“No se puede seguir a Jesús sin seguir a la Iglesia. Quien cede a la tentación de ir por su cuenta corre el riesgo de no encontrar nunca a Cristo". (Papa Benedicto XVI).
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21 mayo 2018
La fe de la Virgen.
1.° ¿En qué consiste? La Fe esencialmente consiste en creer una cosa sólo porque Dios nos la ha revelado. Comprende la importancia y el mérito de esta definición. No hay que creer porque lo entendamos o lo demostremos con evidencia, como sucede con las verdades humanas..., sino que hemos de someter nuestro juicio... y nuestro parecer... y nuestros sentidos... y nuestra razón misma..., a la palabra de Dios. Él lo dice y ya basta para que creamos sin buscar ni desear más razón que esa. ¡Qué humildad!..., ¡Qué sumisión!... ¡Qué confianza en Dios supone el acto de fe! Por eso tanto agrada al Señor..., por eso también tanto le ofende el pecado de incredulidad. Piensa la injuria que se hace a una persona cuando dice algo y no se la cree... Sencillamente estamos dudando entonces de su veracidad y juzgamos o que nos engaña con malicia, o al menos se engaña y se equivoca en lo que dice. Es decir, que cuando no creemos a alguien, es porque le tenemos por ignorante y no sabe lo que dice..., o por mentiroso, que trata de engañarnos. Aplica esta regla al acto de fe divina, y comprende la enormidad del pecado y de la ofensa que para Dios supone el que el hombre tenga a Dios por ignorante o por mentiroso, y por eso no le crea. ¡Qué horrible desvergüenza!... ¡Qué espantoso atrevimiento! La fe, por tanto, es una virtud sobrenatural... infundida por Dios en el alma..., cuyo objeto es el mismo Dios. Por eso se la llama virtud teologal..., que nos da a conocer a Dios no por medios humanos... ni con las luces de la razón, sino por la influencia de la divina gracia. ¿Qué extraño, siendo esto la fe, que se encontrara en grado tan heroico en la Santísima Virgen? Dios tuvo complacencia especial en infundir esta hermosísima virtud en su Madre Santísima... para que nos sirviera de modelo. María cree siempre... con sencillez..., con confianza..., sin vacilaciones ni dudas, en la palabra de Dios.
2.° Un caso de fe. Es fácil encontrar ejemplos de éstos en la vida de María. Recuerda uno de ellos: el Ángel de la Anunciación pone a prueba su fe..., la dice de parte de Dios que concebirá y dará a luz un hijo... Ella, la Virgen, ¿podía ser Madre? Naturalmente esto es imposible... Sin embargo, no duda..., no vacila… En cuanto conoce la voluntad de Dios, cree en El y virginidad. A Zacarías se le anuncia un hijo que será el Precursor del Mesías... A María el mismo Mesías... y, sin embargo, Zacarías duda... y María cree. Recuerda el caso maravilloso de la fe de Abraham. Dios le dice que será padre de una gran descendencia... y para eso le anuncia un hijo, Isaac..., pero a la vez le manda que le sacrifique aquel hijo único que tiene... ¿Cómo se va a multiplicar su descendencia de este modo?... Abraham, no obstante, cree sin vacilar la palabra de Dios..., se dispone al sacrificio... y merece, por ello, ser llamado «Padre de los creyentes». Imagen es ésta de la fe de María... Dios la ha inspirado su voto..., único..., desconocido hasta entonces, de la virginidad. Sabe que esto significa renunciar a la posibilidad de ser Madre del Mesías, que era el anhelo santo de todas las mujeres judías... María, por agradar a Dios, renuncia generosamente y se hace Virgen... Pero ahora el Ángel le anuncia su gloriosa maternidad, y María..., sin dudar ni vacilar..., pregunta si es esa la voluntad de Dios, y en cuanto la conoce, la abraza y cree firmemente todo lo que se la dice. Ella no sabe cómo puede ser eso..., su razón choca con la unión de la virginidad y la maternidad..., pero somete su criterio..., su parecer..., su razón misma... y cree con firmeza y sencillez... ¡Qué fe más grande la de María!
3.° Consecuencias. Si tuvierais fe, dice Cristo, traspasaríais los montes... La fe es la que hace los milagros. En el Evangelio, el Señor parece que se recrea en hacernos ver que era la fe la que obraba los prodigios. Así dice: «Vete, tu fe te ha salvado.» Y otras veces: «Sea como tú has creído.» En María, obró el milagro de los milagros...; su fe atrajo al Hijo de Dios, de los Cielos a su purísimo seno... Así lo dice Santa Isabel cuando la Visitación: «Bienaventurada Tú, porque has creído...» Así también sucederá en ti. Una fe de esta clase, será en ti la fuente de las grandes bendiciones... y de las gracias extraordinarias del Señor. — Él las derrama abundantísimamente en el que de este modo en Él cree y en Él confía. Pero comprende bien el valor de la fe de la Virgen y compárala con la tuya... ¿También imitas en esto a tu Madre?... ¿Es sencilla tu fe y crees firmemente no ya sólo los dogmas y verdades reveladas, sino todo lo que el Señor, de una o de otra manera, te dice?... ¿O eres de los que creen que es cosa de Dios, lo que les agrada... y desechan lo que les disgusta? Dios te hablará, además, directamente a tu alma por medio de sus inspiraciones, y también te hablará por medio de tus Superiores y representantes suyos... ¿Los oyes y los crees? Y si los crees, ¿sabes someter tu voluntad y tu parecer propio al suyo..., aunque no entiendas el cómo ha de ser..., ni el por qué de lo que te dicen? ¿Imitas a tu Madre en esta sumisión a lo que te dicen de parte de Dios y la aceptas... aunque te cueste..., aunque te humille? Termina pidiendo a la 180 Santísima Virgen una fe semejante a la suya, y una docilidad grande, cuando oigas la voz de Dios que te llama, para que le creas y le sigas en todo momento..., sin vacilar ni un instante.
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