeños, también conmigo dejasteis de hacerlo’. E irán éstos a un castigo eterno, y los justos a una vida eterna».

25 de noviembre: día internacional contra la violencia de género.




Porque ser hombre no te hace ser ni más ni mejor que una mujer. 
Todos somos iguales.

El pasado viernes, 24 de noviembre, celebramos con alegría el 163 aniversario de una gran mujer, Madre Mariana.



22 noviembre 2017

SIT Informa: El P. Tom, es liberado después de más de un año de cautiverio y secuestro.



Carlos de Foucauld.


"Tan pronto como creí que había un Dios, comprendí que no podía hacer otra cosa sino vivir para El".

Catequesis del Papa Francisco. Miércoles, 22-11-2017.


Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Prosiguiendo con las Catequesis sobre la Misa, podemos preguntarnos: ¿Qué cosa es esencialmente la Misa? La Misa es el memorial del Misterio pascual de Cristo. Ella nos hace partícipes de su victoria sobre el pecado y la muerte, y da significado pleno a nuestra vida.

Para esto, para comprender el valor de la Misa debemos sobre todo entender el significado bíblico del “memorial”. Esto «no es solamente el recuerdo – el memorial no es solamente un recuerdo –, de los acontecimientos del pasado, sino estos acontecimientos se hacen, en cierta forma, presentes y actuales. De esta manera Israel entiende su liberación de Egipto: cada vez que es celebrada la Pascua, los acontecimientos del Éxodo se hacen presentes a la memoria de los creyentes a fin de que conformen su vida a estos acontecimientos» (Catecismo de la Iglesia Católica, 1363). Jesucristo, con su pasión, muerte, resurrección y ascensión al cielo ha llevado a cumplimiento la Pascua. Y la Misa es el memorial de su Pascua, de su “éxodo”, que ha realizado por nosotros, para sacarnos de la esclavitud e introducirnos en la tierra prometida de la vida eterna. No es solamente un recuerdo, no, es algo más: es hacer presente aquello que ha sucedido hace veinte siglos atrás.

La Eucaristía nos lleva siempre al ápice de la acción de salvación de Dios: el Señor Jesús, haciéndose pan partido por nosotros, derrama sobre nosotros toda su misericordia y su amor, como lo ha hecho en la cruz, para así renovar nuestro corazón, nuestra existencia y el modo de relacionarnos con Él y con los hermanos. Dice el Concilio Vaticano II: «La obra de nuestra redención se efectúa cuantas veces se celebra en el altar el sacrificio de la cruz, por medio del cual Cristo, que es nuestra Pascua, ha sido inmolado» (Constitución Dogmática, Lumen Gentium, 3).

Toda celebración de la Eucaristía es un rayo de ese sol sin ocaso que es Jesús resucitado. Participar en la Misa, en particular el domingo, significa entrar en la victoria del Resucitado, ser iluminados por su luz, abrigados por su calor. A través de la celebración eucarística el Espíritu Santo nos hace partícipes de la vida divina que es capaz de transfigurar todo nuestro ser mortal. Y en su paso de la muerte a la vida, del tiempo a la eternidad, el Señor Jesús nos lleva también a nosotros con Él para hacer la Pascua. En la Misa se hace Pascua. Nosotros, en la Misa, estamos con Jesús, muerte y resucitado y Él nos lleva adelante, a la vida eterna. En la Misa nos unimos a Él. Es más, Cristo vive en nosotros y nosotros vivimos en Él: «Yo estoy crucificado con Cristo – dice San Pablo – y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí: la vida que sigo viviendo en la carne, la vivo en la fe en el Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí» (Gal 2,19-20). Así pensaba Pablo.

Su sangre, de hecho, nos libera de la muerte y del miedo a la muerte. Nos libera no sólo del dominio de la muerte física, sino de la muerte espiritual que es el mal, el pecado, que nos toma cada vez que caemos victimas de nuestro pecado y del de los demás. Y entonces nuestra se contamina, pierde belleza, pierde significado, muere.

Cristo en cambio no devuelve la vida; Cristo es la plenitud de la vida, y cuando ha afrontado la muerte la ha derrotado para siempre: «Resucitando destruyó la muerte y nos dio vida nueva». La Pascua de Cristo es la victoria definitiva sobre la muerte, porque Él ha transformado su muerte en un supremo acto de amor. ¡Murió por amor! Y en la Eucaristía, Él quiso comunicarnos su amor pascual, victorioso. Si lo recibimos con fe, también nosotros podemos amar verdaderamente a Dios y al prójimo, podemos amar como Él nos ha amado, dando la vida.

Si el amor de Cristo está en mí, puedo donarme plenamente al otro, con la certeza interior que si incluso el otro debiera herirme yo no moriría; de lo contrario tendría que defenderme. Los mártires han dado la vida justamente por esta certeza de la victoria de Cristo sobre la muerte. Sólo si experimentamos este poder de Cristo, el poder de su amor, somos verdaderamente libres de donarnos sin miedo. Y esta es la Misa: entrar en esta pasión, muerte, resurrección, ascensión de Jesús. Y cuando vamos a Misa, es como si fuéramos al calvario, lo mismo. Piensen ustedes: si nosotros vamos al calvario – pensemos con imaginación – en ese momento, y nosotros sabemos que ese hombre ahí es Jesús. Pero, ¿nosotros nos permitiríamos hablar, tomar fotografías, hacer un poco de espectáculo? ¡No! ¡Porque es Jesús! Nosotros seguramente estaríamos en silencio, en el llanto y también en la alegría de ser salvados. Cuando nosotros entramos en la iglesia para celebrar la Misa pensemos esto: entro en el calvario, donde Jesús da su vida por mí. Y así desaparece el espectáculo, desaparece las habladurías, los comentarios y estas cosas que nos alejan de esta cosa tan bella que es la Misa, el triunfo de Jesús.

Pienso que ahora sea más claro como la Pascua se haga presente y obrante cada vez que celebramos la Misa, es decir, el sentido del memorial. La participación en la Eucaristía nos hace entrar en el misterio pascual de Cristo, donándonos pasar con Él de la muerte a la vida, es decir, al calvario, ahí. La Misa es rehacer el calvario, no es un espectáculo. Gracias.

A las ovejas perdidas y el sueño del Padre Méndez,


La Trinitaria quemará a las almas en la medida que sea ella misma abrasada con el fuego traído por el Hijo de Dios. ¿A qué almas? El P. Méndez fundamenta el carácter apostólico específico de su Instituto sobre el evangelio. Del discurso apostólico dirigido a los doce entresaca una consigna: “Dirigíos más bien a las ovejas perdidas de la casa de Israel” (Mt 10,6).

Este texto de Mateo sella el quehacer eclesial de la Trinitaria, lo mismo que el desahogo de Cristo, retransmitido por Lucas, sirve de base total para todo el Instituto. Es más, perfilando, habría que decir que la consigna de Mateo es una consecuencia del texto de Lucas. Sólo quien se quema, quien se abrasa, puede quemar y abrasar.

El P. Méndez cita el versículo de Mateo en varias páginas de sus Directorios. Precisamente la primera, en el capítulo I del Directorio de 1909, cuyo contenido precede a las Constituciones de 1901: “Su misión particular [de la Trinitaria] … es continuar la obra del Redentor buscando las ovejas que perecieron de la casa del Señor, sacándolas de entre las garras del demonio o librándolas de perecer cuando, ciegas no ven el peligro y están a punto de caer en él”.

Existe una carta de la M. Mariana al Provincial de los trinitarios descalzos de España, del 8 de febrero de 1892, pidiendo información respecto de las condiciones para ser agregadas a la Orden. En Acta Sanctae Sedis se encuentra un documento del 18 de marzo de 1904 en el cual se dilucida esta agregación: “Sorores Trinitariae, habitum caeruleum exterius et tunicam albam cum scapulari Ordinis interius gestantes, cooptari et aggregari possunt Tertio Ordini Sanctisimae Trinitati”, ASS, 36 [1903-1904], 606-607.
El 20 de abril de 1904 firma el General de los trinitarios la agregación a la primera Orden.

La trinitaria es un auténtico apóstol: a) continúa la obra de Cristo; b) busca ovejas ya perdidas con tal valor y decisión que las arranca de entre las fauces del lobo; c) se planta ante la boca del abismo para impedir la caída de aquellas que juegan sobre el borde. El buen Pastor redivivo en mujer.

Todavía es menester escuchar al P. Méndez cómo traduce para sus Trinitarias ese hebraísmo bíblico de ovejas perdidas de la casa de Israel: “Ella ha sido puesta por Dios –explica- para recoger, lavar y curar moralmente todo lo más despreciable a los ojos del mundo y que con vivo deseo debe buscar lo que todos desprecian, pues, a semejanza de su divino Salvador, ha venido a buscar no justos, sino pecadores, y a salvar las ovejas que perecieron de la casa de Israel”.

La interpretación del P. Méndez marcha a tono con el cuarto voto. Emplea palabras rebosantes de audacia, de agresividad y de locura: 1) la trinitarias es puesta por Dios. Misión del Padre continuadora de la que dio al Hijo; 2) para lo más despreciable a los ojos del mundo. También Cristo recibe el mismo encargo: los pecadores; 3) la misión apostólica queda concretada en recoger, lavar y curar lo más despreciable, lo tirado del mundo.

Más adelante, en el Directorio de 1910, cita al pie de la legra el texto de Mateo redondeándolo con los dos versículos siguientes. Lo coloca al frente del capítulo XIV, que obliga a recordar la homilía de la fundación, el 2 de febrero de 1885, y que comienza así:

“Visita a los hospitales. Su importancia.

Id a las ovejas que perecieron de la casa de Israel… y predicadles diciendo que se acerca el Reino de los cielos… Curad a los enfermos, limpiad a los leprosos, resucitad los muertos, lanzad los demonios”.

¡Qué decisión supone este menester para una mujer! Aquí añade la catequesis, la predicación del Reino con el fin de curar toda clase de lepra espiritual –nótese lo repugnante de esta enfermedad-, dar vida a los muertos, lanzar demonios. Siempre quehaceres esforzados, duros, propios de un gran apóstol varón.

La explanación del P. Méndez al texto de Mateo resulta muy fuerte, muy escandalosa para las vidas modernas, al describir el estado de un alma muerta a la gracia, y muy alentadora e incisiva para la Trinitaria encargada de limpiar, curar y dar vida.

Es menester subrayar cómo intenta el P. Méndez que la Trinitaria sea un Cristo reencarnado. Hasta dónde ansía que llegue lo revelan sus primeros escritos. Ya en el primer capítulo del Directorio de 1909 se lo manifiesta con estas palabras: “Unida al Señor debes: caminar de continuo, hacer lo que El hizo, hablar como Jesús habló, pensar como pensaba y piensa, orar como Jesús oró, suspirar como Jesús suspiraba por la salvación de las almas”.

Más adelante detalla en páginas plenas de sencillez, emoción y heroísmo hasta dónde ha de descender esta total imitación a Cristo 39. Porque la gran súplica de Cristo a la Trinitaria viene compendiada en esta consigna: “Haz tu corazón semejante al mío”.

El P. Méndez insiste en otra poderosa razón para esta identificación en Cristo. “Su divina misión”, la de la Trinitaria, se entiende. Y trae este texto atribuido entonces a San Dionisio Cartusiano:

“Entre las cosas divinas, ésta es la más divina: ser instrumento de Dios y ayudador suyo en la conversión de los pecadores y de todos los que anden errados, lo cual se hace por la propia caridad y unión con Dios y el celo de su gloria.

Necesitan, pues, las Trinitarias –prosigue el P. Méndez, sacando la lógica consecuencia- ser imitadoras de Jesucristo, ya que El fue quien esta misión trajo al mundo”.

De la incidencia de tal identificación con Cristo en los votos religiosos y en el cuarto voto, propio de la Trinitaria, lo evidencia bellamente la M. Mariana, la primera discípula del P. Méndez: “Si la obediencia se nos hace penosa, Cristo murió obedeciendo. Si la pobreza nos hace sufrir, Cristo la experimentó hasta el extremo. Si la castidad nos hace vivir en constante cautela, Cristo la practicó en su vida mortal de una manera extraordinaria.

Si la propia promesa de nuestro Instituto, salvar las almas, nos tritura el corazón y nos proporciona hora de verdadera amargura, nunca llegaremos a derramar una gota de sangre por una de nuestras ovejillas, habiéndola Cristo derramado toda por cada una de nosotras”.

Así soñaba el P. Méndez. Así ideaba su Instituto.

Contra él se lanzaban dardos encendidos. Todo su trabajo era, por así decirlo, inútil. Inútiles los dispendios, inútiles las vidas de las Trinitarias que se consumen tontamente a favor de unas mujeres imposibles de regenerar. Para iluminar esta negra noche, capaz de dar al traste con todo el Instituto, el P. Méndez planta delante la figura, la obra y el fracaso de Jesús. Más todavía, en primera línea pone el fracaso, la muerte, la podredumbre, recalcando que sin ese desastre total es imposible el mérito y la resurrección:

“El mismo Jesucristo, a pesar de ser verdadero Dios, según el decir de estas gentes, debió no predicar porque muchos no hicieron caso de sus palabras y, a pesar de ser de vida eterna, no consiguió que se convirtieran.

No, no hay que desmayar; porque si todos los granos de trigo que caen en tierra no dan fruto, sino que son comidos de las aves los unos y pisados los otros y arrancados muchos, en cambio, los que bajo la tierra quedan dan dorada y granada espiga que viene a compensar con creces el fruto que los granos perdidos debían haber dado”.

Tomado del libro QEMP.


13 noviembre 2017

Hoy celebramos a Todos los Santos de la Orden y Familia Trinitaria.


Trinitaria Familia de amigos
que de Cristo seguisteis la voz:
de su amor os hicisteis testigos,
mensajeros del Reino de Dios.

Evangelio encarnado en la vida,
profecía de un gozo sin fin;
vuestra luz para siempre encendida
ilumina de uno a otro confín.

Nuestra tierra en vosotros florece
con la gracia que Cristo nos dio;
nuestro barro de amor se estremece
y del cielo la cumbre alcanzó
.
La victoria ya está conseguida
pues triunfasteis con Cristo el Señor;
sembradores de amor en la vida,
cosecháis de la vida el amor.

Vuestra senda luz nos invita;
con vosotros queremos lograr
la corona que no se marchita
y la vida con Dios en su hogar.

Gloria al Padre, el origen, la fuente:
gloria al Hijo que nace de Él;
gloria igual al Espíritu ardiente,
de los santos divino troque. Amén.

06 noviembre 2017

Uno solo es el Maestro.


Uno solo es vuestro maestro y todos vosotros sois hermanos.
Todos somos hermanos y discípulos de único maestro que es Jesús.
Todos estamos en proceso de ese aprendizaje vital que es el ser contemplativos en la acción. Todos tenemos algo que enseñar y todos tenemos que algo que aprender.
Uno solo es vuestro Padre, el del cielo: porque Uno es el que nos crea día a día y el que nos sostiene y hace posible la vida.
NO hay otros padres, por muchos que quieran o queramos atribuirnos paternidades que no nos corresponden.
Ni padres espirituales ni hijos espirituales: o sí, pero solo si entendemos que el Espíritu es que nos da el aliento de la vida.
Uno solo es vuestro consejero: Cristo.
Lo demás, es ponernos en el lugar que no nos corresponde.

05 noviembre 2017

Hoy celebramos a Santa Ángela de la Cruz.



Ángela Guerrero González, Sor Ángela de la Cruz, Madre de los pobres nació en Sevilla el 30 de enero de 1846. Hija de padres honrados y pobres.

Su padre José Guerrero había venido a Sevilla, de Grazalema, pueblo de la serranía de Ronda, entre aquellas hondadas de emigrantes a las grandes ciudades en busca de mejor colocación, que suelen acompañar al desarrollo de la civilización industrial.

Los dos esposos llegaron a tener hasta catorce hijos, de los cuales solo seis, tres hijos y tres hijas, sobrevivieron hasta edad adulta. Ambos trabajaban para el convento de los Padres Trinitarios, poco distante de la calle Santa Lucía, 13 donde ellos tenían su casa cuando nació Angelita. El padre hacía de cocinero y la madre lavaba, cosía y planchaba la ropa de los frailes. La niña fue bautizada en la parroquia de Santa Lucía, el 2 de febrero con el nombre de María de los Ángeles, pero para los que la conocen será siempre Angelita.

Su padre murió pronto. Sin embargo la madre llegara a ver la obra de su hija, y las Hermanitas de la Cruz la llamaran con el dulce nombre de "la abuelita" y quedaran admiradas de las muchas virtudes que florecían en el jardín de su alma.

Angelita fue siempre bajita, vivaz y expresiva. A los ocho años hizo su primera comunión. A los nueve fue confirmada. asistiendo pocos años a la escuela, como era habitual por aquel entonces entre las niñas pertenecientes a su clase social, aprendió los elementos de gramática, cuentas, leer y escribir lo suficiente para comunicarse. Ángela, que crecía en un piadoso ambiente familiar, pronto daría cumplidas pruebas de bondad natural. Ya de joven, nadie osaba hablar mal o pronunciar blasfemias en su presencia. Si hablaban algo menos puro, al verla llegar, decían, cambiando de conversación: "Callad, que viene Angelita".

Llegada a la edad de poder trabajar sus padres la colocaron como aprendiz en un taller de zapatería desde los 12 años para contribuir a la economía familiar, allí permaneció hasta los 29 de forma casi ininterrumpida, con todas las garantías para que en el mundo del trabajo no perdiera su inocencia y virtud cristiana. La maestra de taller doña Antonia Maldonado, era dirigida espiritual del canónigo don José Torres Padilla, que tenía en Sevilla fama de preparar santos, le llamaban "el santero" por el tipo de personas que con él se confesaban y dirigían. Con él pondrá en contacto doña Antonia a la ferviente discípula Angelita Guerrero. Allí se organizaba el rezo del rosario entre las empleadas diariamente y se leían las vidas de santos.

Cuando Angelita conoció al Padre Torres Padilla tenía 16 años. Tres años después pedirá su entrada como lega en el convento de las Carmelitas Descalzas del barrio de Santa Cruz. No la consideraron con la salud y energías físicas suficientes para los trabajos de lega y no la admitieron en el convento.

De 1862 a 1865, Ángela, que asombra por sus virtudes a cuantos la conocen, reparte su jornada entre su casa, el taller, las iglesias donde reza y los hogares pobres que visita.

Por aquel tiempo se declaró la epidemia de cólera en Sevilla y Angelita tuvo ocasión, bajo la dirección del Padre Torres, de emplearse con generosa entrega la servicio de los pobres enfermos hacinados en los corrales de vecindad, las victimas más propicias de esa enfermedad. Ángela se multiplica para poder ayudar a estos hombres, mujeres y niños castigados tan duramente por la miseria. Y en ese mismo año pone en conocimiento de su confesor, el padre Torres, su voluntad de "meterse a monja".

Bajo el consejo del Padre Torres intentó hacer el postulado en el hospital de las Hijas de la Caridad de Sevilla. Lo comenzó en el año 1868. Y, aunque su salud era precaria, las religiosas hicieron esfuerzos por conservarla, procurando enviarla a Cuenca y a Valencia para ver si se fortalecía.

Siendo novicia, tuvieron que enviarla a Sevilla para probar de nuevo con sus aires natales; pero todo fue inútil, sus vómitos frecuentes no le permitían retener la comida. Tuvo que salir del noviciado. Y, lo más doloroso para ella es que todo esto sucedía cuando su director, el Padre Torres, se encontraba en Roma, como consultor teólogo del Concilio Vaticano I.

En su casa la acogieron de nuevo con gran cariño, y en poco tiempo el señor permitió que recobrar su salud. También volvió al taller de zapatería.

Regresó pronto el Padre Torres, al tener que suspenderse el Concilio en 1870. también él la acogió con todo cariño y continuo guiándola por los caminos difíciles por los que dios quería conducirla. Ambos preveían que Dios la quería para algo que no adivinaban aún.

El 1 de noviembre de 1871 Angelita prometió en un acto privado , a los pies de Cristo en la Cruz, vivir conforme a los consejos evangélicos.

En 1873 tendrá la visión fundamental que le definirá su carisma en la Iglesia: subir a la Cruz, frente a Jesús, del modo más semejante posible a una criatura para ofrecerse víctima por la salvación de sus hermanos los pobres. Bajo la guía y mano firme de su director espiritual, irá recibiendo de Dios los caracteres específicos del Instituto que dios deseaba por su medio inaugurar en la Iglesia:

Ella siguió trabajando en el taller como "zapaterita", a la vez que, por encargo de su padre espiritual, dedicaba su tiempo libre a recoger las luces que Dios le daba sobre su vocación y futuro Instituto, hasta que recibió la orden de dejar el taller y dedicar todo su tiempo a la fundación.

Viendo que no podía ser monja en el convento, se dijo a si misma: "Seré monja en el mundo" e hizo los Votos religiosos. Un billete de 1º de noviembre de 1871 nos revela que "María de los Ángeles Guerrero, a los pies de Cristo Crucificado" promete vivir conforme a los consejos evangélicos: Ya que le ha fallado ser monja en el convento, será monja fuera. Dos años más tarde, Ángela pone en manos del doctor Torres Padilla unas reflexiones personales en las que se propone, no vivir siguiendo a Jesús con la cruz de su vida, sino vivir permanentemente clavada en ella junto a Jesús.

Ángela comienza a afirmarse en una idea que le ha venido con fuerza: "hay que hacerse pobre con los pobres".

Su alma caminó de claridad en claridad, a través de las pruebas interiores más terribles, apoyada en la clarividencia y firmeza de su director, hasta las cumbres del desposorio espiritual con Cristo. El 22 de marzo de 1873 comienza a descubrir con nitidez su carisma personal de ser ante Dios y la Iglesia Ángela de la Cruz.

Tuvo una visión del Calvario con dos cruces, una frente a la otra y muy cerca. En una estaba Jesús crucificado. Se sintió llamada por Él, en la otra: con unos deseos tan vivos y un ansia tan vehemente y un consuelo tan puro, que no me quedaba duda que era Dios quien me invitaba a subir a la cruz. De ahí en adelante, no volverá atrás en la dirección indicada por esa gracia: la pobreza, el desprendimiento de todo lo terreno a imitación de san Francisco, y la santa humildad , característica más típica, traducida en humillación: Que no haya otro estado tan bajo, tan despreciable, tan humillante, al que yo no pertenezca, y eso hasta después de su muerte.

Había encontrado el tesoro, que se le descubrirá como la voluntad de Dios, de crear un Instituto de victimas que se quieran unir a Jesús en la Cruz por la salvación de sus hermanos los pobres.

Las luces y gracias recibidas de Dios en ese tiempo, le fueron descubriendo no sólo el espíritu del nuevo Instituto, sino también, con luces y energías espirituales extraordinarias, en la historia de la espiritualidad, los caracteres que convenían a sus casas, a sus capillas, portería, dormitorio y hasta la distribución ordinaria del tiempo en sus comunidades.

Se le descubría la necesidad de rebatir con la vida de estas nuevas religiosas la corrupción de su siglo. Los librepensadores del tiempo piensan en las religiosas como en gente que no quiere trabajar y buscan una vida cómoda; y de las que se dedican a la caridad, no saben sino mandar sin que a ellas les falte nada. La regla de estas religiosas había de demostrar con el ejemplo que por sólo amor de Dios, se abrazan con todo lo contrario.

Había de reunir en una sola vida: la penitencia de los Padres del desierto con la caridad de san Vicente de Paul; la contemplación y pobreza de la más oculta religiosa con la vida laboriosa de quien trabaja para aumentar el socorro de los pobres.

Pensaba en jóvenes, desprendidas de todo lo terreno hasta de ellas mismas, sin nada terreno más que la ropa puesta y ésta de limosna: sin flores ni estampas ni ninguna clase de animalitos, para que en nada pueda apegarse el corazón; ocultas y desconocidas y sin ninguna apariencia que las haga especiales; una comunidad de vida extraordinaria por su penitencia, obediencia y mortificación en todo.

"De oración continua a imitación de los ángeles, que bajan del cielo para aliviar a sus hermanos los hombres sólo cuando Dios se lo manda. Silenciosas por las calles, lo único que debería distinguirlas es la modestia, compostura y dulzura con que habían de tratar a todos". El Instituto ayer y hoy.

En la casa había de reinar un profundo silencio, con sus paredes blancas y toda muy limpia. En el corredor ningún mueble más que de trecho en trecho un cuadrito sencillo con la estación del Vía Crucis.

El ajuar basto y limpio. Todo había de ayudar y convidar a la oración, la desprendimiento de todo, sugerir la limpieza de cuerpo y de espíritu, predicar la pobreza con solo su estilo y el seguimiento de Cristo crucificado.

Veía a las Hermanas como ángeles volar con diligencia a la asistencia de los pobres enfermos a domicilio, para evitarles el desconsuelo de verse abandonados, o apartados de la familia, porque no tienen quien se ocupe de ellos.

En invierno de 1873 Ángela formula votos perpetuos fuera del claustro, y por el voto de obediencia queda unida al padre Torres. Pero su mente y su corazón inquietos comienzan a "reinar" en una idea que continuamente le asalta: formar la "Compañía de la Cruz". Obstinada en su empeño el 17 de enero de 1875 comienza a trazar su proyecto, que, como toda obra noble, se verá colmado por el éxito, más ante los ojos de Dios que ante los ojos de los hombres.



Reflexión. Domingo XXXI del Tiempo Ordinario.


Necesitamos cristianos coherentes.

Todavía resuena en nuestra cabeza, las dos fiestas que hemos celebrado estos días en la Iglesia. La Fiesta de todos los Santos, personas como tu y como yo han pasado por este mundo, pero que han sabido ser Evangelios Vivos con sus vidas en medio de sus ambientes. Posiblemente nunca llegarán a estar en un Altar, pero, han sabido dejar una huella de amor imborrable.

También celebrábamos la fiesta de los difuntos. Una fiesta triste pero a la vez esperanzadora.

Nuestros familiares, amigos y conocidos que después de una feliz estancia terrena, han partido a la casa del Padre, descansan junto a Dios e interceden por nosotros.

En este Domingo XXXI del Tiempo Ordinario, vemos como tiene unión las lecturas con las celebraciones que hemos celebrado en estos días. Dios no quiere a personas, seguidores hipócritas. No quiere promesas vacías que ahora por la boca digo una cosa, y con mi actitud hago lo contario. Nos pide una vez más que seamos seguidores coherentes. Que nuestras palabras vayan de la mano con nuestros actos, y viceversa. No tenemos que buscar buenos puestos eclesiales, ni los mejores puestos, ni mirar por encima del hombro al otro… Tenemos que ser personas sencillas, que anunciemos con humildad el mensaje Evangélico a nuestros hermanos. Sin pretender grandes puestos, ni honores, ni sentarse en los puestos principales.

En la Primera Lectura del Profeta Malaquías

Vemos como el profeta critica duramente a los sacerdotes de su época por la gran hipocresía y el mal ejemplo que daban de su vida. Nos encontramos antes una cultura que donde después de la destrucción de Jerusalén, se empieza a reconstruir un templo sencillo, un culto que empieza a recuperar la solemnidad que se había perdido y los responsables de la “religión” son los primeros en tergiversar la ley anteponiendo el juicio propio por encima.
Esto, es una reflexión que deberíamos pesar todos para ver cuando actuamos, si lo hacemos en nombre de Dios o en nombre propio. Es decir, poniendo mi ideal por encima del Evangelio.

En la Segunda Lectura de la Carta de Pablo a los Tesalonicenses

Nos encontramos con el gran amor que tiene el Apóstol por su comunidad.
Un amor, que pasa por agradecer a su comunidad el recibimiento que le dieron cuando empezó a misionar. Tratando con cariño a la comunidad, sin ser pesado ni arrogante. Una cercanía entre el equipo que predica y los que lo oyen. Hay un ambiente cercano, donde lo central es la Palabra de Dios. Nadie es más que nadie.
Por eso, la cercanía, el respeto y la igualdad deben ser los ingredientes principales a la hora de ser anunciador del Evangelio en una comunidad.

En el Evangelio de Mateo

Leemos la dureza con que Jesús habla a los fariseos (los que transformaron el culto) y dice que “no hagamos lo que hacen ellos, porque ellos no hacen lo que dicen”. Maestros y fariseos dicen una cosa al pueblo y hacen otra. Tienen contradicción con sus palabras y sus obras. Les interesa que lo vean las gentes, mientras que no hacen nada y ponen cargas al resto.

El Evangelio, llevándolo a la actualidad, podríamos pensar y decir que son muchos los que en nuestra sociedad, se llenan de palabras bonitas, de actos públicos y no se lo creen ni ellos mismos. Es más fácil mandar desde un despacho, que mancharse en el día a día, codo con codo con las personas.

El Evangelio de hoy es bastante claro. Más que palabras, deberíamos leerlo, reflexionarlo y rumiarlo. No hace falta explicarlo. Pero dos claves:
Todos somos hermanos, y uno solo es el Maestro: Cristo.

Invitación a seguir a Jesús siendo coherentes en nuestra vida cristiana personal, en nuestra vida comunitaria y en nuestra vida Eclesial. Y desde ahí, que nuestro mayor sillón, cátedra, despacho o mandato, sea el servir a los demás con humildad. Sin querer estar por encima de nadie. Ni siendo sacerdotes, ni obispos, ni políticos, ni religiosos.

Todos somos iguales, todos desempeñamos una misión y a mayor cargo, mayor sea la humildad y el servicio con que tratemos a los demás. Todo lo que se salga de aquí, es porque manipulamos el Evangelio a nuestro interés.

Que María, la Virgen, nos ayude a no creernos mejores que los demás, a no pisotear cuando tengamos un cargo… Y seamos humildes y honestos para ser verdaderos y coherentes cristianos en nuestra sociedad.

Y, por ser día de Santa Angela de la Cruz, ella interceda por cada uno de nosotros para hacer el bien sin mirar de que condición y raza es.
Que así sea.


04 noviembre 2017

Mensaje del Papa Francisco para este mes: Por Asia.



Hoy la Orden Trinitaria celebra a San Féliz de Valois. Compañero de San Juan de Mata en el comienzo de la Orden.


Poco se sabe con certeza de la vida de Félix de Valois, en las crónicas trinitarias apenas hay referencias a él, y siempre están rodeadas de un halo de misterio. No han sido pocos los que, incluso, han dudado de su existencia, sin embargo, los documentos pontificios dirigidos al hermano Félix, Ministro son suficientemente aclaratorios para asegurar su existencia, libre, eso sí, de las leyendas y mitologías que lo han rodeado a lo largo de los siglos.

Cuando Juan de Mata se retira a Cerfroid tras su primera misa en Paris encuentra a un grupo de ermitaños, encabezados por Félix. Es a estos hombres de oración a quienes cuenta su proyecto y de los que recibe el impulso que necesitaba y buscaba para hacerlo realidad. En la tradición de la Orden siempre se ha considerado a Félix como el primer compañero de Juan de Mata para la fundación de la Orden.

Tras la aprobación de la Orden, el papa Inocencio III, en varias bulas confirmatorias, reconoce las casas trinitarias de Cerfroid, Fointeneblau y Bourg la Reine, y en ellas la presencia de los hermanos de la Casa de la Santísima Trinidad, la Domus Trinitatis soñada conjuntamente por Juan y Félix. Más tarde, con la extensión de la Orden Trinitaria, un hermano llamado Félix, Ministro aparece en la casa de Marsella y en la de Cerfroid.

La tradición de la Orden Trinitaria siempre ha considerado a Félix de Valois como el complemento de Juan de Mata. Siendo esta la primera Orden aprobada por la Iglesia de carácter no monástico, fundada en ciudades y en casas, Félix representa la dimensión contemplativa y orante de la misión trinitaria; es obvio que Juan de Mata representa la dimensión activa, redentora, tan característica de la Orden.

Es también tradición que Félix murió en Cerfroid el 4 de noviembre de 1212, un año antes que Juan de Mata muriera en Roma (17 de diciembre de 1213), si bien, como ya hemos dicho con anterioridad, no hay datos precisos que confirmen este dato. Con la pérdida de la Casa de Cerfroid por los trinitarios durante la Revolución francesa, tanto la iglesia como la casa y las tumbas quedaron saqueadas y destruidas. Actualmente hay una comunidad trinitaria en Cerfroid pero de la tumba de Félix no se ha vuelto a saber nada. La parroquia que se atiende desde la Casa lleva su nombre y allí se mantiene la tradición de este hombre sencillo y de fe que colaboró con la fundación de la Orden Trinitaria. El papa Urbano VIII reconoció su culto inmemorial en 1666, junto con el de Juan de Mata, y lo proclamó santo.

Son muchas las tradiciones sobre San Félix, todas ellas reflejadas en textos poéticos antiguos que relatan los orígenes de la Orden, pero con poco valor histórico. Una de ellas tiene que ver con los meses que convivió con Juan de Mata en Cerfroid, mientras le ayudaba a discernir la voluntad de Dios y el lugar más adecuado para ello. Un día, mientras paseaba por el bosque de Cerfroid, pudo ver un gran ciervo que se acercaba a beber a un arroyo cercano, fijándose mejor descubrió que entre sus astas brillaba una cruz en forma griega, con el brazo horizontal en azul y, sobre él, el brazo vertical en rojo. Al comunicarlo a Juan de Mata ambos coincidieron en identificar esta señal como divina y usar esa extraña cruz bicolor como signo distintivo de los religiosos redentores. Esta tradición es la que sostiene la presencia de un ciervo con una cruz entre las astas en la iconografía trinitaria, así como a los pies de San Félix, a veces incluso de San Juan de Mata.

Hay otra tradición sobre San Félix. Mientras Juan de Mata extendía la Orden fundando nuevas casas, Félix quedaba en Cerfroid con los hermanos en oración y acogiendo pobres y cautivos en la Casa. La víspera de la fiesta de la Natividad de María, el 7 de septiembre, mientras la comunidad rezaba los maitines, los hermanos se quedaron dormidos, excepto Félix que mientras se lamentaba de tan grave falta, contempló asombrado cómo descendían del cielo decenas de ángeles que le acompañaron al instante en el canto de los maitines a la Virgen, y la mismísima Virgen María ocupaba su lugar en el sitial de la presidencia para dirigir la oración sálmica a Dios Trinidad. La Orden ha celebrado, hasta la reforma del calendario litúrgico realizada por Pablo VI, esta fiesta el día 7 de septiembre con gran boato. En muchas casas se colocaba una imagen de la Virgen María, llamada del Coro, en el lugar de la presidencia, las monjas trinitarias contemplativas aún conservan esta tradición.

02 noviembre 2017

Hoy rezamos por todos los difuntos.



Pedimos al Señor que acoja en sus brazos a todos nuestros familiares, amigos y conocidos que han pasado de este mundo terreno a la Jerusalén celeste.

Padre Nuestro...
Dios te Salve Maria...
Gloria al Padre y al hijo y al Espíritu Santo...
---
Dales Señor el Descanso Eterno
Y brille para ellos la Luz perpetua.
Descansen en Paz.
Amén.  

01 noviembre 2017

Se nos invita a ser santos.




¡Feliz día de todos los Santos!

El uno de noviembre, celebramos todos los católicos el día de los Santos.
Celebrar esta fiesta, es celebrar a personas que han pasado por este mundo, por nuestro lado, haciendo el bien: familiares, amigos, vecinos… etcétera.
Algunos profesando su fe en Cristo Jesús, y alomejor otros sin profesar directamente, pero, teniendo un gran amor al prójimo.
Y como dijimos en el Evangelio del domingo pasado XXX del tiempo Ordinario, ”Dios está en la persona. Quien ama a Dios ama al prójimo y quien ama al prójimo, ama a Dios” van enlazado uno con otro.

Personas como tú y como yo que han sabido andar por nuestro mundo dándole un color diferente, actuando con el arma del amor, la compresión, la ayuda…
Los que popularmente se les llama los “santos de zapatillas” porque seguramente, no han sido introducidos en causas de los Santos y no están puestos en los altares.

Todos estamos llamados a ser santos. Dios nos quiere santos.
Ser santo, como diría Santa Teresa de Jesús es ser “amigo fuerte de Dios”.
Un Dios que se entregó en la Cruz para resucitar al tercer día y salvarnos de la muerte.
Amigos, de un Dios que se entrega cada día en la Eucaristía, que se hace presente en cada persona, en especial, en los más necesitados.

Ser santos no es ser solamente “buena persona” y “ayudar” cuando nos necesiten.
Es ser algo más. Y ese ”más” es que, al ser bautizado en el nombre de la Santa Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo, somos herederos y partícipe de una comunidad de AMOR y debemos reflejarlos en nuestro entorno, con nuestros hermanos e irradiar al mundo de esa luz.

No es una utopía. Se puede conseguir si uno se pone manos a la obra.
Por eso, esta fiesta nos lo recuerda. Celebrar a hombres y mujeres que han sabido ser reflejo de Dios Trinidad en sus ambientes, ayudando, entregándose y poniendo en el centro de sus vidas a Dios y al prójimo.

Algunas de esas personas, son Santos reconocidos por la Iglesia y dándoles culto en las parroquias y otros son santos (repito) “de zapatillas”. Pero tanto uno como otro, son iguales y tienen en común que han sabido AMAR hasta el extremo.

Ojalá que sepamos imitar a tantas personas que han pasado por nuestro lado y nos han dejado un gran legado de amor y aprendamos que cuánto más se ama, más felices somos.

Que la Virgen María interceda por cada uno de nosotros para que seamos ejemplo de santidad en medio del mundo.
Que así sea.