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27 diciembre 2015

Evangelio. Solemnidad de la Sagrada Familia.


Según San Lucas 2, 41 - 52.

Los padres de Jesús iban todos los años a Jerusalén a la fiesta de la Pascua. Cuando tuvo doce años, subieron ellos como de costumbre a la fiesta y, al volverse, pasados los días, el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin saberlo sus padres. Pero creyendo que estaría en la caravana, hicieron un día de camino, y le buscaban entre los parientes y conocidos; pero al no encontrarle, se volvieron a Jerusalén en su busca. Y sucedió que, al cabo de tres días, le encontraron en el Templo sentado en medio de los maestros, escuchándoles y preguntándoles; todos los que le oían, estaban estupefactos por su inteligencia y sus respuestas. Cuando le vieron, quedaron sorprendidos, y su madre le dijo: «Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira, tu padre y yo, angustiados, te andábamos buscando». Él les dijo: «Y ¿por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?». Pero ellos no comprendieron la respuesta que les dio. Bajó con ellos y vino a Nazaret, y vivía sujeto a ellos. Su madre conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón. Jesús progresaba en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres.


Reflexión. 

Hoy es necesario hacer grandes razonamientos para ver que hoy, más que nunca, es necesario que la familia asuma con fuerza la misión educadora que Dios le ha confiado. Educar es introducir en la realidad, y sólo lo puede hacer aquél que la vive con sentido. Los padres y madres cristianos han de educar desde Cristo, fuente de sentido y de sabiduría.
Jesús vivía y aprendía con naturalidad en el hogar de Nazaret las virtudes que José y María ejercían constantemente: espíritu de servicio a Dios y a los hombres, piedad, amor al trabajo bien hecho, solicitud de unos por los otros, delicadeza, respeto...

25 diciembre 2015

Comparto con todos ustedes algunas fotos del lugar del Nacimiento del Señor en Belén de cuando estuve de viaje por tierra santa.



















Evangelio. Natividad del Señor.


Según San Juan 1, 1 - 18.

Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. Al principio estaba junto a Dios. Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe. En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la percibieron. Apareció un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan. Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. El no era la luz, sino el testigo de la luz. La Palabra era la luz verdadera que, al venir a este mundo, ilumina a todo hombre. Ella estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron. Pero a todos los que la recibieron, a los que creen en su Nombre, les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios. Ellos no nacieron de la sangre, ni por obra de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino que fueron engendrados por Dios.
Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de él, al declarar: "Este es aquel del que yo dije: El que viene después de mí me ha precedido, porque existía antes que yo". De su plenitud, todos nosotros hemos participado y hemos recibido gracia sobre gracia:
porque la Ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo. Nadie ha visto jamás a Dios; el que lo ha revelado es el Hijo único, que está en el seno del Padre.


Reflexión.

Hoy resplandece una luz para nosotros: ¡nos ha nacido el Señor! Del mismo modo que el sol sale cada mañana para iluminar y dar vida a nuestro mundo, esta misa de la aurora, celebrada todavía con cierta oscuridad, evoca la figura del pequeño Infante nacido en Belén como el sol naciente, que viene para iluminar a toda la familia humana.
Acojamos a Jesús, busquémosle. Solamente en Él encontraremos la salvación, la verdadera solución para nuestros problemas; sólo Él da el sentido último de la vida y de las contrariedades y del dolor

Os deseo una verdadera y feliz Navidad.



23 diciembre 2015

Ante la navidad que se acerca...

Reconoce tu pobreza, tu vacío.
Reconoce tu debilidad: tú solo no puedes alcanzar lo que tanto deseas
No te acomodes a tu pequeñez: lucha por crecer siempre más,
estírate, transciéndete.
No te distraigas, no te entretengas, vive con el alma de puntillas.
Sé persona de grandes deseos: no te conformes con las migajas de la mesa de la esperanza.
Grita, suplica, llora, ora. Apasiónate.
Crece en el deseo, crece en el amor.
El amor engendra deseo y el deseo enciende el amor.
Ten paciencia y perseverancia.
Todo tiene su tiempo para madurar y todo se debe preparar.
No seas caprichoso, ni ansioso. La espera aquilata y capacita.
No duermas. Vigila. No dejes que tu lámpara se apague.
También la fe ha de estar despierta
Estate atento a cualquier signo, voz o pisada.
Ten los ojos y los oídos bien abiertos, no vaya a pasar de largo.

21 diciembre 2015

Una esperanza, que se renueva cada día.


La Palabra de Dios sigue viniendo y los que la hemos escuchado percibimos que sigue en camino y se va haciendo cada vez más diáfana, más impresionante, más silenciosa. En la medida en que entramos en el centro de la historia, o sea, en el centro del misterio, en esa medida el silencio es más profundo, los conceptos van perdiendo sentido y toda idolatría, toda mentira, toda limitación, pierde fuerza hasta desaparecer por completo. Pero la única Palabra válida, la única que sigue teniendo sentido, la única que aún puede pronunciarse es Jesucristo mismo. Vivir como Cristo, es vivir como Dios. Vivir como Dios es adecuar nuestra vida a su Palabra, que es Verdad. Porque Jesucristo, que es la Palabra definitiva de Dios, pronunciada de una vez para siempre, Palabra viva, no encadenada, Palabra eficaz, no conceptualizada, Palabra creadora, no desencarnada,... Jesucristo es la Palabra no contradicha de Dios.
La Palabra de Dios llama a la puerta. Lo impresionante de todo es que él ha sido el primero en tomar la iniciativa y por su amor "nos proclama y nos hace hijos suyos"

En Adviento y navidad... Conversión.

Es dejar de ser de una manera para ser de otra, significa dejar nuestra antigua manera de vivir llena de pecado personal y social y entregar todas las áreas de nuestra vida a Cristo para que él las gobierne y nos perdone “que el malvado deje su camino, que el perverso deje sus ideas; vuélvanse al Señor, y el tendrá compasión de ustedes; vuélvanse a nuestro Dios, que es generoso para perdonar”. Es darle la espalda a la oscuridad para quedar de frente a la luz que es Cristo. En Adviento nos encontramos con el reino de Dios que está cerca, dentro de nosotros.
La voz del Bautista es el clamor del adviento: Preparar el camino del Señor, allanen sus senderos; elévense los valles, desciendan los montes y colinas; que lo torcido se enderece, lo escabroso se iguale. Y todos verán la salvación de Dios...
El adviento nos enseña a hacernos presentes en la historia de la salvación de los ambientes, a entender el amor como salida de nosotros mismos y la solidaridad plena con los que sufren.

Gozo y Alegría ante la llegada del Mesías, el Salvador.


Nuestro gozo viene del Señor. La venida del Mesías es el anuncio del gran gozo para el pueblo, de una alegría que conmueve hasta los mismos cielos cuando el pecador se arrepiente. El adviento nos enseña a conocer que Cristo, y su pascua, es la fiesta segura y definitiva de la nueva humanidad. Hay gozo en nosotros cuando estamos reconciliados, Jesús cambia nuestro lamento en danza y nos viste de alegría. Dejémoslo entrar en nuestros corazones, en nuestros espacios familiares, en las relaciones con los amigos, en el trabajo, los estudios, llevémoslo a todas partes, la persona y las estructuras sociales necesitan ser tocadas por el gozo que viene del amor de Dios. El quiere que vivamos así, confiados, seguros, alegres en él ¿Por qué voy a desanimarme, por qué voy a estar preocupado mi esperanza he puesto en Dios, a quien todavía seguiré alabando. Él es mi Dios y Salvador!.

17 diciembre 2015

La Orden y la Familia Trinitaria, celebramos al día del Fundador, San Juan de Mata.


















Juan de Mata, "rompió" los esquemas de esa época. Fué el primer religioso que salió de la "clausura del convento" para ir a ayudar a los más necesitados, a salvar a cautivos y esclavos de las cruzadas. ¿Su arma? La misericordia.
En aquél tiempo fue un gran escándalo.
El 17 de diciembre de 1213 murió en Roma, en la casa de Santo Tomás in Formis, en cuya fachada había mandado colocar tres años antes un gran mosaico representando la visión de su primera Misa. Unos quinientos años después, por avatares de la historia, sus reliquias viajaron a Madrid y en 1969 se depositaron en la iglesia de los trinitarios en Salamanca, donde aún se encuentran actualmente.

16 diciembre 2015

Siete pasos para ser un buen religioso y sacerdote en este Año Jubilar de la Misericordia.


1.- Sacerdotes santos


Cristo necesita sacerdotes y diáconos santos y lo serán en la medida que sean testigos auténticos. Que haya coherencia entre lo que piensan, hablan y hagan.

2.- Oración y humildad

Exhortó a los sacerdotes y diáconos a rezar siempre y ser humildes: ese signo visible cuando se postran en la ordenación es una señal de humildad que la deben recodar a lo largo de toda la vida. Conviene que cada uno de nosotros muera a sí mismo, con ayuda y gracia para que resplandezca Cristo.
Permanezcamos siempre unidos a Cristo en la oración con un amor sincero y solícito por los pobres y por los enfermos. Tengan una vida de pobreza concreta y tangible. Son ustedes ordenados en estos tiempos.

3.- Castidad

Pedid a nuestra madre: ‘Madre María cuida mi corazón y mi castidad’. Que el Señor nos ayúdame a guardar el celibato por el Reino de los Cielos para el servicio de Dios y de los hombres; que podamos decir al mundo material que busca el placer que el amor más supremo, intenso y puro se da en ese celibato en el Reino de los Cielos”.
El celibato, es algo que alumbra, que entusiasma, que no es un ser soltero, es un amor esponsal,
Amor intenso, total, absoluto, apasionado y tierno. Demos una cruzada auténtica de limpieza en el corazón y en el cuerpo.

4.- Obediencia al obispo o provinciales


Esto, no solamente como aspecto jurídico sino afectivo. Deben amar al Padre y al Pastor sea quien sea. Esa unidad y esa lealtad se manifiestan en la obediencia.
Hago hincapié porque en estos tiempos de enorme desobediencia y de enorme desorden en la familia, en las calles e instituciones, la iglesia debe ser ese faro que alumbra porque mantiene ese don que Dios le ha dado: la obediencia.
La desobediencia muchas veces se manifiesta en la crítica al obispo o al provincial y hace mucho daño. Hagamos ese propósito hoy.
Obediencia y amor en la unidad. No solo teologal, también afectiva. Por eso "Consumados en la unidad" esa oración de Jesús momentos antes de la pasión.

5.- Confesores como el Cura de Ars

Qué importante la vida de los sacerdotes en el servicio que prestan en el confesionario. Los encomiendo a San Juan María Vianney (el Cura de Ars) para que lo imiten en el heroico servicio en el confesionario.
Sean dispensadores del perdón en el sacramento de la Confesión.

6.- La importancia de la formación.

La casa de formación o seminario es para un obispo o un provincial, la pupila de sus ojos. Si la pupila no está bien, uno está ciego. Por eso la alegría es grande cuando el Señor da vocaciones a su Iglesia. No olvidemos nunca la iniciativa es de Dios. Es Él quien los ha llamado.

7.- La semilla vocacional y la familia


Agradecer la familia por haber sembrado la semilla vocacional.
Los padres y las familiass,son las que sembraron con educación y cariño esa semilla tal vez sin darse cuanta; pero Dios ha querido en sus hogares ese tesoro de escoger a sus ministros. No dejen de acompañarlos. Ustedes especialmente.
El que está enamorado de Cristo atrae jóvenes y chicas a la vocación sacerdotal y religiosa, cultiva ese amor conyugal de los matrimonios que conoce. Cuando hay amor, el Señor se mueve.
(...)


Cardenal Juan Luis Cipriani

Homilía del Papa Francisco en Santa Marta el pasado lunes, día 14 de diciembre.


“La esperanza es esta virtud cristiana que nosotros tenemos como un gran don del Señor y que nos hace ver lejos, más allá de los problemas, los dolores, las dificultades, más allá de nuestros pecados”. Nos hace “ver la belleza de Dios”.

“Cuando yo me encuentro con una persona que tiene esta virtud de la esperanza y se encuentra en un momento feo de su vida ya sea una enfermedad, una preocupación por un hijo o una hija, o por alguien de la familia, que padece algo pero que tiene esta virtud, en medio del dolor, tiene el ojo penetrante, tiene la libertad de ver más allá, siempre más allá. Y ésta es la esperanza. Y ésta es la profecía que hoy nos ofrece la Iglesia: nos quiere mujeres y hombres de esperanza, incluso en medio de los problemas. La esperanza abre horizontes, la esperanza es libre, no es esclava, siempre encuentra un lugar para resolver una situación”.

“Qué hermosa es la libertad, la magnanimidad, la esperanza de un hombre y una mujer de Iglesia. En cambio, qué fea y cuánto mal hace la rigidez de una mujer y de un hombre de Iglesia, la rigidez clerical, que no tiene esperanza. En este Año de la Misericordia, están estos dos caminos: quien tiene esperanza en la misericordia de Dios y sabe que Dios es Padre; Dios perdona siempre, pero todo; más allá del desierto está el abrazo del Padre, el perdón. Y también están aquellos que se refugian en su propia esclavitud, en su propia rigidez, y no saben nada de la misericordia de Dios. Estos eran doctores, habían estudiado, pero su ciencia no los ha salvado”.

El Papa concluyó su homilía relatando un hecho que sucedió en 1992 en Buenos Aires, durante una Misa para los enfermos. Estaba confesando ya desde hacía muchas horas, cuando llegó una mujer muy anciana, de 80 años de edad, “con los ojos que ven más allá, esos ojos llenos de esperanza”:

“Y yo le dije: ‘Abuela, ¿usted viene para confesarse?’. Porque yo me estaba levantando. ‘Sí’. ‘Pero, usted no tiene pecados’. Y ella me dijo: ‘Padre, todos los tenemos’. ‘Pero, ¿acaso el Señor no los perdona?’. ‘¡Dios perdona todo!’, me dijo. Dios perdona todo. ‘¿Y cómo lo sabe?’, le pregunté. ‘Porque si Dios no perdonara todo, el mundo no existiría’. Ante estas dos personas – el libre, la esperanza, el que te trae la misericordia de Dios, y el cerrado, el legalista, precisamente el egoísta, el esclavo de las propias rigideces – recordemos esta lección que esta anciana de 80 años de edad – era portuguesa – me dijo: Dios perdona todo, sólo espera que tú te acerques”.

Actitud de espera con esperanza.

El mundo necesita de Dios. La humanidad se siente desencantada y desamparada. En nuestros corazones aguardan deseo y necesidad de bienestar, unidad, paz, desarrollo, tolerancia, respeto, libertad, que no encuentran toda su realización en la realidad. Vivimos atareados, desconfiados, temerosos, oprimidos, decepcionados, tristes, permitiendo que la desesperanza llegue a nuestros corazones y nuestras conciencias. Jesús quiere llenar ese vacío con su cercanía, con su Señorío en nuestras vidas, “El Señor está cerca, para salvar a los que tienen el corazón hecho pedazos y han perdido la esperanza” cuando él viene hace nuevas todas las cosas. Debemos aferrarnos a nuestros sueños, nuestra esperanza es abono para la Buena Nueva. Adviento nos enseña a estar vigilantes, despiertos, atentos, a tener el corazón preparado, acercándonos al corazón del otro porque vive nuestra misma realidad.
En este tiempo, comprendamos a los demás, seamos tolerantes y fraternos, ¡viene el Señor!

La Iglesia, el Aviento y María.


La Iglesia ora por una venida de Cristo para todos los pueblos de la tierra que todavía no han conocido al Mesías o no lo reconocen aún como único Salvador y Señor.
Por eso, recupera en el Adviento su misión de anuncio del Mesías a todas las gentes y la conciencia de ser "reserva de esperanza" para toda la humanidad, con la afirmación de que la salvación definitiva del mundo debe venir de Cristo con su definitiva presencia escatológica.

En un mundo marcado por guerras y contrastes, las experiencias del pueblo de Israel y las esperas mesiánicas, las imágenes utópicas de la paz y de la concordia, se convierten reales en la historia de la Iglesia de hoy que posee la actual "profecía" del Mesías Libertador.
En la conciencia de que Dios no desdice sus promesas -¡lo confirma la Navidad!- la Iglesia a través del Adviento renueva su misión escatológica para el mundo, ejercita su esperanza, proyecta a todos los hombres hacia un futuro mesiánico del cual la Navidad es primicia y confirmación preciosa.

A la luz del misterio de María, la Virgen del Adviento, la Iglesia vive en este tiempo litúrgico la experiencia de ser ahora "como una María histórica" que posee y da a los hombres la presencia y la gracia del Salvador.
La espiritualidad del Adviento resulta así una espiritualidad comprometida, un esfuerzo hecho por la comunidad para recuperar la conciencia de ser Iglesia para el mundo, reserva de esperanza y de gozo. Más aún, de ser Iglesia para Cristo, Esposa vigilante en la oración y exultante en la alabanza del Señor que viene.

14 diciembre 2015

Seguimos conociendo al "Padre Méndez" fundador de las Hermanas Trinitarias de Madrid.


Cura párroco, en un puesto parroquial codiciado por muchos, sus padres sufrían por la entrega incondicional de su hijo, y a veces intentaban disuadirlo para que moderara su dedicación, pues siempre que surgía una necesidad él corría a atenderla y remediarla sin importarle su salud.

Acudían a él con mucha frecuencia toda clase de gentes. Él se daba a los últimos tanto en su ámbito pastoral como en sus salidas constantes por la periferia de su parroquia, a la calle, a los hospitales y cárceles. Su ministerio y vida sacerdotal estaban marcados por una constante pasión: Pasión por Dios y pasión por los últimos, los más pequeños y pobres.

Dios le mostró su rostro en las jóvenes humilladas y en los “golfillos” que pululaban por las calles de Madrid, saliéndoles al encuentro como el Buen pastor para mostrarles el Evangelio del Reino de Dios. Acudía a los hospitales, a las cárceles, se paraba a hablar con ellos y ellas en la misma calle e incluso los atendía en el confesionario: La condición indigna en la que eran tratadas aquellas jóvenes y aquellos chicos le quemaba las entrañas con el mismo fuego que Cristo había venido a traer a la tierra.

Francisco Méndez oraba sobre la vida de Cristo y ante Él estaba cuando el Señor le manifestó su voluntad. El padre Méndez nos recuerda repetidas veces que fue en la Iglesia de la Encarnación de Madrid, postrado a los pies de Jesucristo crucificado, contemplando el misterio del amor de Dios, meditando sobre la obra de la redención, cuando el espíritu comenzó en él el anuncio de la Buena Nueva, y él se decidió a seguir y entregar su vida al Reino de Dios.

Fue allí, “a solas con Dios”, contemplando un amor tan grande derramado en Cristo, hasta entregarse por nosotros, cuando él se decidió a entregarse a Él por todos los demás, especialmente por los más necesitados. Experimentó el gran amor que Dios derramaba en su corazón y no podía sino ofrecerse por entero a Él, ponerse en sus manos, y repetirle, como Iñigo de Loyola: ¿Qué quieres que yo haga? Él mismo lo cuenta, en repetidas ocasiones, pues ese momento iba a marcar profundamente su vida:

“Fue durante los ejercicios espirituales de 1876, dos años después de mi ordenación sacerdotal. Oraba a los pies de Cristo crucificado, meditaba su Reino… Dios me inspiró formar una pequeña comunidad religiosa para acoger a las jóvenes que se quedan fuera del Reino por no tener quién las orientara, acogiera y consolara cuando más lo necesitan”(Fco. Méndez, Cartas Familiares 63 y 69)

Continuará...

(Texto cogido de las HH. Trinitarias)

13 diciembre 2015

Evangelio. III Domingo de Adviento. Domingo de Gaudete.


Según San Lucas 3, 10 - 18.

En aquel tiempo, la gente preguntaba a Juan: Pues ¿qué debemos hacer?. Y él les respondía: El que tenga dos túnicas, que las reparta con el que no tiene; el que tenga para comer, que haga lo mismo. Vinieron también publicanos a bautizarse, y le dijeron: Maestro, ¿qué debemos hacer?. Él les dijo: No exijáis más de lo que os está fijado. Preguntáronle también unos soldados: Y nosotros, ¿qué debemos hacer?. Él les dijo: No hagáis extorsión a nadie, no hagáis denuncias falsas, y contentaos con vuestra soldada.
Como el pueblo estaba a la espera, andaban todos pensando en sus corazones acerca de Juan, si no sería él el Cristo; respondió Juan a todos, diciendo: Yo os bautizo con agua; pero viene el que es más fuerte que yo, y no soy digno de desatarle la correa de sus sandalias. El os bautizará en Espíritu Santo y fuego. En su mano tiene el bieldo para limpiar su era y recoger el trigo en su granero; pero la paja la quemará con fuego que no se apaga. Y, con otras muchas exhortaciones, anunciaba al pueblo la Buena Nueva.



Reflexión.

Hoy la Palabra de Dios nos presenta, en pleno Adviento, al Santo Precursor de Jesucristo: san Juan Bautista. Dios Padre dispuso preparar la venida, es decir, el Adviento, de su Hijo en nuestra carne, nacido de María Virgen, de muchos modos y de muchas maneras, como dice el principio de la arta de los hechos. Los patriarcas, los profetas y los reyes prepararon la venida de Jesús.

11 diciembre 2015

Las 30 preguntas propuestas por el Papa Francisco para hacer una buena confesión.


El examen de conciencia


En relación a Dios

¿Solo me dirijo a Dios en caso de necesidad? ¿Participo regularmente en la Misa los domingos y días de fiesta? ¿Comienzo y termino mi jornada con la oración? ¿Blasfemo en vano el nombre de Dios, de la Virgen, de los santos? ¿Me he avergonzado de manifestarme como católico? ¿Qué hago para crecer espiritualmente, cómo lo hago, cuándo lo hago? ¿Me revelo contra los designios de Dios? ¿Pretendo que Él haga mi voluntad?

En relación al prójimo

¿Sé perdonar, tengo comprensión, ayudo a mi prójimo? ¿Juzgo sin piedad tanto de pensamiento como con palabras? ¿He calumniado, robado, despreciado a los humildes y a los indefensos? ¿Soy envidioso, colérico, o parcial? ¿Me avergüenzo de la carne de mis hermanos, me preocupo de los pobres y de los enfermos?

¿Soy honesto y justo con todos o alimento la cultura del descarte? ¿Incito a otros a hacer el mal? ¿Observo la moral conyugal y familiar enseñada por el Evangelio? ¿Cómo cumplo mi responsabilidad de la educación de mis hijos? ¿Honoro a mis padres? ¿He rechazado la vida recién concebida? ¿He colaborado a hacerlo? ¿Respeto el medio ambiente?

En relación a mí mismo

¿Soy un poco mundano y un poco creyente? ¿Cómo, bebo, fumo o me divierto en exceso? ¿Me preocupo demasiado de mi salud física, de mis bienes? ¿Cómo utilizo mi tiempo? ¿Soy perezoso? ¿Me gusta ser servido? ¿Amo y cultivo la pureza de corazón, de pensamientos, de acciones? ¿Nutro venganzas, alimento rencores? ¿Soy misericordioso, humilde, y constructor de paz?

Hay que tener en cuenta que la raíz de la falta de misericordia está en el amor propio.


Queridos hermanos y hermanas:

Ayer abrí aquí, en la Basílica de San Pedro, la Puerta Santa del Jubileo Extraordinario de la Misericordia. ¿Qué significa este Año Santo? Celebrar un Jubileo de la Misericordia significa poner en el centro de nuestra vida personal y de nuestras comunidades el contenido esencial del Evangelio: Jesucristo. Él es la Misericordia hecha carne, que hace visible para nosotros el gran Amor de Dios. Se trata pues de una ocasión única para experimentar en nuestra vida el perdón de Dios, su presencia y su cercanía, especialmente en los momentos de mayor necesidad. Además, significa aprender que el perdón y la misericordia es lo que más desea Dios, y lo que más necesita el mundo, sobre todo en un momento como el actual en el que se perdona tan poco, en la sociedad, en las instituciones, en el trabajo y también en la familia. Pero, frente a tantas necesidades en el mundo, ¿es suficiente con contemplar la misericordia de Dios? Ciertamente, hay mucho que hacer. Pero, hay que tener en cuenta que la raíz de la falta de misericordia está en el amor propio, que se reviste bajo el manto de la búsqueda del propio interés, de los placeres, los honores y las riquezas. También en la vida de los cristianos está presente bajo el aspecto de la hipocresía y de la mundanidad. Por eso, todos, necesitamos reconocer que somos pecadores, para que se fortalezca en nosotros la certeza de la misericordia de Dios.

(Audiencia 9-12-2015)

Carta del Santo Padre Papa Francisco con la que se concede la indulgencia con ocasión del jubileo extraordinario de la misericordia.


Al venerado hermano
Monseñor Rino Fisichella
Presidente del Consejo pontificio
para la promoción de la nueva evangelización

La cercanía del Jubileo extraordinario de la Misericordia me permite centrar la atención en algunos puntos sobre los que considero importante intervenir para facilitar que la celebración del Año Santo sea un auténtico momento de encuentro con la misericordia de Dios para todos los creyentes. Es mi deseo, en efecto, que el Jubileo sea experiencia viva de la cercanía del Padre, como si se quisiese tocar con la mano su ternura, para que se fortalezca la fe de cada creyente y, así, el testimonio sea cada vez más eficaz.

Mi pensamiento se dirige, en primer lugar, a todos los fieles que en cada diócesis, o como peregrinos en Roma, vivirán la gracia del Jubileo. Deseo que la indulgencia jubilar llegue a cada uno como genuina experiencia de la misericordia de Dios, la cual va al encuentro de todos con el rostro del Padre que acoge y perdona, olvidando completamente el pecado cometido. Para vivir y obtener la indulgencia los fieles están llamados a realizar una breve peregrinación hacia la Puerta Santa, abierta en cada catedral o en las iglesias establecidas por el obispo diocesano y en las cuatro basílicas papales en Roma, como signo del deseo profundo de auténtica conversión. Igualmente dispongo que se pueda ganar la indulgencia en los santuarios donde se abra la Puerta de la Misericordia y en las iglesias que tradicionalmente se identifican como Jubilares. Es importante que este momento esté unido, ante todo, al Sacramento de la Reconciliación y a la celebración de la santa Eucaristía con un reflexión sobre la misericordia. Será necesario acompañar estas celebraciones con la profesión de fe y con la oración por mí y por las intenciones que llevo en el corazón para el bien de la Iglesia y de todo el mundo.

Pienso, además, en quienes por diversos motivos se verán imposibilitados de llegar a la Puerta Santa, en primer lugar los enfermos y las personas ancianas y solas, a menudo en condiciones de no poder salir de casa. Para ellos será de gran ayuda vivir la enfermedad y el sufrimiento como experiencia de cercanía al Señor que en el misterio de su pasión, muerte y resurrección indica la vía maestra para dar sentido al dolor y a la soledad. Vivir con fe y gozosa esperanza este momento de prueba, recibiendo la comunión o participando en la santa misa y en la oración comunitaria, también a través de los diversos medios de comunicación, será para ellos el modo de obtener la indulgencia jubilar. Mi pensamiento se dirige también a los presos, que experimentan la limitación de su libertad. El Jubileo siempre ha sido la ocasión de una gran amnistía, destinada a hacer partícipes a muchas personas que, incluso mereciendo una pena, sin embargo han tomado conciencia de la injusticia cometida y desean sinceramente integrarse de nuevo en la sociedad dando su contribución honesta. Que a todos ellos llegue realmente la misericordia del Padre que quiere estar cerca de quien más necesita de su perdón. En las capillas de las cárceles podrán ganar la indulgencia, y cada vez que atraviesen la puerta de su celda, dirigiendo su pensamiento y la oración al Padre, pueda este gesto ser para ellos el paso de la Puerta Santa, porque la misericordia de Dios, capaz de convertir los corazones, es también capaz de convertir las rejas en experiencia de libertad.

He pedido que la Iglesia redescubra en este tiempo jubilar la riqueza contenida en las obras de misericordia corporales y espirituales. La experiencia de la misericordia, en efecto, se hace visible en el testimonio de signos concretos como Jesús mismo nos enseñó. Cada vez que un fiel viva personalmente una o más de estas obras obtendrá ciertamente la indulgencia jubilar. De aquí el compromiso a vivir de la misericordia para obtener la gracia del perdón completo y total por el poder del amor del Padre que no excluye a nadie. Será, por lo tanto, una indulgencia jubilar plena, fruto del acontecimiento mismo que se celebra y se vive con fe, esperanza y caridad.

La indulgencia jubilar, por último, se puede ganar también para los difuntos. A ellos estamos unidos por el testimonio de fe y caridad que nos dejaron. De igual modo que los recordamos en la celebración eucarística, también podemos, en el gran misterio de la comunión de los santos, rezar por ellos para que el rostro misericordioso del Padre los libere de todo residuo de culpa y pueda abrazarlos en la bienaventuranza que no tiene fin.

Uno de los graves problemas de nuestro tiempo es, ciertamente, la modificación de la relación con la vida. Una mentalidad muy generalizada que ya ha provocado una pérdida de la debida sensibilidad personal y social hacia la acogida de una nueva vida. Algunos viven el drama del aborto con una consciencia superficial, casi sin darse cuenta del gravísimo mal que comporta un acto de ese tipo. Muchos otros, en cambio, incluso viviendo ese momento como una derrota, consideran no tener otro camino por donde ir. Pienso, de forma especial, en todas las mujeres que han recurrido al aborto. Conozco bien los condicionamientos que las condujeron a esa decisión. Sé que es un drama existencial y moral. He encontrado a muchas mujeres que llevaban en su corazón una cicatriz por esa elección sufrida y dolorosa. Lo sucedido es profundamente injusto; sin embargo, sólo el hecho de comprenderlo en su verdad puede consentir no perder la esperanza. El perdón de Dios no se puede negar a todo el que se haya arrepentido, sobre todo cuando con corazón sincero se acerca al Sacramento de la Confesión para obtener la reconciliación con el Padre. También por este motivo he decidido conceder a todos los sacerdotes para el Año jubilar, no obstante cualquier cuestión contraria, la facultad de absolver del pecado del aborto a quienes lo han practicado y arrepentidos de corazón piden por ello perdón. Los sacerdotes se deben preparar para esta gran tarea sabiendo conjugar palabras de genuina acogida con una reflexión que ayude a comprender el pecado cometido, e indicar un itinerario de conversión verdadera para llegar a acoger el auténtico y generoso perdón del Padre que todo lo renueva con su presencia.

Una última consideración se dirige a los fieles que por diversos motivos frecuentan las iglesias donde celebran los sacerdotes de la Fraternidad de San Pío X. Este Año jubilar de la Misericordia no excluye a nadie. Desde diversos lugares, algunos hermanos obispos me han hablado de su buena fe y práctica sacramental, unida, sin embargo, a la dificultad de vivir una condición pastoralmente difícil. Confío que en el futuro próximo se puedan encontrar soluciones para recuperar la plena comunión con los sacerdotes y los superiores de la Fraternidad. Al mismo tiempo, movido por la exigencia de corresponder al bien de estos fieles, por una disposición mía establezco que quienes durante el Año Santo de la Misericordia se acerquen a los sacerdotes de la Fraternidad San Pío X para celebrar el Sacramento de la Reconciliación, recibirán válida y lícitamente la absolución de sus pecados.

Confiando en la intercesión de la Madre de la Misericordia, encomiendo a su protección la preparación de este Jubileo extraordinario.

Vaticano, 1 de septiembre de 2015.

Francisco

09 diciembre 2015

¿Que es una puerta de la Misericordia? ¿Qué es la apertura de la Puerta de la Misericordia? ¿Para que sirve? -(Aquí te dejo algunas explicaciones...)-


Puertas de la Misericordia...

Corresponde al Ordinario del lugar establecer en qué iglesia abrir la Puerta de la Misericordia que debe abrirse en cada diócesis y eparquía del mundo (cfr. MV 3).
Además de la elección de la Puerta de la Misericordia para la diócesis, los Ordinarios diocesanos podrán decretar la apertura de otras Puertas de la Misericordia también en los Santuarios de especial importancia, sobre todo allí dónde se comprueba la feliz circunstancia de que los numerosos fieles que los frecuentan pueden siempre encontrar el abrazo misericordioso del Padre en la confesión (cf. MV 3).
Es bueno que la ocasión extraordinaria de la indulgencia jubilar sea reconocida por los fieles precisamente como una oportunidad fuera de lo común, y, por tanto, vivido como un momento particularmente fuerte dentro de un camino de conversión. Esto se dará también por la estima sincera de este signo especial que es la Puerta de la Misericordia.

La apertura de las Puertas de la Misericordia...

Después del inicio solemne del Año Santo –  marcado por la apertura de la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro en el Vaticano, el próximo 8 de diciembre – todas las Iglesias particulares abrirán la Puerta de la Misericordia, en comunión con la Iglesia de Roma, en la celebración eucarística del tercer domingo de Adviento (Domingo Gaudete). El Papa, de hecho, abrió ayer domingo la Puerta Santa de la catedral de Roma, la Basílica de San Juan de Letrán.
Cada Iglesia particular abrirá las otras Puertas de la Misericordia, es decir, aquellas eventualmente establecidas en los santuarios, siempre dentro de la celebración eucarística del tercer domingo de Adviento, que podrá ser presidida por un delegado del Obispo.

Una vez atravesada la Puerta...

Una vez atravesada la Puerta Santa o Puerta de la Misericordia, o que se verifique una de las otras circunstancias en las que el Papa Francisco ha concedido que se pueda obtener la indulgencia (por ejemplo, para los enfermos, los encarcelados y para cualquier persona que realiza en primera persona una obra de misericordia), además de las condiciones habituales que piden un corazón bien dispuesto para que la gracia pueda obtener los frutos esperados, los fieles deberán dedicarse un momento a la oración para cumplir con los últimos requisitos: la profesión de fe y la oración por el Papa y por sus intenciones. Esta última podrá ser al menos un Padre Nuestro – la oración que Jesús mismo nos enseñó para dirigirnos al Padre como hijos – pero posiblemente aún más. En particular, teniendo en cuenta el espíritu propio de este Año Santo, se sugiere recitar la hermosa oración del Papa Francisco para el Jubileo, y de concluir el momento de oración con una invocación al Señor Jesús misericordioso (por ejemplo, “Jesús Misericordioso, en Vos confío”).

Homilía de ayer del Papa Francisco en la apertura del Año Jubilar de la Misericordia.


En breve tendré la alegría de abrir la Puerta Santa de la Misericordia. Como hice en Bangui, cumplimos este gesto, a la vez sencillo y fuertemente simbólico, a la luz de la Palabra de Dios que hemos escuchado, y que pone en primer plano el primado de la gracia. En efecto, en estas lecturas se repite con frecuencia una expresión que evoca la que el ángel Gabriel dirigió a una joven muchacha, asombrada y turbada, indicando el misterio que la envolvería: «Alégrate, llena de gracia» (Lc 1,28).

La Virgen María está llamada en primer lugar a regocijarse por todo lo que el Señor hizo en ella. La gracia de Dios la envolvió, haciéndola digna de convertirse en la madre de Cristo. Cuando Gabriel entra en su casa, también el misterio más profundo, que va más más allá de la capacidad de la razón, se convierte para ella en un motivo de alegría, motivo de fe, motivo de abandono a la palabra que se revela. La plenitud de la gracia transforma el corazón, y lo hace capaz de realizar ese acto tan grande que cambiará la historia de la humanidad.

La fiesta de la Inmaculada Concepción expresa la grandeza del amor Dios. Él no sólo perdona el pecado, sino que en María llega a prevenir la culpa original que todo hombre lleva en sí cuando viene a este mundo. Es el amor de Dios el que previene, anticipa y salva. El comienzo de la historia del pecado en el Jardín del Edén desemboca en el proyecto de un amor que salva. Las palabras del Génesis nos remiten a la experiencia cotidiana de nuestra existencia personal. Siempre existe la tentación de la desobediencia, que se manifiesta en el deseo de organizar nuestra vida al margen de la voluntad de Dios. Esta es la enemistad que insidia continuamente la vida de los hombres para oponerlos al diseño de Dios. Y, sin embargo, también la historia del pecado se comprende sólo a la luz del amor que perdona. El pecado sólo se entiende con esta luz. Si todo quedase relegado al pecado, seríamos los más desesperados de entre las criaturas, mientras que la promesa de la victoria del amor de Cristo encierra todo en la misericordia del Padre. La palabra de Dios que hemos escuchado no deja lugar a dudas a este propósito. La Virgen Inmaculada es para nosotros testigo privilegiado de esta promesa y de su cumplimiento.

Este Año Extraordinario es también un don de gracia. Entrar por la puerta significa descubrir la profundidad de la misericordia del Padre que acoge a todos y sale personalmente al encuentro de cada uno. Es Él el que nos busca. Es Él el que sale a nuestro encuentro. Será un año para crecer en la convicción de la misericordia. Cuánto se ofende a Dios y a su gracia cuando se afirma sobre todo que los pecados son castigados por su juicio, en vez de destacar que son perdonados por su misericordia (cf. san Agustín, De praedestinatione sanctorum 12, 24) Sí, así es precisamente. Debemos anteponer la misericordia al juicio y, en cualquier caso, el juicio de Dios tendrá lugar siempre a la luz de su misericordia. Que el atravesar la Puerta Santa, por lo tanto, haga que nos sintamos partícipes de este misterio de amor. Abandonemos toda forma de miedo y temor, porque no es propio de quien es amado; vivamos, más bien, la alegría del encuentro con la gracia que lo transforma todo.

Hoy, aquí en Roma y en todas las diócesis del mundo, cruzando la Puerta Santa, queremos recordar también otra puerta que los Padres del Concilio Vaticano II, hace cincuenta años, abrieron hacia el mundo. Esta fecha no puede ser recordada sólo por la riqueza de los documentos producidos, que hasta el día de hoy permiten verificar el gran progreso realizado en la fe. En primer lugar, sin embargo, el Concilio fue un encuentro. Un verdadero encuentro entre la Iglesia y los hombres de nuestro tiempo. Un encuentro marcado por el poder del Espíritu que empujaba a la Iglesia a salir de las aguas poco profundas que durante muchos años la habían recluido en sí misma, para reemprender con entusiasmo el camino misionero. Era un volver a tomar el camino para ir al encuentro de cada hombre allí donde vive: en su ciudad, en su casa, en el trabajo...; dondequiera que haya una persona, allí está llamada la Iglesia a ir para llevar la alegría del Evangelio y llevar la misericordia y el perdón de Dios. Un impulso misionero, por lo tanto, que después de estas décadas seguimos retomando con la misma fuerza y el mismo entusiasmo. El jubileo nos estimula a esta apertura y nos obliga a no descuidar el espíritu surgido en el Vaticano II, el del Samaritano, como recordó el beato Pablo VI en la conclusión del Concilio. Que al cruzar hoy la Puerta Santa nos comprometamos a hacer nuestra la misericordia del Buen Samaritano.

Comenzamos el AÑO JUBILAR DE LA MISERICORDIA.



Con la apertura de la Puerta Santa en Roma, da comienzo el año de la misericordia.
Que este año sea para todos nosotros, un año de gracia y perdón entre cada uno nosotros.

08 diciembre 2015

Evangelio. Solemnidad de la Inmaculada Concepción.


Según San Lucas 1, 26- 38.

En aquel tiempo, fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María.
Y entrando, le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo». Ella se conturbó por estas palabras, y discurría qué significaría aquel saludo. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin». María respondió al ángel: «¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?». El ángel le respondió: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios. Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y éste es ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril, porque ninguna cosa es imposible para Dios». Dijo María: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra». Y el ángel dejándola se fue.


Reflexión.

Un proyecto. María, una mujer «desposada con un hombre llamado José, de la casa de David» (Lc 1,28). María tiene un proyecto. Evidentemente, de proporciones humanas. Sin embargo, Dios irrumpe en su vida para presentarle otro proyecto... de proporciones divinas. También hoy, quiere entrar en nuestra vida y dar proporciones divinas a nuestro quehacer humano.

06 diciembre 2015

Evangelio. II Domingo de Adviento.


Según San Lucas 3, 1- 6.

En el año quince del imperio de Tiberio César, siendo Poncio Pilato procurador de Judea, y Herodes tetrarca de Galilea; Filipo, su hermano, tetrarca de Iturea y de Traconítida, y Lisanias tetrarca de Abilene; en el pontificado de Anás y Caifás, fue dirigida la palabra de Dios a Juan, hijo de Zacarías, en el desierto. Y se fue por toda la región del Jordán proclamando un bautismo de conversión para perdón de los pecados, como está escrito en el libro de los oráculos del profeta Isaías: «Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas; todo barranco será rellenado, todo monte y colina será rebajado, lo tortuoso se hará recto y las asperezas serán caminos llanos. Y todos verán la salvación de Dios».


Reflexión. 

Hoy es el segundo Domingo de Adviento, que tiene como objetivo principal que yo pueda encontrar a Dios en el camino de mi vida. Ya no sólo a un Recién Nacido, sino sobre todo al Misericordiosísimo Salvador, para ver la sonrisa de Dios, cuando todo el mundo verá la salvación que Dios envía

03 diciembre 2015

De las cartas de san Francisco Javier, presbítero, a san Ignacio.

¡Ay de mí, si no anunciara la Buena Nueva!

Visitamos las aldeas de los neófitos, que pocos años antes habían recibido la iniciación cristiana. Esta tierra no es habitada por los portugueses, ya que es sumamente estéril y pobre, y los cristianos nativos, privados de sacerdotes, lo único que saben es que son cristianos. No hay nadie que celebre para ellos la misa, nadie que les enseñe el Credo, el Padrenuestro, el Avemaría o los mandamientos de la ley de Dios.
Por esto, desde que he llegado aquí, no me he dado momento de reposo: me he dedicado a recorrer las aldeas, a bautizar a los niños que no habían recibido aún este sacramento. De este modo, purifiqué a un número ingente de niños que, como suele decirse, no sabían distinguir su mano derecha de la izquierda. Los niños no me dejaban recitar el Oficio divino ni comer ni descansar, hasta que les enseñaba alguna oración; entonces comencé a darme cuenta de que de ellos es el reino de los cielos.
Por tanto, como no podía cristianamente negarme a tan piadosos deseos, comenzando por la profesión de fe en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, les enseñaba el Símbolo de los apóstoles y las oraciones del Padrenuestro y el Avemaria. Advertí en ellos gran disposición, de tal manera que, si hubiera quien los instruyese en la doctrina cristiana, sin duda llegarían a ser unos excelentes cristianos.
Muchos, en estos lugares, no son cristianos, simplemente porque no hay quien los haga tales. Muchas veces me vienen ganas de recorrer las universidades de Europa, principalmente la de París, y de ponerme a gritar por doquiera, como quien ha perdido el juicio, para impulsar a los que poseen más ciencia que caridad, con estas palabras: «¡Ay, cuántas almas, por vuestra desidia, quedan excluidas del cielo y se precipitan en el infierno!»
¡Ojalá pusieran en este asunto el mismo interés que ponen en sus estudios! Con ello podrían dar cuenta a Dios de su ciencia y de los talentos que les han confiado. Muchos de ellos, movidos por estas consideraciones y por la meditación de las cosas divinas, se ejercitarían en escuchar la voz divina que habla en ellos y, dejando de lado sus ambiciones y negocios humanos, se dedicarían por entero a la voluntad y al arbitrio de Dios, diciendo de corazón: «Señor, aquí me tienes; ¿qué quieres que haga? Envíame donde tú quieras, aunque sea hasta la India.»

Hoy, 3 de diciembre, celebramos a San Francisco Javier.


Nació en España, el año 1506; mientras estudiaba en París, se unió a san Ignacio. Fue ordenado sacerdote en Venecia, el año 1537, y se dedicó a obras de caridad. El año 1541 marchó hacia Oriente y durante diez años evangelizó incansablemente la India y el Japón, convirtiendo a muchos. Murió el año 1552, en la isla de Shangchuan, en China.

01 diciembre 2015

Hoy conocemos al "Padre Méndez" fundador de las Hermanas Trinitarias de Madrid.


Francisco Méndez Casariego nace en Madrid el día 21 de junio de 1850 en el seno de una familia cristiana. Su padre era Pintor de cámara y académico de Bellas Artes de san Fernando. De niño destaca por su fina sensibilidad y su apertura a los demás, por sus cualidades prácticas, habilidad manual y gusto por la mecánica; pero lo más sorprendente era su profunda vivencia religiosa y su emotividad con los más pobres...

Tuvo inquietudes misioneras muy pronto, y perteneció a un grupo de jóvenes cristianos que se llamaban congregantes marianos. Sus padres soñaban con un futuro brillante para su hijo, así como para sus dos hermanas, Soledad, que más adelante será religiosa, y Carmen, a quien llamaban "Merceditas y que murió muy pronto...

Después de ser ordenado sacerdote, fue nombrado coadjutor, y luego párroco de la iglesia de la Encarnación, entonces parroquia de la corete. Pero no se queda en el mundo de la nobleza y el poder, sino que llega al bajo mundo de los pobres y humillados, en los suburbios y callejas de Madrid. Más adelante será nombrado canónigo. Compaginará sus obligaciones en el primer templo diocesano con su ministerio pastoral entre los más abatidos y necesitados. "Dios se fijó en él; vio su compasión, su ternura con los más pequeños, sus desvelos porque conozcan la misericordia y el amor del Padre.

Continuará...

(Texto cogido de las HH. Trinitarias)

El Papa responde cuando le hablan sobre el preservativo y la posición de la Iglesia en el avión de regreso a Roma, tras su viaje en África. ¡No tiene desperdicio!


Pregunta.
El SIDA golpea duramente África, la epidemia continúa. Sabemos que la prevención es la clave y que los condones no son el único medio para detener la epidemia, pero son una parte importante de la respuesta. ¿No es acaso tiempo de cambiar la posición de la Iglesia para permitir el uso de preservativos con tal de evitar infecciones?


Respuesta.
«La pregunta me parece parcial. Sí, es uno de los métodos; la moral de la Iglesia se encuentra en este punto ante una perplejidad. O el quinto o el sexto mandamiento: defender la vida o la relación sexual abierta a la vida. Pero este no es el problema. El problema es más grande: esta pregunta me has pensar en esa que una vez le hicieron a Jesús: ‘Dime, Maestro, ¿es lícito curar de sábado?' ¡Es obligatorio curar! La desnutrición,la explotación, el trabajo esclavo, la falta de agua potable, estos son los problemas. No hablamos sobre si se puede usar tal curita para tal herida. La gran injusticia es una injusticia social, la gran injusticia es la desnutrición. No me gusta ir a reflexiones tan casuísticas cuando la gente muere por falta de agua o por hambre. Pensemos en el tráfico de armas. Cuando no existan estos problemas, creo que se podrá hacer la pregunta: ¿es lícito curar de sábado? ¿Por qué se siguen fabricando armas? Las guerras son el motivo de la mortandad más grande. No hay que pensar si es lícito o no es lícito curar de sábado. Hagan justicia y, cuando todos estén curados, cuando no haya injusticia en este mundo, podremos hablar sobre el sábado».

Discurso del Papa Francisco en la mezquita de Bangui para pedir paz con los hermanos musulmanes,


Queridos hermanos, representantes y creyentes musulmanes:

Es para mí una gran alegría estar con ustedes y expresarles mi gratitud por su afectuosa bienvenida. Agradezco particularmente al Imán Tidiani Moussa Naibi sus palabras de bienvenida. Mi visita pastoral a la República Centroafricana no estaría completa sin este encuentro con la comunidad musulmana.
Cristianos y musulmanes somos hermanos. Tenemos que considerarnos así, comportarnos como tales. Sabemos bien que los últimos sucesos y la violencia que ha golpeado su país no tenía un fundamento precisamente religioso. Quien dice que cree en Dios ha de ser también un hombre o una mujer de paz. Cristianos, musulmanes y seguidores de las religiones tradicionales, han vivido juntos pacíficamente durante muchos años. Tenemos que permanecer unidos para que cese toda acción que, venga de donde venga, desfigura el Rostro de Dios y, en el fondo, tiene como objetivo la defensa a ultranza de intereses particulares, en perjuicio del bien común. Juntos digamos «no» al odio, a la venganza, a la violencia, en particular a la que se comete en nombre de una religión o de Dios. Dios es paz, salam.
En estos tiempos dramáticos, las autoridades religiosas cristianas y musulmanes han querido estar a la altura de los desafíos del momento. Han desempeñado un papel importante para restablecer la armonía y la fraternidad entre todos. Quisiera expresarles mi gratitud y mi estima. Podemos recordar también los numerosos gestos de solidaridad que cristianos y musulmanes han tenido hacia sus compatriotas de otras confesiones religiosas, acogiéndolos y defendiéndolos durante la última crisis en su país, pero también en otras partes del mundo.
Confiamos en que las próximas consultas nacionales den al país unos Representantes que sepan unir a los centroafricanos, convirtiéndose en símbolos de la unidad de la nación, más que en representantes de una facción. Los animo vivamente a trabajar para que su país sea una casa acogedora para todos sus hijos, sin distinción de etnia, adscripción política o confesión religiosa. La República Centroafricana, situada en el corazón de África, gracias a la colaboración de todos sus hijos, podrá dar entonces un impulso en esta línea a todo el continente. Podrá influir positivamente y ayudar a apagar los focos de tensión todavía activos y que impiden a los africanos beneficiarse de ese desarrollo que merecen y al que tienen derecho.
Queridos amigos, los invito a rezar y a trabajar en favor de la reconciliación, la fraternidad y la solidaridad entre todos, teniendo presente a las personas que más han sufrido por estos sucesos.
Que Dios los bendiga y los proteja.

30 noviembre 2015

Del apóstol san Pablo, a los Corintios.


Hermanos: El mensaje de la cruz es necedad para los que están en vías de perdición; pero para los que están en vías de salvación -para nosotros- es fuerza de Dios. Dice la escritura: «Destruiré la sabiduría de los sabios, frustraré la sagacidad de los sagaces.» ¿Dónde está el sabio? ¿Dónde está el letrado? ¿Dónde está el sofista de nuestros tiempos? ¿No ha convertido Dios en necedad la sabiduría del mundo?

Y, como en la sabiduría de Dios el mundo no lo conoció por el camino de la sabiduría, quiso Dios valerse de la necedad de la predicación, para salvar a los creyentes. Porque los judíos exigen signos, los griegos buscan sabiduría. Pero nosotros predicamos a Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los gentiles; pero para los llamados a Cristo -judíos o griegos-: fuerza de Dios y sabiduría de Dios. Pues lo necio de Dios es más sabio que los hombres; y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres.

Fijaos en vuestra asamblea: no hay en ella muchos sabios en lo humano, ni muchos poderosos, ni muchos nobles; todo lo contrario: lo necio del mundo lo ha escogido Dios para confundir a los sabios. Y lo débil del mundo lo ha escogido Dios para humillar el poder. Aún más: ha escogido la gente baja del mundo, lo despreciable, lo que no cuenta, para anular a lo que cuenta; de modo que nadie pueda gloriarse en presencia del Señor. Por él vosotros sois en Cristo Jesús, en este Cristo que Dios ha hecho para nosotros sabiduría, justicia, santificación y redención. Y así -como dice la Escritura- «el que se gloría, que se gloríe en el Señor».

Cuando vine a vosotros, hermanos, a anunciaros el testimonio de Dios, no lo hice con sublime elocuencia ni sabiduría, pues nunca entre vosotros me precié de saber cosa alguna, sino a Jesucristo, y éste crucificado. Me presenté a vosotros débil y temeroso; mi palabra y mi predicación no fue con persuasiva sabiduría humana, sino en la manifestación y el poder del Espíritu, para que vuestra fe no se apoye en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios

¿Dónde esperas a Dios en este adviento?

Hemos ido muchas veces a la enorme estación y se nos ha dicho por el altavoz: “Llega inmediatamente por la vía 12” o “llega por la vía 4”.
Pero no. No llegaba Dios.
Era una estrella o un estrello del cine, o un magnate de las finanzas, o un gran político,
o una gran figura eclesial, quizás hasta un visionario religioso...
Pero no era, no, no era Dios.
¡Tantos advientos! ¡Tantas esperas ya...!
Y volvíamos a casa con el mal sabor de boca de la tomadura de pelo,
o de nuestra ingenua candidez, prometiéndonos que otra vez iban a engañar a su tía...
Pero, vamos a ver, hermanos: ¿Dónde podemos encontrar a Dios? Todo el Antiguo Testamento esperándole los reyes, los sabios, los importantes.
Quizás esperándole en la torre del templo, o en el palacio real,
en la clase de los teólogos. Y luego les hace trampa. Se esconde entre los analfabetos y los animales,
que a tantos les parece casi lo mismo. ¡Dios tiene unas bromas!

¿Dónde esperas a Dios en este adviento?
¿No piensas que estará en tu barrio, en tu asociación de vecinos con larga lista de problemas, en el dolor humilde y rutinario de tu vecino o en tu misma casa, en medio de tus problemas, de tus luchas y de ti mismo?

Este adviento sería un buen momento para hacer de detectives de Dios. Veríamos entonces qué cerca está. Pero a su manera. Esa manera que es la nuestra, porque lo chocante es que Dios nos "imita",
se hace vida nuestra en toda su vulgaridad, y eso es lo que más desconcierta a los miserables, hambrientos de magia y milagrería.

Sepamos capaces de descubrir a Dios en la rutina de todos los días en la enorme grandeza de nuestra vulgaridad.


(Obispo auxiliar amérito de Madrid)

El valor de las palabras.


¿Hay palabras que se gastan de tanto usarlas? ¿Hay afirmaciones que, a fuerza de repetirlas, pierden su fuerza? ¿Cuánto vale un “te quiero” dicho sin alma? ¿De qué sirve pronunciar un nombre, si olvidas a la persona que hay detrás? Decía aquel mandamiento “No tomarás el nombre de Dios en vano”. Es una idea sorprendente. Tomar un nombre en vano. Decir con los labios lo que la vida no dice. Pronunciar sin sonrojo palabras que habría que decir de puntillas, como compasión, justicia, pobres o amor. Es bonito pensar en el poder de las palabras, o en nuestro poder –y responsabilidad- al pronunciarlas.

29 noviembre 2015

Evangelio. I Domingo de Adviento.


  • Según San Lucas 21, 25 - 28. 34-36

En aquel tiempo, decía Jesús a sus discípulos: «Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y de las olas, muriéndose los hombres de terror y de ansiedad por las cosas que vendrán sobre el mundo; porque las fuerzas de los cielos serán sacudidas. Y entonces verán venir al Hijo del hombre en una nube con gran poder y gloria. Cuando empiecen a suceder estas cosas, cobrad ánimo y levantad la cabeza porque se acerca vuestra liberación.
Guardaos de que no se hagan pesados vuestros corazones por el libertinaje, por la embriaguez y por las preocupaciones de la vida, y venga aquel Día de improviso sobre vosotros, como un lazo; porque vendrá sobre todos los que habitan toda la faz de la tierra. Estad en vela, pues, orando en todo tiempo para que tengáis fuerza y escapéis a todo lo que está para venir, y podáis estar en pie delante del Hijo del hombre.



  • Reflexión.

Hoy, comenzamos un nuevo año litúrgico, hacemos el propósito de renovar nuestra ilusión y nuestra lucha personal con vista a la santidad, propia y de todos. Nos invita a ello la propia Iglesia, recordándonos en el Evangelio de hoy la necesidad de estar siempre preparados, siempre “enamorados” del Señor: Guardaos de que no se hagan pesados vuestros corazones por el libertinaje, por la embriaguez y por las preocupaciones de la vida.

Hoy comenzamos el..



26 noviembre 2015

En el fracaso de la cruz se ve el amor.

La necesidad que tiene el cristiano, como lo hizo el buen ladrón, de entender que la fuerza del reino del Señor es el amor, y que Él se revela como soberano en el “fracaso” de la cruz en el calvario.

“Decir que ‘Jesús ha dado su vida por el mundo es verdad, pero es más bello decir: ‘¡Ha dado su vida por mí! Y hoy, cada uno de nosotros, diga en su corazón: ‘¡Ha dado su vida por mí!, para poder salvarnos a cada uno de nosotros de nuestros pecados”.

“Esto, ¿quién lo entendió? Lo entendió bien uno de los dos ladrones crucificados con Él, llamado el ‘buen ladrón’, que le suplica: ‘Jesús, acuérdate de mí cuando entres en tu reino’(Lc 23,42). Pero este era un malhechor, era un corrupto y estaba ahí condenado a muerte por todas las maldades que había hecho en su vida, pero ha visto en la actitud de Jesús, en la humildad de Jesús el amor. Y esta es la fuerza del reino de Cristo: el amor.

Tras afirmar que Cristo se ha revelado como rey en la cruz, que quien la mira “no puede no ver la sorprendente gratuidad del amor, pero alguno de ustedes podría decir: ‘pero, ¡Padre, esto ha sido un fracaso!’ Es justamente en el fracaso del pecado –el pecado es un fracaso–, en el fracaso de la ambición humana, que podemos ver el triunfo de la cruz, ahí está la gratuidad del amor”.

“En el fracaso de la cruz se ve el amor, este amor que es gratuito, que nos da Jesús. Hablar de potencia y de fuerza, para el cristiano, significa hacer referencia a la potencia de la cruz y a la fuerza del amor de Jesús: un amor que permanece firme e íntegro, incluso ante el rechazo, y que se presenta como el cumplimiento de una vida donada en la total entrega de sí en favor de la humanidad”.

“En el Calvario, los presentes y los jefes se burlan de Jesús clavado en la cruz y le lanzan el desafío: ‘¡Sálvate a ti mismo bajando de la cruz!’ (Mc 15,30). ‘¡Sálvate a ti mismo!’. Pero paradójicamente la verdad de Jesús es aquella que en forma de ironía le lanzan sus adversarios: ‘¡No puede salvarse a sí mismo!’ (v. 31)”.

“Si Jesús hubiese bajado de la cruz, habría cedido a las tentaciones del príncipe de este mundo; en cambio Él no puede salvarse a sí mismo justamente para poder salvar a los demás porque ha dado su vida por nosotros, por cada uno de nosotros”.

Cuando Jesús se presenta ante Pilatos como rey de un reino que “no es de este mundo”, esto “no significa que Cristo sea rey de otro mundo, sino que es rey de otro modo, pero es rey en este mundo”.

“Se trata de una contraposición entre dos lógicas: la lógica mundana que se apoya en la ambición, en la competencia, en el combate con las armas del miedo, del chantaje y la manipulación de las conciencias. La lógica del Evangelio, es decir la lógica de Jesús, en cambio se expresa en la humildad y en la gratuidad, se afirma silenciosa pero eficazmente con la fuerza de la verdad”.

Contemplando al buen ladrón, “digamos todos juntos lo que ha dicho el ‘buen ladrón’: ‘Jesús, acuérdate de mí cuando estés en tu reino’. Todos juntos: ‘Jesús, acuérdate de mí cuando estarás en tu reino’. Pidámosle a Jesús, cuando nos sintamos débiles, pecadores, derrotados, mirémonos y digamos: ‘Pero, Tu estas ahí. No te olvides de mí’”.

Animo a que “ante tantas laceraciones en el mundo y tantas heridas en la carne de los hombres, pidamos a la Virgen María que nos sostenga en nuestro compromiso de imitar a Jesús, nuestro rey, haciendo presente su reino con gestos de ternura, comprensión y misericordia”.

(Solemnidad de Cristo Rey, Papa Francisco)

22 noviembre 2015

Evangelio. Domingo Solemnidad de Jesucristo Rey del universo.


Según San Juan 18, 33 -37.

En aquel tiempo, Pilato dijo a Jesús: «¿Eres tú el Rey de los judíos?». Respondió Jesús: «¿Dices eso por tu cuenta, o es que otros te lo han dicho de mí?». Pilato respondió: «¿Es que yo soy judío? Tu pueblo y los sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué has hecho?». Respondió Jesús: «Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuese de este mundo, mi gente habría combatido para que no fuese entregado a los judíos: pero mi Reino no es de aquí». Entonces Pilato le dijo: «¿Luego tú eres Rey?». Respondió Jesús: «Sí, como dices, soy Rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz».


Reflexión.

A punto de iniciar el Adviento, tiempo que nos preparará para la Navidad, esta fiesta de CRISTO REY quiere poner a Jesús en el centro de todo lo que somos y vivimos.
Que trabajemos por su reino: un reino de paz, de justicia, de verdad y de hermanos.

19 noviembre 2015

Un Beato Mártir Malagueño, Juan Duarte Martín.


Juan Duarte nació en Yunquera el 17 de marzo de 1912. Sus padres fueron Juan Duarte Doña y Dolores Martín de la Torre. De este matrimonio nacieron diez hijos, de los que sobrevivieron seis, Juan era el cuarto de ellos. Su padre era un labrador autónomo, con bienes suficientes para no tener que trabajar por cuenta ajena, aunque no para llevar una vida desahogada; hombre de campo de recia piedad; miembro veterano de la Adoración Nocturna, como recuerda la insignia expuesta en el chinero de su casa, que mantuvo una relación muy estrecha con su hijo Juan, desde que era pequeño, y aún más cuando le comunicó su deseo de ingresar en el Seminario. Era, sin duda, su hijo preferido, lo cual nunca despertó celos en sus hermanos, pues ellos también le tenían como el mejor de todos Fue bautizado en la parroquia de la Encarnación de Yunquera, donde recibió también la Confirmación. De la recepción de estos sacramentos no hay partidas, porque el archivo parroquial fue totalmente destrozado en el año 1936 y las hojas de sus libros sirvieron para envolver los productos que se adquirían en la iglesia, convertida entonces en economato.

Ingresó en el Seminario en el curso 1925-1926, a la edad de trece años. A decir verdad, fue una decisión que a nadie sorprendió, pues desde muy pequeño ya mostró su cercanía y su inclinación hacia la Iglesia. Y se sentía tan firme en su vocación que cuando, ante los insuficientes medios económicos de la familia, el padre le planteó cómo podrían pagar sus estudios, él sin vacilar respondió: "No se preocupe, el Señor le va a ayudar". En el Seminario Juan se sintió perfectamente, pues más que un internado se encontró una verdadera familia, con un auténtico padre –el rector– y un excelente director espiritual, el P. Soto. Juan quería mucho al Seminario, como permanentemente pudieron constatar sus padres y sus hermanos. Cuando estaba en el pueblo pasando las vacaciones de verano, contaba los días que faltaban para el regreso. Y en una ocasión muy señalada, cuando, después de la quema de iglesias y de conventos en Málaga en mayo del 1931, se planteó la necesidad de regresar al Seminario y su padre le pidió que aplazara su vuelta hasta que la situación política se normalizase, Juan Duarte fue de los valientes que volvieron al Seminario, dispuestos a emprender aquella nueva etapa, huérfanos de su Obispo tan querido, D. Manuel González, y con muy escasos recursos económicos, pero con unos superiores que vivían ya el ideal expresado en aquellos días por el propio D. Manuel: "Espíritu Santo, concédenos el gozo de servir a la Madre Iglesia de balde y con todo lo nuestro".

Durante los años de Seminario, Juan era, como decía el Padre Soto, "un seminarista ejemplar". Inteligente y estudioso, fue aprobando siempre con las máximas calificaciones. Reconociendo su capacidad, en los últimos cursos se le encomendó la tarea de prefecto de los seminaristas menores, educador de ellos. Era alegre y sencillo, de lo cual tuvieron constancia los niños del catecismo de la parroquia de la Victoria y los de Yunquera. De él y de otros dos seminaristas, José Merino y Miguel Díaz, también de Yunquera, se decía que en sus vacaciones traían la alegría al pueblo. Era muy notable su profunda vocación apostólica. Contaba a este respecto su hermana que Merino le dijo un día: "Cuando sea sacerdote, quiere irse a las misiones". El 1 de julio de 1935 recibió el Subdiaconado; de la noche anterior tenemos una plegaria a la que él alude en una emotiva carta al Obispo Don Manuel González: "¡Con qué ganas me pongo en brazos de la Iglesia y con qué ganas le pido al Señor que me quite la vida si no he de servirla con la alegría que inunda mi alma el día que a ella me entrego!". Al año siguiente fue ordenado Diácono en la Catedral de Málaga, el 6 de marzo de 1936.

Duarte, sin embargo, dudaba de su capacidad para afrontar el martirio "si llega el momento", como le confesó un día a su amigo Merino. A este arrojo y valentía de Duarte bien pueden llamársele "parresía", esto es, libertad recibida del Espíritu para decir y hacer lo que él quiere. Su familia y los que le trataron de cerca en aquellos meses saben que una respuesta que frecuentemente salía de sus labios cuando alguien le advertía que la situación empeoraba era: "¡El Señor triunfará, el Señor triunfará!

Quizás ese arrojo o "parresía" fuese la razón última de por qué no fue martirizado en El Burgo como sus dos compañeros José Merino Toledo y Miguel Díaz Jiménez, y se lo llevaran a Álora para matarle en este pueblo, después de una semana de torturas y humillaciones. Su detención ocurrió el 7 de noviembre, por la delación de alguien que, tras un registro fallido llevado a cabo en su casa, le vio asomarse a una pequeña ventana para respirar aire puro después de varias horas, sin luz ni ventilación, en una pequeña pocilga que le había servido de escondite. Cuando los milicianos pegaron en la puerta, sólo se encontraban en casa su madre y él, pues de sus hermanas dos habían ido al campo para lavar la ropa y la otra, la más pequeña, Carmen, se encontraba aprendiendo a bordar para confeccionarle la cinta con la que sus padres atarían las manos de Juan en su ordenación sacerdotal.

De su casa le llevaron al calabozo municipal, y de allí, con los otros dos seminaristas, José Merino y Miguel Díaz, sobre las cuatro de la tarde, lo trasladaron a El Burgo, donde quedaron sus dos compañeros, martirizados en la noche del 7 al 8, mientras Juan fue llevado, por la carretera de Ardales, hasta Álora. Los motivos para no asesinar a Juan en El Burgo, como hicieron con los otros, y llevarlo a Álora no son suficientemente conocidos, pero parece ser fruto de un acuerdo del Comité Local de Yunquera con algún dirigente revolucionario de Álora. En Álora, fue llevado primeramente a una posada y, después, a la Garipola o calabozo municipal, en el que durante varios días fue sometido a torturas sin cuento, con las que pretendían forzarle a blasfemar. Pero él siempre respondía: "¡Viva el Corazón de Jesús!" o "¡Viva Cristo Rey!".

Las torturas y humillaciones a las que fue sometido en la Garipola fueron muy variadas. De cómo se desarrollaban estos paseos hay testimonios de varios familiares y amigos, ya difuntos. La buena gente de Álora vivió la pasión de Juan Duarte como la de un hijo o hermano muy querido. Fueron muchos los que deseaban que aquel sufrimiento, aquella insoportable muerte lenta acabase de una vez. Para hacerle renegar de la fe. Como la indignación de mucha gente de Álora aumentaba por días y la actitud de Juan Duarte se hacía más provocadora –pues con serenidad preguntaba a sus verdugos si no se daban cuenta de que lo que le hacían a él se lo estaban haciendo al Señor–, los dirigentes del Comité decidieron acabar con él. Esta muerte se llevó a cabo en la noche del día 15 de noviembre. Lo bajaron al Arroyo Bujía, a kilómetro y medio de la estación de Álora, y allí a unos diez metros del puente de la carretera, lo tumbaron en el suelo y con un machete lo abrieron en canal de abajo a arriba, le llenaron de gasolina el vientre y el estómago y luego le prendieron fuego.

Durante este último tormento, Juan Duarte sólo decía: "Yo os perdono y pido que Dios os perdone... ¡Viva Cristo Rey!". Las últimas palabras que salieron de su boca con los ojos bien abiertos y mirando al cielo fueron: "¡Ya lo estoy viendo... ya lo estoy viendo!" Los mismos que intervinieron en su muerte contaron luego en el pueblo que uno de ellos le interpeló: "¿Qué estás viendo tú?". Y acto seguido, le descargó su pistola en la cabeza. Pocos meses después, el 3 de mayo, su padre, hermanos y otros familiares se presentaron en Álora para exhumar su cuerpo, fácil de encontrar bajo la arena, pues había sido enterrado por unos vecinos a tan poca profundidad que su hermano José, como él mismo contó, con sólo escarbar con sus manos, topó enseguida con sus restos.

Audiencia del Papa Francisco, el pasado miércoles 18 de noviembre.


Queridos hermanos y hermanas:

En el umbral del Año de la Misericordia, quiero reflexionar hoy sobre el sentido de la puerta santa. Una puerta que se abre en la Iglesia para salir al encuentro de aquellos que por tantas razones se encuentran lejos. También las familias están invitadas a abrir sus puertas para salir al encuentro de Jesús que nos espera paciente, y que quiere traernos su bendición y su amistad. Una Iglesia que no fuera hospitalaria o una familia cerrada en sí misma sería una realidad terrible, que mortifica el Evangelio y hace más árido el mundo.

La puerta abierta nos habla de confianza, de hospitalidad, de acogida. La puerta es para proteger, no para rechazar, y además no puede ser forzada, porque la hospitalidad brilla por la libertad de la acogida. Jesús siempre llama, siempre pide permiso. Al mismo tiempo, la puerta debe abrirse frecuentemente, aunque sólo sea para ver si hay alguien que espera y que no tiene el valor ni la fuerza de llamar.

En el evangelio de san Juan, Jesús se compara con la puerta del redil, en el que encontramos seguridad. Jesús, una puerta por la que podemos entrar y salir sin temor. La Iglesia debe colaborar con Cristo como el guardián del que habla el evangelio, escuchando la voz del Pastor y dejando entrar a todas las ovejas que Él trae consigo.

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Saludos

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España y Latinoamérica. Pidamos a la Sagrada Familia, que supo lo que significa encontrar una puerta cerrada, que ayude a los hogares cristianos a ser un signo elocuente de la Puerta de la Misericordia, que se abre al Señor que llama y al hermano que viene. Que Dios los bendiga.

17 noviembre 2015

Papa Juan XXIII en Pacem in Terris


"La paz ha de estar fundada sobre la verdad,construída con las normas de la justicia, 

vivificada e integrada con el amor, y realizada, en fin con libertad"

Papa Francisco.


"Utilizar el nombre de Dios para justificar la violencia es una blasfemia"

La esperanza, la más pequeña de las virtudes, pero la más fuerte.



Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El Evangelio de este penúltimo domingo del año litúrgico propone una parte del discurso de Jesús, sobre los últimos eventos de la historia humana, orientada al pleno cumplimiento del Reino de Dios (cfr Mc 13,24-32). Es un discurso que Jesús hizo en Jerusalén, antes de su última Pascua. Contiene algunos elementos apocalípticos, como guerras, hambrunas, catástrofes cósmicas: dice "el sol se oscurecerá, la luna dejará de brillar, las estrellas caerán del cielo y los astros se conmoverán". Sin embargo, estos elementos no son la cosa esencial del mensaje. El núcleo central en torno al cual gira el discurso de Jesús es Él mismo, el misterio de su persona y de su muerte y resurrección, y su regreso al final de los tiempos.

Nuestra meta final es el encuentro con el Señor resucitado. Yo les quisiera preguntar, ¿cuántos de ustedes piensan esto? Habrá un día en que yo me encontraré cara a cara con el Señor. Y ésta es nuestra meta: este encuentro. Nosotros no esperamos un tiempo o un lugar, nos encontramos con una persona: Jesús. Por lo tanto, el problema no es "cuándo" sucederán las señales premonitorias de los últimos tiempos, sino el hacer que nos encuentre preparados. Y no se trata ni si quiera de saber "cómo" sucederán estas cosas, sino "cómo" debemos comportarnos, hoy, en su espera. Estamos llamados a vivir el presente, construyendo nuestro futuro con serenidad y confianza en Dios. La parábola de la higuera que germina, como símbolo del verano ya cercano, (cfr vv. 28-29), expresa que la prospectiva del final no nos desvía de la vida presente, sino que nos hace mirar nuestros días con una óptica de esperanza. Es esa virtud tan difícil de vivir: la esperanza, la más pequeña de las virtudes, pero la más fuerte. Y nuestra esperanza tiene un rostro: el rostro del Señor resucitado, que viene "lleno de poder y de gloria", que manifiesta su amor crucificado, transfigurado en la resurrección. El triunfo de Jesús al final de los tiempos, será el triunfo de la Cruz; la demostración de que el sacrificio de sí mismo por amor del prójimo y a imitación de Cristo, es el único poder victorioso y el único punto fijo en medio de la confusión y tragedias del mundo.

El Señor Jesús no es sólo el punto de llegada de la peregrinación terrena, sino que es una presencia constante en nuestra vida, siempre está a nuestro lado, siempre nos acompaña; por esto cuando habla del futuro y nos impulsa hacia aquel, es siempre para reconducirnos al presente. Él se contrapone a los falsos profetas, contra los visionarios que prevén la cercanía del fin del mundo y contra el fatalismo. Él está al lado, camina con nosotros, nos quiere. Quiere sustraer a sus discípulos de cada época de la curiosidad para las fechas, las previsiones, los horóscopos, y concentra nuestra atención sobre el hoy de la historia. Yo tendría ganas de preguntarles, respondan interiormente, ¿cuántos de ustedes leen el horóscopo del día? Callados. Cada uno que se responda a sí mismo. Y cuando te vengan ganas de leer el horóscopo, mira a Jesús, que está contigo. Es mejor, te hará mejor. Esta presencia de Jesús nos llama a la espera y la vigilancia, que excluyen tanto la impaciencia como la pereza, tanto las fugas hacia delante como el permanecer encarcelados en la actualidad de lo mundano.

También en nuestros días no faltan la calamidad natural y moral, y tampoco la adversidad y las dificultades de todo tipo. Todo pasa -nos recuerda el Señor-; sólo Él, su Palabra permanece como luz que guía y anima nuestros pasos y nos perdona siempre, porque está al lado nuestro. Sólo es necesario mirarlo y nos cambia el corazón. Que la Virgen María nos ayude a confiar en Jesús, el sólido fundamento de nuestra vida, y a perseverar con alegría en su amor.

(Discurso del Papa Francisco)