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30 septiembre 2018

Evangelio. Domingo XXVI del Tiempo Ordinario.





Según San Marcos 9, 38 - 43. 45. 47 - 48.

En aquel tiempo, Juan le dijo: «Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre y no viene con nosotros y tratamos de impedírselo porque no venía con nosotros». Pero Jesús dijo: «No se lo impidáis, pues no hay nadie que obre un milagro invocando mi nombre y que luego sea capaz de hablar mal de mí. Pues el que no está contra nosotros, está por nosotros. Todo aquel que os dé de beber un vaso de agua por el hecho de que sois de Cristo, os aseguro que no perderá su recompensa.

»Y al que escandalice a uno de estos pequeños que creen, mejor le es que le pongan al cuello una de esas piedras de molino que mueven los asnos y que le echen al mar. Y si tu mano te es ocasión de pecado, córtatela. Más vale que entres manco en la Vida que, con las dos manos, ir a la gehenna, al fuego que no se apaga. Y si tu pie te es ocasión de pecado, córtatelo. Más vale que entres cojo en la Vida que, con los dos pies, ser arrojado a la gehenna. Y si tu ojo te es ocasión de pecado, sácatelo. Más vale que entres con un solo ojo en el Reino de Dios que, con los dos ojos, ser arrojado a la gehenna, donde su gusano no muere y el fuego no se apaga».

28 septiembre 2018

San Simón de Rojas, Ruega por nosotros.



La oración hace al alma humilde y fuerte.


Siempre fue, es y será, en el cielo y en la tierra, muy válida la humildad, pues vemos que, no solamente en la casa de Dios, que es su Iglesia, levantan al que se humilla, pero en medio del mundo y de sus valedores tiene el humilde su lugar y suprema estima; de manera que tiene su justo valor esta soberana virtud, no solamente entre virtuosos pero aun entre viciosos; no solamente entre humildes es estimada, pero los ambiciosos la adoran; pues ellos al que ven rendido y humilde lo encaraman y ensalzan, y el vicioso y vano de todos es aborrecido, a todos cansa; y así por singular loa de esta virtud pone San Bernardo que tiene cabida por los hombre soberbios, con ángeles humildes y con el mismo Dios. Por lo cual el bienaventurado Santo Tomás entre gran número de virtudes le da palma.

Despídase, pues, de aprender humildad y conocer la pequeñez y poquedad propia el que no usare el santo ejercicio de la oración, en cual Dios al alma enseña sólida y no aparente humildad, porque el camino por donde el Padre Eterno ha de dar a conocer a su precioso y humilde Hijo, espejo sin mancilla en quien nos hemos de mirar, como dice San Pablo, es la oración; y así como el espejo puesto ante los ojos descubre y muestra las faltas del rostro, así presente Jesucristo en ella, te verás en la oración y te humillarás y estimarás en menos de lo que tu vanidad pide. Viéndose en este espejo y puesto de rodillas el santo Patriarca Abraham, se llamó polvo y ceniza, y el Profeta Job, pabilo quemado; y el rey David, gusano y no hombre. Y lo que es sobre todo esto, la purísima Reina del Cielo, llamada Madre de Dios, como lo era, por el ángel, mirándose en este clarísimo espejo, se llamó esclava del Señor.

De manera que si no oras, te desconocerás, pero si quieres saber quién eres, y el solar de tu origen y principio y por ese camino granjear esta alta virtud de la humildad, súbete al homenaje y atalaya de la oración, porque desde allí verás que, reyes e reinos son como si no fuesen. Desde esta atalaya dio voces un profeta diciendo ser toda la carne heno y su gloria como la flor del campo. Desde lo alto de esta torre mandó el sabio Rey pregonar que todo el mundo era vanidad, vano el vivir, vana la hermosura, las telas, flores y galas, y los que las traen también.


San Simón de Rojas.

Hoy celebramos al Trinitario San Simón de Rojas.




Nació en Valladolid, España, el día 28 de octubre de 1552. Educado en la piedad desde la infancia, ingresó después en la Orden de la Santísima Trinidad. Casi toda su vida transcurrió entre cargos de docencia y oficios de gobierno. Al mismo tiempo se dedicó por entero a la dirección espiritual, a la promoción de obras de misericordia y piedad y a propagar de una manera especial la devoción a la Virgen María, en cuyo honor fundó la Congregación del "Ave María". Murió en Madrid el 29 de septiembre de 1624. Fue canonizado por el papa Juan Pablo II el 3 de julio de 1988.



24 septiembre 2018

En la fiesta de la Virgen de la Merced, rezamos por todas personas que están privadas de libertad. Para que sepamos ser sensibles ante sus necesidades.



Hoy la Orden Trinitaria celebra al Beato Mártir Trinitario Marcos Criado.


Marcos Criado nace en Andújar, provincia de Jaén, el 25 de abril de 1522, del matrimonio formado por Juan Criado Notario, natural de Higuera de Arjona, y María (o Marina) Guelamo Pasillas, natural de Andújar. Era el menor de los hijos, y este dato, unido al hecho de nacer en una familia acomodada, hicieron que la infancia de Marcos estuviera llena de caprichos y gustos. Desde muy pequeño comienza a frecuentar el convento de los trinitarios calzados de Andújar, ejerciendo de monaguillo. 

Con nueve años muere su madre, y quedan en la casa su padre y él solos, ya que sus hermanos estaban todos casados. Padre e hijo hacen desde entonces una vida casi de religiosos. El joven Marcos pide permiso a su padre para visitar la ermita de la Virgen de la Cabeza, en la sierra de Andújar. El corto tiempo que estuvo en aquel cerro los ermitaños que allí vivían quedaron asombrados de su vida de sacrificio y de oración ante la Virgen. A ella se entrega y la toma por madre, prometiéndole entregarse por siempre al servicio de Dios, siguiendo a Cristo llevando su cruz. 

Cuando regresa a Andújar y cuenta a su padre todo lo sucedido, éste decide entregarse también a Dios como religioso y reparte sus bienes entre sus hijos. Marcos, con lo que le corresponde decide hacer tres partes: una para el convento de la Trinidad de Andújar, otra para la redención de cautivos y una tercera para hacer caridad con los pobres.

Liquidadas sus cuentas personales pide ser admitido como religioso trinitario. Su padre había ingresado al mismo tiempo en el convento franciscano de la Arruzafa en Córdoba. Marcos comienza su noviciado en 1536, siendo su maestro fr. Fernando Ramírez. Desde el primer momento hizo gala de su espíritu de servicio, solía decir que había nacido criado y como tal debía obrar durante toda su vida, ofreciéndose siempre para los trabajos más humildes. El año 1537 realizó su profesión y comenzó en el mismo convento de Andújar los estudios de Filosofía y Teología. Pero fr. Marcos no estaba contento, pensaba que esos dones podían ser motivo de orgullo y por eso pedía que Dios le enviara humillaciones. Entre otras, él mismo no quiso presentarse a los exámenes que le conferirían el grado de bachiller. Tuvo que intervenir el Ministro Provincial para que, bajo voto de obediencia, se presentara a dichos exámenes. Cuentan que así lo hizo pero respondió tan mal que fue descalificado. No había faltado contra la obediencia, ni contra la humildad que prometiera ante la Virgen de la Cabeza.

Nada más recibir la ordenación sacerdotal fue nombrado Predicador Mayor del convento de Andújar. Muchos ya veían en él otro Manuel Guerra y Ribera, o un segundo Paravicino. Su fama de orador y de maestro de almas se extendió por toda Andalucía, hasta el punto de que tenía cada vez menos tiempo para él mismo. Pidió entonces traslado a otro convento, siendo destinado con el cargo de Predicador Mayor al convento trinitario de Jaén. Pero su fama había llegado hasta Jaén y nada más llegar tenía ya largas colas en el confesionario y en la puerta del convento. Nuevamente pidió ser trasladado, esta vez a un lugar más tranquilo, y el Provincial lo trasladó al convento de Úbeda. En él tuvo oportunidad de dar nuevas muestras de su humildad, tomando para sí el oficio de sacristán y todas las limosnas que recibía por las predicaciones y donativos particulares las empleó en renovar los ornamentos y vestiduras litúrgicas de la iglesia del convento. En el Protocolo de la Casa de Úbeda se conserva una escritura otorgada en aquellos días, firmada por todos los religiosos de la Casa, con la firma de fr. Marcos Criado, sacristán, y no Predicador Mayor que era título de mayor categoría.

A causa de la revuelta de los moriscos, y bajo petición del papa Pío IV, los obispos de Guadix y de Almería, solicitaron en 1560 a las Órdenes Religiosas el envío de misioneros a las Alpujarras para contrarrestar el alcance de la insurrección y ayudar a las pequeñas poblaciones de cristianos que se veían amenazados por la revuelta. El Ministro de la Casa de la Santísima Trinidad de Almería tramitó esta petición al Ministro Provincial, que visitaba en esos días el convento de Úbeda, y así lo comunicó a los hermanos. De los cinco religiosos que pedían los obispos, sólo respondieron dos, fr. Marcos Criado y fr. Pedro de San Martín, ambos del convento de Úbeda. Camino de Almería ambos religiosos pararon a visitar al obispo de Guadix, D. Melchor Álvarez de Vozmediano. Los contratiempos comenzaron pronto, nada más llegar a Almería, antes de comenzar la misión propiamente dicha, fallecía inesperadamente fr. Pedro de San Martín. Fr. Marcos quedaba solo, pero eso no impidió que ganara en ánimo y renaciera su antiguo espíritu de entrega, partiendo hacia el pueblo de La Peza, cercano a Guadix.

Pronto conocieron en aquel pueblo las artes oratorias de Fr. Marcos, aunque también lo conocieron pronto los que se iban a convertir en sus perseguidores. Marcos Criado pidió permiso al obispo de Guadix para adentrarse en las Alpujarras granadinas y ayudar a los cristianos que aquellas aldeas habían quedado aislados. El obispo le dio cartas de recomendación y presentación para los párrocos y autoridades de aquellos pueblos, que acogían con gran alegría la llegada del fraile trinitario. Las orillas del río Almanzoro, los pueblos de Vera, ,Cádiar, Poqueiza, Juviles, Trevelez, Laroles, Ugijar, entre otros, fueron testigos del paso de Marcos Criado, oyeron sus predicaciones, sintieron su apoyo en tan duros momentos para su fe, incluso fueron testigos de no pocas palizas que recibió de grupos de moriscos que esperaban su paso por los caminos abruptos de las Alpujarras.

Vuelto a La Peza la situación se había hecho insostenible. Los rebeldes moriscos prácticamente habían tomado el pueblo. Las palizas, empujones, injurias, incluso puñaladas y pedradas, eran continuos, alguna vez le dieron por muerto. Marcos Criado se mantuvo siempre dispuesto a dar su vida por Cristo, y por aquellos cristianos por los que había dejado todo. Estaban llegando las humillaciones que con tanto tesón pidió desde joven a Dios.

La última paliza le sobrevino el 21 de septiembre de 1569. Un grupo de moriscos lo encerró primero en la iglesia del pueblo, junto a un gran número de fieles que le defendían a ultranza, entre los que se encontraba el párroco de La Peza, que al salir en defensa del trinitario fue apuñalado y murió allí mismo. A fr. Marcos lo llevaron arrastras hasta las afueras del pueblo, lo ataron a un árbol y a base de golpes pretendían que renunciara a su fe. Marcos respondía: ¿Renegar de Cristo?, jamás. Lo colgaron del árbol de modo que los pies no tocaban el suelo. Pasó toda la noche en esta posición. por la mañana, viendo que seguía vivo y estaba cantando salmos, lo apedrearon hasta dejarlo inconsciente. Pasó todo el día así. El 25 de septiembre, viendo que no moría, un morisco le abrió el pecho y la extrajo el corazón.

Según cuenta la tradición, de su corazón salió un resplandor y en él se veía escrito el anagrama del nombre de Jesús (IHS). Ante este prodigio los moriscos retrocedieron. Era el año 1569, fr. Marcos Criado tenía 47 años de edad y 33 de profesión religiosa, pronto se hicieron eco de su martirio los mejores predicadores de la época, se escribieron relatos que alentaran a otros en sus virtudes y se extendió su fama de santidad. El papa León XIII lo beatificó el 24 de julio de 1899.

Los abusos y los pecados de la Iglesia solo se combaten todos unidos junto al Papa.


Es una pesadilla. Es un horror. Cuando pensábamos que lo peor ya había pasado, que bastante teníamos con los escándalos de abusos en Australia, Irlanda, Boston o Chile, la magnitud y la gravedad horripilantes de lo acontecido en Pensilvania, en el reciente pasado, nos ha de estremecer, avergonzar y poner en situación de conversión individual y colectiva, más allá que de las responsabilidades sean siempre solo individuales.

Porque, como ha escrito el Papa Francisco en su dolorida, conmovedora e interpeladora carta al pueblo de Dios, del pasado 20 de agosto (ver páginas 40 y 41), conjuntamente con todo tipo de esfuerzos para sanar, reparar y prevenir estos tan abyectos crímenes, “es necesario que cada uno de los bautizados se sienta involucrado en la transformación eclesial y social que tanto necesitamos”. Una transformación –añade- que reclama “la conversión personal y comunitaria”.

Dicho con otras palabras, también de Francisco, y sin quitar un ápice de responsabilidad a los autores por acción u omisión de estos delitos de abusos varios bueno será que cada de uno de los miembros de la Iglesia nos formulemos, por pequeña que puede ser nuestra contribución, la pregunta “¿qué puedo hacer yo para descubrir los abusos ocultos y para ayudar a las víctimas para que sigan adelante?”.

Es evidente que, sobre todo, tras los escándalos de los abusos en la Costa Este de Estados Unidos, conocidos en los primeros años de este siglo, la Iglesia ha reaccionado con decisión ante esta lacra. Ya Juan Pablo II endureció la legislación canónica al respecto y se redactaron los primeros protocolos de actuación y de prevención. Años después, ya con Benedicto XVI, se extremaron las medidas, que Francisco no solo está llevando a rajatabla, sino que incluso de endurecido, consciente, como escribió el 20 de agosto, de que “las heridas nunca desaparecen y nos obligan a condenar con fuerza estas atrocidades, así como a unir esfuerzos para erradicar esta cultura de muerte”, que deja “heridas que nunca prescriben”.

Pero es también evidente que todavía se ha de poder –se ha de deber- hacer más.  Así, es imprescindible que se vaya a la raíz de esta carcoma y corrupción espiritual tan grave, tan dañina, tan devastadora. Y una de las raíces de esta inadmisible y pecaminosa lacra es, señala asimismo Francisco, “una manera anómala de entender la autoridad en la Iglesia -tan común en muchas comunidades en las que se han dado las conductas de abuso sexual, de poder y de conciencia- como es el clericalismo”. Una manera de entender la autoridad que ha hecho del silencio y del encubrimiento la respuesta, tantas veces habitual, a estas atrocidades, que contradicen gravemente el Evangelio y lastran y pulverizan la misión evangelizadora de la Iglesia.

Así, pues, preciso será recordar y poner en la práctica que “todo lo que se realice para erradicar la cultura del abuso de nuestras comunidades, sin una participación activa de todos los miembros de la Iglesia, no logrará generar las dinámicas necesarias para una sana y realista transformación”.

¿Y cómo llevarlo a cabo? Toda la Iglesia unida en torno a su pastor supremo, todos unidos junto al Papa. Unidos, pues, a Francisco que, de modo tan admirable, tan valiente y tan aleccionador, ha tomado sobre sus espaldas la inmensa y pesada cruz de guiar a la comunidad eclesial desde las tinieblas de este horrendo pecado y crimen a la necesaria reparación, sanación y extirpación.

Por todo ello y por tantos otros motivos, es necesario que todos los miembros de la Iglesia expresemos y reiteramos en este contexto concreto y en la ardua y dolorosa travesía descritas nuestro apoyo incondicional hacia el Papa, hacia el Vicario de Cristo en la tierra, hacia Pedro, hacia, ahora, Francisco. Y las andanadas y campañas que contra él se han urdido en las últimas semanas (ver páginas 44 y 45), solo han de merecernos el desprecio y la indignación. Más aún si proceden de altos eclesiásticos, quienes precisamente en virtud de la ordenación recibida y del ministerio confiado, deberían ser todavía más fieles a quien en la Iglesia es el único garante y quicio de la unidad, la comunión y la misión: el Papa.

Con intoxicaciones e infidelidades como las aludidas, no se combaten los pecados de la Iglesia. Al contrario: se incrementan. Solo se combaten todos unidos junto al Papa.


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23 septiembre 2018

Evangelio. Domingo XXV del Tiempo Ordinario.




Según San Marcos 9, 30-37.

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos pasaban por Galilea, pero Él no quería que se supiera, porque iba enseñando a sus discípulos. Les decía: «El Hijo del hombre será entregado en manos de los hombres; le matarán y a los tres días de haber muerto resucitará». Pero ellos no entendían lo que les decía y temían preguntarle. 

Llegaron a Cafarnaúm, y una vez en casa, les preguntaba: «¿De qué discutíais por el camino?». Ellos callaron, pues por el camino habían discutido entre sí quién era el mayor. Entonces se sentó, llamó a los Doce, y les dijo: «Si uno quiere ser el primero, sea el último de todos y el servidor de todos». Y tomando un niño, le puso en medio de ellos, le estrechó entre sus brazos y les dijo: «El que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe; y el que me reciba a mí, no me recibe a mí sino a Aquel que me ha enviado».

Aunque hoy prevalece el Domingo, día del Señor, recuerdo en el día de su fiesta, a un gran santo: Pío de Pietrelcina. Que él interceda por cada uno de nosotros y nuestras necesidades.



18 septiembre 2018

Recordamos la entrevista de la sobrina de Santa María de la Purísima de la Cruz hace un año.


P. ¿Dónde nació Santa María Purísima?

R. El 20 de febrero 1926 nació en Madrid una niña llamada María Isabel Salvat Romero. A pesar de los lazos familiares que le unían con las religiosas irlandesas y de ser alumna de su colegio en la calle Velázquez, María Isabel vio dar forma a su vocación en la Compañía de la Cruz fundada por Sor Ángela.

P. ¿Cómo era de Pequeña?

R. Dicen de María Isabel que era una niña alegre y bondadosa, espiritual y profunda.
El ejemplo de su madre, bondadosa y generosa influyó en su inclinación por los más necesitados.

P. ¿En qué año ingresó en las Hermanas de la Compañía de la Cruz?

R. Segura de su vocación y su deseo de santidad, tuvo que vencer algunas dificultades hasta ingresar como postulante en el convento de las hermanas en Sevilla en 1944. “Hacerse pobre con los pobres para acercarlos a Cristo”, el lema de Sor Ángela que sor María de la Purísima hizo suyo de por vida atraída por la espiritualidad humilde y sacrificada de Sor Ángela.

P. Una vocación muy particular.

R. Las hermanas de la Cruz visitaban la casa de María Isabel en sus rondas como limosneras por el barrio de salamanca y en esas visitas ella fue conociendo a las monjas y su carisma.
Sabía que atendían a enfermos y necesitados y que tenían colegios para niñas pobres; un día tuvo la oportunidad de conocer el convento de las hermanas en la calle Rey Francisco de Madrid y quedó cautivada por el ambiente de pobreza, espiritualidad y sacrificio que allí se respiraba, tanto que allí mismo dijo: “éste es mi sitio”.
Desde entonces se mantuvo fiel a su vocación y al carisma de las Hermanas de la Cruz. “pase lo que pase, sea lo que sea, cueste lo que cueste, siempre fiel” solía decir.

Fue Superiora en varios conventos de la Compañía, maestra de novicias y General del Instituto.

P. Una Santa de nuestro hoy. Del siglo XXI.

R. Santa María de la Purísima es una santa cercana. Muchas personas la han conocido y tratado.
La mayoría de las Hermanas de la Cruz desde luego, pero también las que fueron sus alumnas, enfermos a los que asistió, sacerdotes etc… y también su familia y amigos de la infancia.

Al mirar atrás, los momentos con ella están bañados con su sonrisa serena, su interés por nuestras cosas haciendo suyas las preocupaciones de cada uno aunque fueran pequeñeces y dando a todo, lo bueno y lo malo, una visión sobrenatural.

Según pasaban los años o según nos hacíamos nosotros mayores nos fuimos dando cuenta que nuestra tía irradiaba una luz especial. En los inicios del proceso de canonización otras personas que la trataron nos decían que habían tenido una sensación igual.

Decía Madre María de la Purísima que la santidad radicaba en gran parte en hacer lo ordinario extraordinariamente bien. Y fue ejemplo de ello.

P. ¿Qué recuerdos tienen sus alumnas?

R. Sus alumnas la recuerdan como una madre preocupada y cariñosa que si las reñía, lo hacía con dulzura. Se reservaba los trabajos más duros y hay muchos testimonios de ello especialmente cuando estuvo de superiora en Villanueva del Río y Minas donde se enfrentó a la suciedad, la enfermedad y la pobreza de modo especialmente intenso.

A las niñas les enseñaba a rezar y a confiar en el Señor como ella hacía. En un vuelo a Argentina, viaje que realizaba cada año para visitar a las hermanas de la Cruz que estaban más alejadas, hubo problemas por una amenaza de bomba y ella permaneció tranquila, con los ojos cerrados como si nada ocurriera ante el asombro de la Hermana que la acompañaba y el resto de los viajeros.

P. ¿Podría englobar toda su vida en una frase que la destacara?

R. “Lo más hermoso de la tierra es buscar a Dios, encontrarse con Él, llenarse de su amor y de Él repartir a otros”. Este pensamiento de Santa María de la Purísima es para muchos resumen de su vida.

P. El proceso de beatificación y canonización, ha sido uno de los más rápidos en la Iglesia.

R. Si.
Ella falleció con olor de santidad el 31 de octubre 1998.
Tan sólo doce años después de su fallecimiento fue beatificada en Sevilla.
En 2015, tres años más tarde, el 18 de octubre de 2015 se celebró su canonización en Roma.

Muchas gracias a Doña Olga Salvat, por acercarnos un poco más a la vida de Santa María de la Purísima de la Cruz.


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Onomástica de Santa María de la Purísima de la Cruz.



El Papa Francisco canonizó el domingo 15 de octubre de 2015 a la santa española Madre María de la Purísima de la Cruz, superiora general de la Congregación de las Hermanas de la Compañía de la Cruz, quien dedicó su vida a atender a los pobres, los enfermos y a los más necesitados. Es la segunda religiosa de esta congregación en subir a los altares, junto con la fundadora Sor Ángela de la Cruz.

María Isabel Salvat Romero, nombre con el que fue bautizada, nació en Madrid el 20 de Febrero de 1926. Perteneciente a una familia acomodada de la capital española, la nueva santa tomó los votos en 1952 y antes de llegar a Sevilla pasó por los conventos de Estepa y Villanueva del Río y Minas.

Fiel seguidora de Santa Ángela y observadora intachable de las reglas del Instituto, mantuvo intacto el carisma fundacional. Fue elegida Madre general de la Compañía de la Cruz el 11 de Febrero de 1977, pero antes fue maestra de novicias y consejera generalicia. Austera y pobre para sí misma -«De lo poco, poco», solía decir- hacía vivir a las hermanas el espíritu del Instituto en la fidelidad a las casas pequeñas y se entregó a todos los que la necesitaban, especialmente a las niñas de los internados. También atendía con verdadero cariño a ancianas enfermas, las lavaba y les hacía la comida.

Falleció el día 31 de octubre de 1998, en 2009 fue declarada venerable y en septiembre de 2010 fue beatificada en una multitudinaria ceremonia en el estadio de la Cartuja de Sevilla. La Santa Sede le ha reconocido dos milagros: la curación de una niña con una cardiopatía congénita y de un «armao» de la Macarena que despertó después de 12 días en coma.


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16 septiembre 2018

Evangelio. Domingo XXIV del Tiempo Ordinario.




Según San Marcos 8, 27-35.

En aquel tiempo, salió Jesús con sus discípulos hacia los pueblos de Cesarea de Filipo, y por el camino hizo esta pregunta a sus discípulos: «¿Quién dicen los hombres que soy yo?». Ellos le dijeron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que uno de los profetas». Y Él les preguntaba: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». Pedro le contesta: «Tú eres el Cristo».

Y les mandó enérgicamente que a nadie hablaran acerca de Él. Y comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre debía sufrir mucho y ser reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser matado y resucitar a los tres días. Hablaba de esto abiertamente. Tomándole aparte, Pedro, se puso a reprenderle. Pero Él, volviéndose y mirando a sus discípulos, reprendió a Pedro, diciéndole: «¡Quítate de mi vista, Satanás! porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres».

Llamando a la gente a la vez que a sus discípulos, les dijo: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará».

Lectura de hoy Domingo XXIV del Tiempo Ordinario de la carta del apóstol Santiago 2,14-18.


¿De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe, si no tiene obras?
¿Es que esa fe lo podrá salvar? Supongamos que un hermano o una hermana andan sin ropa y faltos del alimento diario, y que uno de vosotros les dice: «Dios os ampare; abrigaos y llenaos el estómago», y no les dais lo necesario para el cuerpo; ¿de qué sirve?
Esto pasa con la fe: si no tiene obras, por sí sola está muerta.
Alguno dirá: «Tú tienes fe, y yo tengo obras. Enséñame tu fe sin obras, y yo, por las obras, te probaré mi fe.»

15 septiembre 2018

Los Siete Dolores de la Virgen María.

Primer Dolor:
La profecía de Simeón en la presentación del Niño Jesús

Virgen María: por el dolor que sentiste cuando Simeón te anunció que una espada de dolor atravesaría tu alma, por los sufrimientos de Jesús, y ya en cierto modo te manifestó que tu participación en nuestra redención sería a base de dolor; te acompañamos en este dolor... Y, por los méritos del mismo, haz que seamos dignos hijos tuyos y sepamos imitar tus virtudes.

Dios te salve María, llena eres de gracia, El Señor es contigo, bendita tu eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte, Amén.

Segundo Dolor: 
La huida a Egipto con Jesús y José

Virgen María: por el dolor que sentiste cuando tuviste que huir precipitadamente tan lejos, pasando grandes penalidades, sobre todo al ser tu Hijo tan pequeño; al poco de nacer, ya era perseguido de muerte el que precisamente había venido a traernos vida eterna; te acompañamos en este dolor . . . Y, por los méritos del mismo, haz que sepamos huir siempre de las tentaciones del demonio.

Dios te salve María, llena eres de gracia, El Señor es contigo, bendita tu eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte, Amén.

Tercer Dolor:
La pérdida de Jesús

Virgen María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al perder a tu Hijo; tres días buscándolo angustiada; pensarías qué le habría podido ocurrir en una edad en que todavía dependía de tu cuidado y de San José; te acompañamos en este dolor . . . Y, por los méritos del mismo, haz que los jóvenes no se pierdan por malos caminos.

Dios te salve María, llena eres de gracia, El Señor es contigo, bendita tu eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte, Amén.

Cuarto Dolor: 
El encuentro de Jesús con la cruz a cuestas camino del calvario

Virgen María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al ver a tu Hijo cargado con la cruz, como cargado con nuestras culpas, llevando el instrumento de su propio suplicio de muerte; Él, que era creador de la vida, aceptó por nosotros sufrir este desprecio tan grande de ser condenado a muerte y precisamente muerte de cruz, después de haber sido azotado como si fuera un malhechor y, siendo verdadero Rey de reyes, coronado de espinas; ni la mejor corona del mundo hubiera sido suficiente para honrarle y ceñírsela en su frente; en cambio, le dieron lo peor del mundo clavándole las espinas en la frente y, aunque le ocasionarían un gran dolor físico, aún mayor sería el dolor espiritual por ser una burla y una humillación tan grande; sufrió y se humilló hasta lo indecible, para levantarnos a nosotros del pecado; te acompañamos en este dolor . . . Y, por los méritos del mismo, haz que seamos dignos vasallos de tan gran Rey y sepamos ser humildes como Él lo fue.

Dios te salve María, llena eres de gracia, El Señor es contigo, bendita tu eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte, Amén.

Quinto Dolor:
La crucifixión y la agonía de Jesús

Virgen María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al ver la crueldad de clavar los clavos en las manos y pies de tu amadísimo Hijo, y luego al verle agonizando en la cruz; para darnos vida a nosotros, llevó su pasión hasta la muerte, y éste era el momento cumbre de su pasión; Tú misma también te sentirías morir de dolor en aquel momento; te acompañamos en este dolor. Y, por los méritos del mismo, no permitas que jamás muramos por el pecado y haz que podamos recibir los frutos de la redención.

Dios te salve María, llena eres de gracia, El Señor es contigo, bendita tu eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte, Amén.

Sexto Dolor:
La lanzada y el recibir en brazos a Jesús ya muerto

Virgen María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al ver la lanzada que dieron en el corazón de tu Hijo; sentirías como si la hubieran dado en tu propio corazón; el Corazón Divino, símbolo del gran amor que Jesús tuvo ya no solamente a Ti como Madre, sino también a nosotros por quienes dio la vida; y Tú, que habías tenido en tus brazos a tu Hijo sonriente y lleno de bondad, ahora te lo devolvían muerto, víctima de la maldad de algunos hombres y también víctima de nuestros pecados; te acompañamos en este dolor... Y, por los méritos del mismo, haz que sepamos amar a Jesús como El nos amo.

Dios te salve María, llena eres de gracia, El Señor es contigo, bendita tu eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte, Amén.

Séptimo Dolor:
El entierro de Jesús y la soledad de María

Virgen María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al enterrar a tu Hijo; El, que era creador, dueño y señor de todo el universo, era enterrado en tierra; llevó su humillación hasta el último momento; y aunque Tú supieras que al tercer día resucitaría, el trance de la muerte era real; te quitaron a Jesús por la muerte más injusta que se haya podido dar en todo el mundo en todos los siglos; siendo la suprema inocencia y la bondad infinita, fue torturado y muerto con la muerte más ignominiosa; tan caro pagó nuestro rescate por nuestros pecados; y Tú, Madre nuestra adoptiva le acompañaste en todos sus sufrimientos: y ahora te quedaste sola, llena de aflicción; te acompañamos en este dolor . . . Y, por los méritos del mismo, concédenos a cada uno de nosotros la gracia particular que te pedimos…

Dios te salve María, llena eres de gracia, El Señor es contigo, bendita tu eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte, Amén.

Fiesta de la Virgen de los Dolores.



14 septiembre 2018

Vivir el camino de la paciencia, a llevar la cruz en silencio y sin convertirse en el "señor o la señora lamento".


Entrar en paciencia: ese es el camino que Jesús nos enseña también a nosotros cristianos.
Entrar en paciencia… Esto no quiere decir estar tristes. No, no, ¡es otra cosa!
Esto quiere decir soportar, portar sobre la espalda el peso de las dificultades, el peso de las contradicciones, el peso de las tribulaciones. Esta actitud cristiana de soportar: entrar en paciencia".

Aquello que en la Biblia se dice con una palabra griega, tan plena, la Hypomoné, soportar en la vida el trabajo de todos los días: las contradicciones, las tribulaciones, todo esto.
Ellos -Pablo y Silas- soportan las tribulaciones, soportan las humillaciones: Jesús las ha soportado, ha entrado en paciencia.
Este es un proceso -me permito la palabra 'un proceso'- un proceso de maduración cristiana, a través del camino de la paciencia. Un proceso que requiere tiempo, que no se hace de un día para otro: se realiza durante toda la vida para llegar a la madurez cristiana. Es como el buen vino".

Tantos mártires estaban llenos de gozo, como por ejemplo los mártires de Nagasaki que se ayudaban unos a otros, "esperando el momento de la muerte". De algunos mártires, se decía que "iban al martirio" como a una "fiesta nupcial".

Esta actitud del soportar, agregó, es la actitud normal del cristiano, pero no es una actitud masoquista. Es en cambio una actitud que lo lleva "por el camino de Jesús":

Cuando llegan las dificultades, llegan también las tentaciones. Por ejemplo el lamentarse: ‘Pero mira lo que me pasa'... un lamento. Y un cristiano que se lamenta continuamente, deja de ser un buen cristiano: es el Señor o la Señora Lamento, ¿no? Porque siempre se lamenta de todo, ¿no? El silencio en el soportar, el silencio en la paciencia. Aquel silencio de Jesús: Jesús en su Pasión no dijo más de dos o tres palabras necesarias…"

Pero tampoco es un silencio triste: el silencio del soportar la Cruz no es un silencio triste. Es doloroso, muchas veces muy doloroso, pero no es triste.

El corazón está en paz. Pablo y Silas rezaban en paz. Tenían dolores, porque se dice que luego de la cárcel el carcelero lavó las llagas - tenían llagas - pero soportaban en paz.
Este camino de soportar nos hace profundizar la paz cristiana, nos hace fuerte en Jesús".
He aquí que el cristiano está llamado a soportar como hizo Jesús, "sin lamentarse, soportar en paz". Que este "entrar en paciencia, renueva nuestra juventud y nos hace más jóvenes":

El paciente es aquel que, a la larga, ¡es el más joven! Pensamos a aquellos ancianos y ancianas en los asilos, aquellos que han soportado tanto en la vida: Miramos sus ojos, ojos jóvenes, tienen un espíritu joven y una renovada juventud.

A esto nos invita el Señor: a esta renovada juventud pascual por el camino del amor, de la paciencia, del soportar las tribulaciones y también - me permito decirlo - de soportarnos el uno al otro.
Porque también debemos hacer esto con caridad y con amor, porque si yo debo soportarte, estoy seguro que tú me soportas y así vamos adelante por la senda del camino de Jesús".

Pidamos al Señor la gracia de este soportar cristiano que nos da la paz, de este soportar con el corazón, de este soportar gozoso para volvernos cada vez más jóvenes, como el buen vino: más jóvenes con esta renovada juventud pascual del espíritu. Así sea".


(Papa Francisco. Roma 07-05-2013)

¿Por qué exaltar la Cruz de Cristo?




Hacia el año 320 la Emperatriz Elena de Constantinopla encontró la Vera Cruz, la cruz en que murió Nuestro Señor Jesucristo, La Emperatriz y su hijo Constantino hicieron construir en el sitio del descubrimiento la Basílica del Santo Sepulcro, en el que guardaron la reliquia.

Años después, el rey Cosroes II de Persia, en el 614 invadió y conquistó Jerusalén y se llevó la Cruz poniéndola bajo los pies de su trono como signo de su desprecio por el cristianismo. Pero en el 628 el emperador Heraclio logró derrotarlo y recuperó la Cruz y la llevó de nuevo a Jerusalén el 14 de septiembre de ese mismo año. Para ello se realizó una ceremonia en la que la Cruz fuellevada en persona por el emperador a través de la ciudad. Desde entonces, ese día quedó señalado en los calendarios litúrgicos como el de la Exaltación de la Vera Cruz.

El cristianismo es un mensaje de amor. ¿Por qué entonces exaltar la Cruz? Además la Resurrección, más que la Cruz, da sentido a nuestra vida.

Pero ahí está la Cruz, el escándalo de la Cruz, de San Pablo. Nosotros no hubiéramos introducido la Cruz. Pero los caminos de Dios son diferentes. Los apóstoles la rechazaban. Y nosotros también.

La Cruz es fruto de la libertad y amor de Jesús. No era necesaria. Jesús la ha querido para mostrarnos su amor y su solidaridad con el dolor humano. Para compartir nuestro dolor y hacerlo redentor.

Jesús no ha venido a suprimir el sufrimiento: el sufrimiento seguirá presente entre nosotros. Tampoco ha venido para explicarlo: seguirá siendo un misterio. Ha venido para acompañarlo con su presencia. En presencia del dolor y muerte de Jesús, el Santo, el Inocente, el Cordero de Dios, no podemos rebelarnos ante nuestro sufrimiento ni ante el sufrimiento de los inocentes, aunque siga siendo un tremendo misterio.

Jesús, en plena juventud, es eliminado y lo acepta para abrirnos el paraíso con la fuerza de su bondad: "En plenitud de vida y de sendero dio el paso hacia la muerte porque El quiso. Mirad, de par en par, el paraíso, abierto por la fuerza de un Cordero" (Himno de Laudes).

En toda su vida Jesús no hizo más que bajar: en la Encarnación, en Belén, en el destierro. Perseguido, humillado, condenado. Sólo sube para ir a la Cruz. Y en ella está elevado, como la serpiente en el desierto, para que le veamos mejor, para atraernos e infundirnos esperanza. Pues Jesús no nos salva desde fuera, como por arte de magia, sino compartiendo nuestros problemas. Jesús no está en la Cruz para adoctrinarnos olímpicamente, con palabras, sino para compartir nuestro dolor solidariamente.

Pero el discípulo no es de mejor condición que el maestro, dice Jesús. Y añade: "El que quiera venirse conmigo, que reniegue de sí mismo, que cargue con su cruz y me siga". Es fácil seguir a Jesús en Belén, en el Tabor. ¡Qué bien estamos aquí!, decía Pedro. En Getsemaní se duerme, y, luego le niega.

"No se va al cielo hoy ni de aquí a veinte años. Se va cuando se es pobre y se está crucificado" (León Bloy). "Sube a mi Cruz. Yo no he bajado de ella todavía" (El Señor a Juan de la Cruz). No tengamos miedo. La Cruz es un signo más, enriquece, no es un signo menos. El sufrir pasa, el haber sufrido -la madurez adquirida en el dolor- no pasa jamás. La Cruz son dos palos que se cruzan: si acomodamos nuestra voluntad a la de Dios, pesa menos. Si besamos la Cruz de Jesús, besemos la nuestra, astilla de la suya.

Es la ambigüedad del dolor. El que no sufre, queda inmaduro. El que lo acepta, se santifica. El que lo rechaza, se amarga y se rebela.

La Cruz es la gloria y la Exaltación de Cristo.


Por la cruz, cuya fiesta celebramos, fueron expulsadas las tinieblas y devuelta la luz. Celebramos hoy la fiesta de la cruz, y junto con el Crucificado nos elevamos hacia lo alto, para, dejando abajo la tierra y el pecado, gozar de los bienes celestiales; tal y tan grande es la posesión de la cruz. Quien posee la cruz posee un tesoro. Y, al decir un tesoro, quiero significar con esta expresión a aquel que es, de nombre y de hecho, el más excelente de todos los bienes, en el cual, por el cual y para el cual culmina nuestra salvación y se nos restituye a nuestro estado de justicia original.

Porque, sin la cruz, Cristo no hubiera sido crucificado. Sin la cruz, aquel que es la vida no hubiera sido clavado en el leño. Si no hubiese sido clavado, las fuentes de la inmortalidad no hubiesen manado de su costado la sangre y el agua que purifican el mundo, no hubiese sido rasgado el documento en que constaba la deuda contraída por nuestros pecados, no hubiéramos sido declarados libres, no disfrutaríamos del árbol de la vida, el paraíso continuaría cerrado. Sin la cruz, no hubiera sido derrotada la muerte, ni despojado el lugar de los muertos.

Por esto la cruz es cosa grande y preciosa. Grande, porque ella es el origen de innumerables bienes, tanto más numerosos, cuanto que los milagros y sufrimientos de Cristo juegan un papel decisivo en su obra de salvación. Preciosa, porque la cruz significa a la vez el sufrimiento y el trofeo del mismo Dios: el sufrimiento, porque en ella sufrió una muerte voluntaria; el trofeo, porque en ella quedó herido de muerte el demonio y, con él, fue vencida la muerte. En la cruz fueron demolidas las puertas de la región de los muertos, y la cruz se convirtió en salvación universal para todo el mundo.

La cruz es llamada también gloria y exaltación de Cristo. Ella es el cáliz rebosante de que nos habla el salmo, y la culminación de todos los tormentos que padeció Cristo por nosotros. El mismo Cristo nos enseña que la cruz es su gloria, cuando dice: Ya ha entrado el Hijo del hombre en su gloria, y Dios ha recibido su glorificación por él, y Dios a su vez lo revestirá de su misma gloria. Y también: Glorifícame tú, Padre, con la gloria que tenía junto a ti antes que el mundo existiese. Y asimismo dice: «Padre, glorifica tu nombre.» Y, de improviso, se dejaron oír del cielo estas palabras: «Lo he glorificado y lo glorificaré de nuevo», palabras que se referían a la gloria que había de conseguir en la cruz.

También nos enseña Cristo que la cruz es su exaltación, cuando dice: Yo, cuando sea levantado en alto, atraeré a mí a todos los hombres. Está claro, pues, que la cruz es la gloria y exaltación de Cristo.


(San Andrés de Creta, obispo)

Cruz de Cristo.


Cruz de Cristo,
cuyos brazos
todo el mundo han acogido.

Cruz de Cristo,
cuya sangre
todo el mundo ha redimido.

Cruz de Cristo,
luz que brilla
en la noche del camino.

Cruz de Cristo,
cruz del hombre,
su bastón de peregrino.

Cruz de Cristo,
árbol de vida,
vida nuestra, don eximio.

Cruz de Cristo,
altar divino
de Dios-Hombre en sacrificio. Amén.

Hoy celebramos la Exaltación de la Santa Cruz.



13 septiembre 2018

Siempre junto a Pedro, carta del arzobispo de Madrid, cardenal Carlos Osoro.




Hace unos días escribía en mi cuenta de Twitter: «Papa Francisco, eres valiente en desvelar la verdad del Evangelio y mantener viva la misión de la Iglesia: dejas entrar, devuelves dignidad, eres pobre y estás con los pobres, abres los ojos para ver, pides perdón. Rezamos por ti».

En esta línea, esta semana quiero manifestaros algo que llevo en el corazón siempre: la Iglesia de la que somos miembros o está unida a Pedro –y hoy Pedro es Francisco– o pierde su identidad. Aquella que Nuestro Señor Jesucristo quiso darle desde el principio: somos un Cuerpo con muchos miembros y cada uno de ellos tiene su función, pero quien da unidad en su esencia, en el amor, la fidelidad y la visibilidad en este mundo de la misión que el mismo Señor le entregó, es el Sucesor de Pedro.

Desde el inicio de su pontificado, el Papa Francisco nos ha dado ejemplo con su vida de cómo el Señor nos ha elegido y nos ha hecho miembros vivos de la Iglesia. Por pura gracia nos llamó a la pertenencia eclesial para estar dando vida siempre. Esa vida que se nos regaló en el Bautismo y que, aprendiendo de Nuestro Señor Jesucristo, la damos sin guardar nada para nosotros. ¿No es esto lo que nos enseña el Papa no solo con sus palabras, sino con su vida misma? Nos recuerda que «sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida porque amamos a los hermanos», tal y como nos dice el apóstol san Juan. Nos está mostrando con su actuar y con sus palabras que «el que odia es homicida y no lleva vida sino muerte». Lo hace regalando misericordia, que es «la viga maestra que sostiene la Iglesia», y poniéndonos en la verdad ante todas las intoxicaciones, pecados, infidelidades y abusos que aparecen en el mundo y también en algunos miembros de la Iglesia.

¡Qué esperanza y alegría engendras en nuestro corazón al verte dando vida siempre en tus encuentros, por ejemplo en el que hace muy pocos días has tenido en Irlanda con las familias, y con tus palabras dirigidas a todos los hombres en todos los caminos en los que se encuentren! Gracias, Papa Francisco, porque con tu comportamiento, incluso con quienes se manifiestan contrarios, siempre das esa respuesta que solamente se puede dar cuando uno vive lo que nos dice san Juan: «Hemos conocido el amor: en que Él dio su vida por nosotros. También nosotros debemos dar nuestra vida por los hermanos».

Además, Papa Francisco, en tu ministerio petrino nos estás hablando y enseñando a responder a esta pregunta: ¿cómo se curan las heridas que aparecen en la vida de los hombres? Se curan cuando somos capaces de dejarnos llevar por la gracia y por el amor de Cristo, cuando somos su luz, sus manos, su corazón, sus pies. Es así como curamos. No lo hacemos desde una versión ideológica de la fe que responde a gustos personales, sino desde un seguimiento radical de Jesucristo, que «espera sin límites, aguanta sin límites y ama sin límites», hasta dar la vida por quien es diferente y es capaz de vivir y decir como Él desde la Cruz: «Perdónalos que no saben lo que hacen». Curamos cuando vamos envueltos en la gloria del Señor y entramos por los caminos de su justicia, de su paz y de su amor.

Gracias, Papa Francisco, porque nos propones siempre decir al Señor: «Aquí estoy», es el gesto de María nuestra Madre. Nos enseñas a mirar como Ella y a que palpite nuestro corazón al unísono de su corazón. Cuando le decimos al Señor: «Aquí estoy», hacemos sus obras y estamos aprendiendo junto a Pedro, junto a ti, Papa Francisco, a soltar cadenas injustas, desatar correas del yugo, liberar al oprimido, saciar el alma del afligido, partir el pan con el hambriento, hospedar al pobre sin techo, cubrir al desnudo… A nunca desentendernos de los nuestros que son todos los hombres. Esto puede incomodarnos, porque nos hace salir de nosotros mismos y ponernos ante el Señor. Cuando queremos vivir sin movernos, sin cambiar, como si nada estuviera pasando en nuestro mundo, sin cambiar nuestro corazón y nuestra mirada, molesta. Pero si somos sinceros con nosotros mismos y ponemos la vida a la luz del Señor, hemos de agradecerte que nos lo recuerdes y que nos digas que ha de ser «el Señor el que nos guíe siempre».

El amor de Dios es misericordioso, y ese amor nos juzga. Papa Francisco, nos lo haces ver con tu presencia entre nosotros, con tus reacciones, con tus decisiones… En todos los que encontramos, nos haces ver que son rostros y llagas de Cristo. ¡Cuánto bien nos haces y cómo agradecemos tener buen guía! ¡Qué paciencia tienes para reunirnos y mostrarnos que nos enriquecemos unos a otros y que nadie sobra en la Iglesia! ¡Qué fortaleza manifiestas cuando no te arredras ante las dificultades! Gracias.

Contigo como Sucesor de Pedro y entre todos y con todos, sin excluir a nadie, hacemos posible que otros puedan decir: «Yo como ellos». Sigue ayudándonos. Las voces discordantes, cuando son para buscar lo suyo, no las escucha nadie y, si alguien lo hace en un primer momento, enseguida se da cuenta de que es una voz extraña y su corazón y oído pronto le hacen caer en la cuenta de que esa no es la voz del Señor que nos llama siempre a la unidad, a la paz, a crear la gran familia de los hijos de Dios. Contigo, Papa Francisco, percibimos cómo Pedro sigue guiando a la Iglesia y sigue proponiéndonos lo mismo que el Señor: «Rema mar adentro, no tengas miedo».

Manifestemos nuestra unidad con el Sucesor de Pedro, el Papa Francisco, que nos está invitando a tener un encuentro abierto con Cristo y así ir adonde y como están hoy los hombres. «La Iglesia está llamada a ser siempre casa abierta del Padre» (EG 47).

Con gran afecto, os bendice,

+Carlos Card. Osoro Sierra
Arzobispo de Madrid


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Felicidades a Cáritas Diocesana de Málaga por sus 50 años al servicio de la misericordia y la ayuda.



Clausura del 50 años del Templo Parroquial de Santa Rosa de Lima en Málaga.


En el mes de agosto, la Parroquia Malacitana de Santa Rosa de Lima, clausuró con una celebración Eucarística el año festivo con motivo de los 50 años del Templo Parroquial, donde participaron diversos sacerdotes y religiosos, la Coral Santa Cecilia y un nutrido grupo de la feligresía. Al finalizar, se veneró la Reliquia de Santa Rosa de Lima.

50 años de historia Parroquial

La Parroquia de Santa Rosa de Lima surgió en respuesta a las necesidades espirituales suscitadas por la Misión popular que realizó en Málaga el Padre Langarica en 1950. Y se estableció, por Decreto del 25-XII-1951, segregándose de la Parroquia de Santo Domingo de Guzmán, en el área correspondiente a cierto número de fincas, los chalés del Camino de Antequera, la barriada de la Granja de Suárez y la aglomeración de chabolas del Arroyo del Cuarto.

El primer templo se instaló en un almacén de la Hacienda Portada Baja y venía a sustituir a una capilla particular que estaba en las casas del Grupo Lineal Irigoyen, en el Camino de Antequera. El primer párroco, D. Manuel González Ruiz, desarrolló desde un principio una intensa acción socio-caritativa y espiritual, con el apoyo de las autoridades eclesiásticas y civiles, y de la propia feligresía.

El tercer párroco, D. Jesús Sánchez Pérez, recibió del Obispo D. Ángel Herrera Oria, el triple encargo de procurar la erradicación del chabolismo, la construcción de un templo más amplio, y la fundación de un centro de enseñanza media. Y todo ello se consiguió en 1968.

El Colegio Santa Rosa de Lima se levantó en el lugar donde estuvo la primera sede, y, mientras se acababa de edificar el actual templo, los servicios parroquiales se prestaron en la Casa de las Hermanas Mercedarias de la Caridad, también en el Camino de Antequera.

El crecimiento demográfico de la zona motivó que se establecieran, segregándolas de Santa Rosa, la Parroquia de San Antonio de Padua, en Portada Alta, en el año 1969, y la de Nuestra Señora de los Remedios, en la Granja de Suárez, en 1972.

Por estos años se creó la Asociación del Buen Samaritano, con la finalidad principal de acoger a los familiares de los enfermos pobres ingresados en el Hospital Carlos Haya, objetivo que no pudo llegar a realizarse. Y la Parroquia adquirió para sus instalaciones nuevos terrenos.

En 1983 D. Jesús fue sustituido por los Padres Dominicos, que prestaron sus servicios durante dos años. Ya en esa época se apreciaba la necesidad acuciante de locales parroquiales para desarrollar la catequesis y otras actividades y servicios pastorales. En 1985 se hizo cargo de la Parroquia D. Miguel Vega Martín.

Y al cabo de unos años, en 1991, se concluyó el actual complejo parroquial anexo al templo, donde, entre otras dependencias, hay una biblioteca, muy incrementada durante los últimos años, en parte gracias a donaciones y legados, y que cuenta con unos 5000 volúmenes, además de un fondo, cada vez más nutrido, de materiales audiovisuales.

Durante los últimos años han continuado, en la medida en que ha sido posible, las labores de mejora y conservación del ámbito arquitectónico y artístico de la iglesia y las instalaciones contiguas. Y recientemente se ha acometido la tarea de informatizar los archivos parroquiales. Por otra parte, desde diciembre de 2000 aparece una Hoja informativa mensual.

En la actualidad, la actividad de la Parroquia, que sirve a una población de unos 18000 habitantes, sigue a su ritmo: catequesis de niños, jóvenes y adultos, y reuniones de formación; Liturgia y Adoración Nocturna; Pastoral de la Salud, dirigida no sólo a los habitantes de la zona, sino también a los pacientes del Hospital Carlos Haya, y que atiende a personas solas, ancianos e inmigrantes; Cáritas; Vida Ascendente, para los mayores…


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Catequesis de hoy miércoles del Papa Francisco: El Tercer Mandamiento.



Queridos hermanos:

En el tercer mandamiento del Decálogo se pide observar el día de reposo. A diferencia del Éxodo, el libro del Deuteronomio establece este mandamiento para que el esclavo también pueda descansar y celebrar así el recuerdo de la Pascua de liberación; es decir, conmemora el final de la esclavitud ya que los esclavos por definición no podían descansar.

Hay muchos tipos de esclavitud, fruto de opresiones, violencias e injusticias; y también prisiones interiores, como los tormentos, los complejos o los obstáculos psicológicos. Pero hay una esclavitud que es más fuerte que cualquier otra: la esclavitud del propio yo. El “ego”, el yo, puede convertirse en un verdugo que tortura constantemente al hombre, procurándole la más profunda de las opresiones que es el “pecado”. No hay descanso para quien vive en la gula y en la lujuria; el ansia de poseer destruye al avaro, el fuego de la ira y la carcoma de la envidia corroen las relaciones; y el egocentrismo del soberbio lo aísla y aleja de los demás. La verdadera esclavitud es no saber amar.

El tercer mandamiento es una profecía de Nuestro Señor Jesucristo, que rompe las cadenas interiores del pecado y hace al hombre capaz de amar. En Cristo, el hombre encuentra el descanso de la misericordia y de la verdad que lo hace libre.


(Roma. 13-09-2018)

12 septiembre 2018

El Nombre de María significa estrella del mar: mira a la estrella, llama a María.


Y el Nombre de la Virgen, dijo, era María. Digamos algo acerca de este nombre, que significa estrella del mar, adaptándose a la Virgen Madre con toda conveniencia. Compárase María oportunísimamente a una estrella; porque así como la estrella lanza el rayo de su luz sin corrupción de sí misma, así, sin lesión suya, dio a luz la Virgen a su Hijo. Ni el rayo disminuye en la estrella su claridad ni el Hijo en la Virgen su integridad. Ella, pues, es aquella noble estrella nacida de Jacob, cuyos alumbran todo el orbe, cuyo resplandor brilla en las alturas y cala los abismos; y alumbrando también a la tierra y calentando más bien los corazones que los cuerpos, fomenta virtudes y consume vicios. Esta misma, repito, es la esclarecida y singular estrella, elevada por necesarias causas sobre este mar grande y espacioso, brillando con méritos, ilustrando con ejemplos.

Oh, quienquiera que seas el que en la impetuosa vorágine de este siglo te miras más bien fluctuando entre borrascas y tempestades que andando por el suelo, no apartes los ojos del resplandor de esta estrella si quieres no ser oprimido por las borrascas.

Si se levantaren los vientos de tentaciones, si tropezares en escollos de tribulaciones, mira a la estrella, llama a María. Si fueres agitado por olas de soberbia, o de detracción, o de ambición, o de la emulación, mira a la estrella, llama a María. Si la ira, o la avaricia, o el deleite carnal sacudiere la navecilla de tu alma, mira a María. Si turbado ante la memoria de la enormidad de tus culpas, confuso a la vista de la fealdad de tu conciencia, aterrado ante la idea del horror del juicio, comienzas a ser absorbido en la sima sin fondo de la tristeza, en el abismo de la desesperación, piensa en María, invoca a María.

No se aparte María de tu boca, no se aparte de tu corazón; y para conseguir los sufragios de su intercesión, no te desvíes de los ejemplos de su virtud. No te extravías si la siguen, no desesperas si la ruegas, no te pierdes si en ella piensas. Si ella te tiene de su mano, no caes; si ella te protege, nada temas; si ella te guía, no te fatigas; si ella te ampara, llegas al puerto; y así, en ti mismo experimentas con cuánta razón se dijo: Y el nombre de la Virgen era María.


(De una homilía de San Bernardo, abad.)

La fiesta del Dulce Nombre de María, promovida por el Trinitario San Simón de Rojas.



En 1612, con el beneplácito del rey Felipe III, fundó la Congregación de Esclavos del Dulcísimo Nombre de María que aglutinaba personas de todas condiciones, incluidos los miembros de la realeza y nobleza; éstos, que fueron los primeros afiliados, en nombre de la Virgen asistían a los pobres.

«Si a Dios, que pide en el pobre, no le das, no recibirás», decía. En este afán de transmitir su devoción por la Madre de Dios, escribió un oficio para la festividad del Santo Nombre de María destinado a su Orden, que fue aprobado por la Santa Sede. Inocencio XI lo hizo extensivo después a toda la Iglesia.

A Simón se debe también el rosario de 72 cuentas blancas y cordón azul en honor de la Inmaculada Concepción que realizaba con sus propias manos y repartía a diestro y siniestro. Con el número de cuentas significaba los años que pudo vivir la Virgen.

Onomástica del Dulce Nombre de María.



La devoción al Santo Nombre de María la introdujo en las Provincias trinitarias de España San Simón de Rojas en el siglo XVI. Inmediatamente se extendió a toda la Orden (1622) y gozó de misa y oficio propios. Introducida y mantenida en la tradición de la Orden, dicha fiesta se ha celebrado hasta 1973, en que fue revisada.

11 septiembre 2018

Mensaje del Papa Francisco para este mes: Educación y trabajo para los jóvenes de África.



¿Quién es el Obispo? Tres pilares importantes según el Papa Francisco.


1. Hombre de oración

Un obispo, al ser sucesor de los apóstoles, está llamado por Jesús para quedarse con Él y, por ello, “delante del tabernáculo aprende a confiarse al Señor”, porque allí “encuentra su fortaleza y su confianza”.

“Así madura en él la conciencia de que incluso en la noche, cuando duerme, o durante el día, entre la fatiga y el sudor en el campo que cultiva, la semilla madura. La oración no es para el obispo devoción, sino necesidad; no es una tarea más entre muchas otras, sino un ministerio de intercesión indispensable: debe llevar cada día, ante Dios a las personas y situaciones.

2. Hombre de anuncio

En segundo lugar, el Papa indica que el obispo, como sucesor de los Apóstoles percibe precisamente el mandato que Jesús les dio: “vayan y proclamen el Evangelio”.

“Vayan: el Evangelio no se anuncia sentado, sino en camino. El obispo no vive en la oficina, como administrador de la compañía, sino entre la gente, en las calles del mundo, como Jesús. Lleva a su Señor donde no se lo conoce, donde es desfigurado y perseguido”, dijo.

El auténtico pastor “sale de sí mismo para encontrarse a sí mismo, no le gusta la comodidad, no le gusta la vida tranquila y no ahorra energías, sino que trabaja para los demás, abandonándose a la fidelidad de Dios. Si busca puestos y seguridades mundanas, no es un verdadero apóstol del Evangelio”.

Sobre el estilo del anuncio, a los prelados que testifiquen “humildemente el amor de Dios, tal como lo hizo Jesús, quien fue humillado por el amor”.

También os exhortó a cuidarse de la mundanidad, porque corren el riesgo “de diluir la Palabra de salvación proponiendo un Evangelio sin Jesús crucificado y resucitado”.

3. Hombre de comunión

Finalmente, el tercer rasgo para los obispos es que sean hombres de comunión, porque a pesar de que un obispo no cuente con todos los “dones” y “carismas”, “está llamado a tener el carisma del todo, es decir, a mantenerse unido, a cimentar la comunión”.

“La Iglesia necesita unión, no solistas fuera del coro o líderes de batallas personales. El pastor reúne: es obispo para sus fieles y cristiano con sus fieles. No es noticia en los periódicos, no busca el consenso del mundo, no está interesado en proteger su buen nombre, sino que ama tejer la comunión involucrándose en primera persona".

El obispo "no sufre por la falta de protagonismo, sino que vive arraigado en el territorio, rechazando la tentación de alejarse con frecuencia de la diócesis y huir en búsqueda de sus propias glorias”.

Finalmente, pido que siempre reciban y alienten a sus sacerdotes; promoviendo el buen ejemplo y huyendo del clericalismo, “forma anómala de entender la autoridad en la Iglesia, muy común en muchas comunidades en las que se han producido comportamientos de abuso de poder, conciencia y sexualidad”.

“Decir no al abuso, ya sea de poder, de conciencia, cualquier abuso, significa decir fuertemente no a cualquier forma de clericalismo”.

“Sean, por lo tanto, hombres pobres en posesiones, ricos en relaciones, nunca ásperos y gruñones, sino afables, pacientes, simples y abiertos”.

El demonio se la tiene jurada a los obispos, que deben ser humildes y orar.


El Papa Francisco expresó su preocupación por los ataques que, en su opinión, el demonio está llevando a cabo contra los obispos, y en su homilía matutina en la Casa Santa Marta afirmó que deben ser hombres humildes y de oración

“En este tiempo parece que el Gran Acusador se ha desatado y se la tiene jurada a los obispos. Es verdad, los hay, todos somos pecadores, también nosotros los obispos. Busca desvelar los pecados, que se vean, para escandalizar al pueblo. El Gran Acusador que, como él mismo dice a Dios en el primer capítulo del Libro de Job, ‘va por el mundo buscando como acusar’”.

“La fuerza del obispo contra el Gran Acusador es la oración, la de Jesús sobre él y la suya propia; es la humildad de sentirse y permanecer cercano al pueblo de Dios, sin ir hacia una vida aristocrática que le quite esta unción”.

El Evangelio del día en el que Jesús elige a los doce apóstoles y señaló algunos aspectos que deben tener los obispos. Por ejemplo, la oración “es el consuelo que un obispo tiene en los momentos difíciles”, pero hay que saber “que en ese momento Jesús reza por mí”, “reza por todos los obispos”.

San Pablo dice: “A nosotros, la oración y el anuncio de la Palabra”. No dice: “A nosotros, la organización de planes pastorales”.

“El obispo que ama a Jesús no es un carrerista que va adelante con su vocación como si fuese una función, quizás mirando a otra posibilidad de ir adelante y de ir hacia arriba: no. El obispo se siente elegido. Y tiene la certeza de haber sido elegido. Y esto lo lleva al diálogo con el Señor: ‘Tú me has elegido, que soy poca cosa, que soy un pecador….’: es humilde. Porque él, cuando se siente elegido, siente la mirada de Jesús en su propia existencia y esto le da la fuerza”.

“El obispo no permanece distante del pueblo, no usa actitudes que lo llevan a ser distante del pueblo; el obispo toca al pueblo y se deja tocar por el pueblo. No va a buscar refugio en los poderosos, en la élite: no. Será la élite quien critica al obispo; el pueblo tiene este comportamiento de amor hacia el obispo, y tiene esta –como si fuese– esta unción especial: confirma al obispo en la vocación”.

Concluyó pidiendo rezar “por nuestros obispos: por mí, por estos que están aquí delante y por todos los obispos del mundo”.

(Misa Casa Santa Marta. Papa Francisco. Roma 11-09-2018)

Le doy gracias a Dios por estos ocho días de Ejercicios Espirituales. Ahora toca poner todo lo aprendido en práctica.



Santa María de la Victoria, ruega por nosotros.



Doy gracias a Dios por dejarme decir SI un año más y reafirmarme en la vocación como Trinitario acompañado de los hermanos.