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31 diciembre 2017

Evangelio. Solemnidad de la Sagrada Familia.


Según San Lucas 2, 22 - 40.

Cuando se cumplieron los días de la purificación de ellos, según la Ley de Moisés, llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarle al Señor, como está escrito en la Ley del Señor: Todo varón primogénito será consagrado al Señor y para ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o dos pichones, conforme a lo que se dice en la Ley del Señor. 

Y he aquí que había en Jerusalén un hombre llamado Simeón; este hombre era justo y piadoso, y esperaba la consolación de Israel; y estaba en él el Espíritu Santo. Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de haber visto al Cristo del Señor. Movido por el Espíritu, vino al Templo; y cuando los padres introdujeron al niño Jesús, para cumplir lo que la Ley prescribía sobre él, le tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: «Ahora, Señor, puedes, según tu palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz; porque han visto mis ojos tu salvación, la que has preparado a la vista de todos los pueblos, luz para iluminar a los gentiles y gloria de tu pueblo Israel». Su padre y su madre estaban admirados de lo que se decía de él. Simeón les bendijo y dijo a María, su madre: «Éste está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción —¡y a ti misma una espada te atravesará el alma!— a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones». 

Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, de edad avanzada; después de casarse había vivido siete años con su marido, y permaneció viuda hasta los ochenta y cuatro años; no se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día en ayunos y oraciones. Como se presentase en aquella misma hora, alababa a Dios y hablaba del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén. Así que cumplieron todas las cosas según la Ley del Señor, volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El Niño crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría; y la gracia de Dios estaba sobre Él.

Reflexión. Solemnidad de la Sagrada Familia.




En este día de la Sagrada Familia,
recordemos a tantas familias que tienen que salir huyendo del hambre y de la guerra.

Personas que vienen buscando un lugar seguro y que muchas veces les cerramos las puertas y ponemos muros. Personas que son juzgadas por tantas personas, inclusive a veces, por nosotros los cristianos... Y no olvidamos, que ellos hacen lo que la Virgen y San José hicieron un día.

Pidamos también por los refugiados que están en nuestro país, sobre todo, por los que viven como si fueran presos en la cárcel de Archidona, en especial, por el que se ha horcado en estos días allí. 

Ojalá sepamos tener un corazón sensible ante el dolor y acojamos como comunidad de hermanos de una misma familia: Iglesia.

27 diciembre 2017

Santa María Purísima de la Cruz, Ruega por Nosotros.



Santa Ángela de la Cruz, Ruega por Nosotros.





Bendición de Navidad del Papa Francisco "Urbi Et Orbi"


Queridos hermanos y hermanas, feliz Navidad.

Jesús nació de María Virgen en Belén. No nació por voluntad humana, sino por el don de amor de Dios Padre, que «tanto amó al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna» (Jn 3,16).

Este acontecimiento se renueva hoy en la Iglesia, peregrina en el tiempo: en la liturgia de la Navidad, la fe del pueblo cristiano revive el misterio de Dios que viene, que toma nuestra carne mortal, que se hace pequeño y pobre para salvarnos. Y esto nos llena de emoción, porque la ternura de nuestro Padre es inmensa.

Los primeros que vieron la humilde gloria del Salvador, después de María y José, fueron los pastores de Belén. Reconocieron la señal que los ángeles les habían dado y adoraron al Niño. Esos hombres humildes pero vigilantes son un ejemplo para los creyentes de todos los tiempos, los cuales, frente al misterio de Jesús, no se escandalizan por su pobreza, sino que, como María, confían en la palabra de Dios y contemplan su gloria con mirada sencilla. Ante el misterio del Verbo hecho carne, los cristianos de todas partes confiesan, con las palabras del evangelista Juan: «Hemos contemplado su gloria: gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad» (Jn 1,14).

Por esta razón, mientras el mundo se ve azotado por vientos de guerra y un modelo de desarrollo ya caduco sigue provocando degradación humana, social y ambiental, la Navidad nos invita a recordar la señal del Niño y a que lo reconozcamos en los rostros de los niños, especialmente de aquellos para los que, como Jesús, «no hay sitio en la posada» (Lc 2,7).

Vemos a Jesús en los niños de Oriente Medio, que siguen sufriendo por el aumento de las tensiones entre israelíes y palestinos. En este día de fiesta, invoquemos al Señor pidiendo la paz para Jerusalén y para toda la Tierra Santa; recemos para que entre las partes implicadas prevalezca la voluntad de reanudar el diálogo y se pueda finalmente alcanzar una solución negociada, que permita la coexistencia pacífica de dos Estados dentro de unas fronteras acordadas entre ellos y reconocidas a nivel internacional. Que el Señor sostenga también el esfuerzo de todos aquellos miembros de la Comunidad internacional que, movidos de buena voluntad, desean ayudar a esa tierra martirizada a encontrar, a pesar de los graves obstáculos, la armonía, la justicia y la seguridad que anhelan desde hace tanto tiempo.

Vemos a Jesús en los rostros de los niños sirios, marcados aún por la guerra que ha ensangrentado ese país en estos años. Que la amada Siria pueda finalmente volver a encontrar el respeto por la dignidad de cada persona, mediante el compromiso unánime de reconstruir el tejido social con independencia de la etnia o religión a la que se pertenezca. Vemos a Jesús en los niños de Iraq, que todavía sigue herido y dividido por las hostilidades que lo han golpeado en los últimos quince años, y en los niños de Yemen, donde existe un conflicto en gran parte olvidado, con graves consecuencias humanitarias para la población que padece el hambre y la propagación de enfermedades.

Vemos a Jesús en los niños de África, especialmente en los que sufren en Sudán del Sur, en Somalia, en Burundi, en la República Democrática del Congo, en la República Centroafricana y en Nigeria.

Vemos a Jesús en todos los niños de aquellas zonas del mundo donde la paz y la seguridad se ven amenazadas por el peligro de las tensiones y de los nuevos conflictos. Recemos para que en la península coreana se superen los antagonismos y aumente la confianza mutua por el bien de todo el mundo. Confiamos Venezuela al Niño Jesús para que se pueda retomar un diálogo sereno entre los diversos componentes sociales por el bien de todo el querido pueblo venezolano. Vemos a Jesús en los niños que, junto con sus familias, sufren la violencia del conflicto en Ucrania, y sus graves repercusiones humanitarias, y recemos para que, cuanto antes, el Señor conceda la paz a ese querido país.

Vemos a Jesús en los niños cuyos padres no tienen trabajo y con gran esfuerzo intentan ofrecer a sus hijos un futuro seguro y pacífico. Y en aquellos cuya infancia fue robada, obligados a trabajar desde una edad temprana o alistados como soldados mercenarios sin escrúpulos.

Vemos a Jesús en tantos niños obligados a abandonar sus países, a viajar solos en condiciones inhumanas, siendo fácil presa para los traficantes de personas. En sus ojos vemos el drama de tantos emigrantes forzosos que arriesgan incluso sus vidas para emprender viajes agotadores que muchas veces terminan en una tragedia. Veo a Jesús en los niños que he encontrado durante mi último viaje a Myanmar y Bangladesh, y espero que la comunidad internacional no deje de trabajar para que se tutele adecuadamente la dignidad de las minorías que habitan en la Región. Jesús conoce bien el dolor de no ser acogido y la dificultad de no tener un lugar donde reclinar la cabeza. Que nuestros corazones no estén cerrados como las casas de Belén.

Queridos hermanos y hermanas:

También a nosotros se nos ha dado una señal de Navidad: «Un niño envuelto en pañales…» (Lc 2,12). Como la Virgen María y san José, y los pastores de Belén, acojamos en el Niño Jesús el amor de Dios hecho hombre por nosotros, y esforcémonos, con su gracia, para hacer que nuestro mundo sea más humano, más digno de los niños de hoy y de mañana.

Felicitación de Navidad:

A vosotros queridos hermanos y hermanas, llegados a esta plaza de todas las partes del mundo, y a cuantos os unís desde diversos países por medio de la radio, la televisión y otros medios de comunicación, os dirijo mi cordial felicitación.

Que el nacimiento de Cristo Salvador renueve los corazones, suscite el deseo de construir un futuro más fraterno y solidario, y traiga a todos alegría y esperanza. Feliz Navidad.


(Roma. 25 de febrero 2017)

Mensaje de Navidad.



Con el nacimiento de nuestro Señor Jesucristo, se abre una nueva oportunidad de poder ser verdaderos cristianos en medio de nuestro mundo.

Vivimos en una sociedad donde todo tiene que ser demostrado, todo tiene un tiempo temporal, tú tienes que ser más que el otro… Ganar más, ser mejor…

Un mundo donde la competición es la clave para poder vivir.

Un niño pequeño ha venido al mundo. Nace en un sitio pobre, sencillo, que carece de medios de higiene y rodeados de animales.

Procede de una familia que no tiene lugar donde poder pasar la noche. Una madre con la incertidumbre que está a punto de dar a luz y no sabe donde cobijarse. Un padre que se preocupa por la situación que se le presenta, y, precisamente no muy agradable lo que se la avecina…

Pero ellos saben que aunque no tengan posada, un lugar digno, y todo el mundo le cierre la puerta, Dios no les abandona.

Dios quiere nacer pobre entre los pobres. No quiere encerrarse en un lugar para nacer… Elige el cielo como techo, la calle como casa y las personas sencillas como testigos de algo grande.

Nuestra verdad Navidad es aquella fiesta en la que todos somos iguales.

En la que podamos compartir los unos con los otros. Que no seamos más que nadie.

Una Navidad, donde lo esencial, no sea las mesas repletas de comidas y de bebidas de precios altos, sino, que mirando al pesebre, a ese establo donde nació Jesús, sea reflejo de una noche donde la humildad y la sencillez sea el mejor plato.

Navidad es ver en el otro, el rostro de Dios, hecho hombre.

Navidad es ver al necesitado, pobre, marginado, encarcelado, prostituta, maltratadas, enfermos… que Dios se hace presente en ellos.

Un Dios, creador de todo el mundo, que se abaja para compartir nuestra condición humana. Y parece difícil si, pero eso es lo que celebramos en estos días. Que Dios pudiendo haber tenido todo, se solidariza con cada uno de sus criaturas y nos ofrece su amor desde lo cotidiano y sencillo.

Ojalá, que podamos en estos días de Navidad hacer el esfuerzo de mirar a ese Niño humilde y sencillo, y seamos para los demás, Luz de esperanza para tantas personas que viven por múltiples circunstancias en oscuridad, estrellas que conduzcamos a Dios y manos que ayuden a personas que necesitan de nosotros.

Si hacemos todo esto, estaremos dándole a la Navidad el verdadero sentido porque estaremos llenos de Amor de Dios.

Feliz Navidad, y un año 2018 de bendiciones.


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25 diciembre 2017

Os deseo una verdadera y Santa Navidad del Señor.



Evangelio. Natividad del Señor.


Según San Juan 1, 1 - 18.

En el principio ya existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios, y el verbo era Dios. Él estaba en el principio junto a Dios.
Por medio de él se hizo todo, y sin él no se hizo nada de cuanto se ha hecho.
En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. Y la luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió.

Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. No era él la luz, sino el que daba testimonio de la luz.
El Verbo era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre, viniendo al mundo. El mundo estaba; el mundo se hizo por medio de él, y el mundo no lo conoció.

Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a cuantos la recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre. Éstos no han nacido de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de varón, sino que han nacido de Dios.

Y el verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de él y grita diciendo: «Este es de quien dije: el que viene detrás de mí se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo».
Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia. Porque la ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad nos han llegado por medio de Jesucristo.

A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios Hijo unigénito, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer.

Reflexión. Natividad del Señor.


¡Feliz Navidad!

Hoy Jesús ha venido en la humildad de un Niño.
El amor, la Paz, la Alegría, la Ternura y el Amor de Dios hecho hombre habite en cada uno de vuestros corazones para que podamos ser instrumentos de Dios en medio de nuestro mundo.
Dios se hace uno como nosotros, se pone nuestras zapatillas para habitar en nuestro día a día y así poder llevarnos a su Padre que está en los cielos. No nace en un palacio, con grandes prestigios ni honores, sino, que se abaja para que todos podamos ir a verle y alcanzarle.

Pero, como todas las cosas, tiene su ambigüedad. Por un lado, podemos dejarnos llevar del mundo comercial que estos días se nos vende y ponerlo en el centro de nuestra vida, y apartar el verdadero sentido de la Navidad.

La Navidad no es otra cosa que poder celebrar el Amor de Dios hecho hombre que acoge a todos por igual sin distinción de raza, lengua, pueblo, religión nación...

Ser Navidad, es saber tratar a los demás con misericordia, con dignidad y perdonándoles cuando nos ofendan. Si nos comportamos de esa forma, estaremos siendo reflejo de Dios ante el mundo y estrella que guiemos a los demás a Jesús nacido en Belén.

En la Primera Lectura del Profeta Isaías

Vemos como el Profeta anuncia la próxima llegada de un mensajero de Dios, que traerá alegría y la liberación a un pueblo que ha perdido el aliento al haberse visto desterrado en Babilonia y privado de la “ciudad santa y su templo”. Es un canto de júbilo porque el Señor llega para liberar, traer paz y consolación que se manifestará por todas las naciones. Y esto, sucede a nuestros días.

En la Segunda Lectura de la carta de Pablo a los Hebreos

Nos habla de que antes los que hablaban eran los profetas, y desde ahora, es el mismo Hijo de Dios quien nos habla para nuestra salvación.
Por eso, menciona la revelación del Antiguo Testamento por medio de los Profetas y ahora ya hay un único protagonista en el Nuevo Testamento, Jesucristo el Hijo de Dios.
Él es la Palabra del Padre que está al origen de todo cuanto existe e interviene de forma privilegiada en la salvación del mundo.

En el Evangelio de Juan

Vemos como el prólogo del cuarto evangelio hace una descripción de Jesucristo hecho carne y acampado entre nosotros. También, responde a la pregunta por el origen de Jesús.
Jesús, procede del propio Dios y se identifica con su Palabra y con Él mismo.
Es un Dios hecho carne. Es Luz y Vida de toda la humanidad. Por eso, Dios en esta última etapa, nos habla a través de su Hijo, y Juan en su Prólogo nos presenta no sólo de dónde viene Jesús, sino, también, quienes son los que creen en el Hijo de Dios.
Toda la revelación está en Jesús que se ha hecho uno de nosotros para que conociéramos cómo es Dios, su Padre, y gracias a El, también el nuestro.
Pidamos a la Virgen María que interceda por cada uno de nosotros a Dios, para que el Espíritu Santo aumente nuestra fe y sepamos ser Luz de Esperanza para tantas personas que viven en tinieblas.
Que así sea.


Feliz Natividad del Señor.



24 diciembre 2017

Evangelio. Domingo IV de Adviento.


Según San Lucas 1, 26 - 38.

En aquel tiempo, fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. Y entrando, le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo». Ella se conturbó por estas palabras, y discurría qué significaría aquel saludo. 

El ángel le dijo: «No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin». María respondió al ángel: «¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?». El ángel le respondió: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios. Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y este es ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril, porque ninguna cosa es imposible para Dios». Dijo María: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra». Y el ángel dejándola se fue.

Reflexión. Domingo IV de Adviento.


¡Feliz Domingo!

Con este Domingo IV del Tiempo de Adviento, se nos cierra este tiempo de preparación para la venida del Mesias, El Señor.
Jesús va a nacer entre nosotros y cansados de caminar en la oscuridad, vamos a poder vivir como Hijos de la Luz. Una Luz, que procede de un niño que ha nacido de una mujer llamada María. Hoy, nuestro personaje principal de este domingo, es la Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra. Gracias a su “Hágase en mi según tu Palabra” se abrió una puerta de salvación para toda la humanidad. Que María sea para nosotros ejemplo de obediencia, fidelidad y apertura a la voluntad de Dios.


En la Primera Lectura del Libro de Samuel.

Nos cuenta que el profeta Natán era muy importante en la vida del rey de David, en la que hace aparición en momentos decisivos con el fin de indicarle la voluntad de Yahvé.
Dios rechaza un templo para si mismo, como quería David hacer y le promete una dinastía para el rey. Las promesas a David son promesas de Dios a la humanidad entera. Una promesa que nunca caducará. Las riendas las llevará Dios y no en un lugar concreto.
En definitiva, la lectura nos anuncia la llegada del Mesías y que no se puede encerrar entre cuatro paredes.

En la Segunda Lectura de la carta de Pablo a los Romanos.

Nos presenta su propósito de dar gloria a Dios por medio de Jesucristo.
Pablo, nos habla de Jesucristo como una persona que sabe consolidar y fortalece a los creyentes. El anunciaba diciendo “el evangelio que yo os proclamo” y hacía referencia al “Evangelio de Jesucristo”. Un modo particular de entender la “Buena Noticia” y hacerla vida.
Esto le impulsa a Pablo a abrir esta “Buena Nueva” a todas las gentes y a anunciarles el Evangelio, su Muerte y su Resurrección.

En el Evangelio de Lucas.

Hoy contemplamos la escena de la Anunciación donde descubrimos de manera total el Don de Dios de la libertad. El ángel pide permiso, de parte de Dios a María para que comience el plan de salvación. Una mujer sencilla, joven, con limitaciones y dudas… pero, con un fuerte confianza en Dios. Acoge la petición con miedo, pero se abandona a las manos de aquel que sabe ella que no defrauda. Mirar a María es mirar a la Esperanza. Es elegida por Dios para ser la Madre de su Hijo por medio de la concepción por obra del Espíritu Santo.
Lucas, evangelista “mariano” presenta a María como la “llena de Gracia” impregnada de la santidad divina. El ángel revela que el niño que va nacer de ella (sin presencia de varón) será verdaderamente el Hijo de Dios. Es una llamada a ser MADRE del Hijo único de Dios.
Ella nos hace mejor regalo que jamás hemos recibido. Nos regaló a Jesús.

Pidamos a la Virgen que nos ayude a esforzarnos a cumplir la voluntad de Hijo Jesús y sepamos acogerlo con generosidad y sin miedo.

Que así sea.


Cuarto Domingo de Adviento.



20 diciembre 2017

Catequesis de hoy miércoles del Papa Francisco.


Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hoy me gustaría entrar en el corazón de la celebración eucarística. La misa se compone de dos partes, que son la Liturgia de la Palabra y la Liturgia eucarística, tan estrechamente unidas entre sí que constituyen un solo acto de culto (cf. Sacrosanctum Concilium, 56; Instrucción General del Misal Romano, 28). Introducida por algunos ritos preparatorios y concluida por otros, la celebración, por lo tanto, es un cuerpo único y no puede separarse pero para una mejor comprensión trataré de explicar sus diversos momentos, cada uno de los cuales es capaz de tocar e involucrar una dimensión de nuestra humanidad. Es necesario conocer estos signos santos para vivir plenamente la misa y saborear toda su belleza.

Cuando el pueblo está reunido , la celebración se abre con los  ritos introductorios, que comprenden la entrada de los celebrantes o del celebrante, el saludo- “El Señor esté con vosotros”, “La paz sea con vosotros”- , el acto penitencial, “Yo confieso”, donde pedimos perdón por nuestros pecados, el Señor, ten piedad el Gloria y la oración de colecta: se llama “oración de colecta” no porque se efectúe la colecta monetaria: es la colecta de las intenciones de oración de todos los pueblos; y esa colecta de las intenciones de los pueblos sube al cielo como oración. Su propósito, el de estos ritos de introducción, es "hacer que los fieles reunidos en la unidad construyan la comunión y se dispongan debidamente a escuchar la Palabra de Dios y a celebrar dignamente la Eucaristía." (Instrucción general del Misal Romano, 46). No es una buena costumbre mirar el reloj y decir: “Llego a tiempo, llego después del sermón y así cumplo el precepto”. La misa empieza con la señal de la cruz, con estos ritos introductorios, porque allí empezamos a adorar a Dios como comunidad. Y por eso es importante prever no llegar con retraso, sino con adelanto, para preparar el corazón a este rito, a esta celebración de la comunidad”.

Habitualmente durante el canto de entrada, el sacerdote con los otros ministros llega en procesión al presbiterio, y aquí saluda el altar saluda con una reverencia y, como signo de veneración, lo besa y, cuando hay incienso, lo inciensa. ¿Por qué? Porque el altar es Cristo: es figura de Cristo. Cuando miramos al altar, miramos precisamente donde está Cristo. El altar es Cristo. Estos gestos, que corren el riesgo de pasar desapercibidos, son muy significativos, porque expresan desde el principio que la Misa es un encuentro de amor con Cristo, que "con la inmolación de su cuerpo en la cruz [...] quiso ser al mismo tiempo sacerdote, víctima y  altar" (Prefacio de  Pascua V). De hecho, como signo de Cristo, el altar "es el centro de la acción de gracias que se consuma en la Eucaristía" (Instrucción general del Misal Romano, 296), y toda la comunidad alrededor del altar, que es Cristo; no para mirarse la cara, sino para mirar a Cristo, porque Cristo está en el centro de la comunidad, no está lejos de ella.

Luego está la señal de la cruz. El sacerdote que preside se persigna y lo mismo hacen todos los miembros de la asamblea, conscientes de que el acto litúrgico se cumple  "en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo".  Y aquí paso a un argumento muy breve. ¿Habéis visto como los niños se hacen la señal de la cruz? No saben lo que hacen: a veces hacen un dibujo, que no es la señal de la cruz. Por favor, mamá, papá, abuelos, enseñad a los niños desde el principio, desde cuando son pequeños, a hacerse bien la señal de la cruz. Y explicadles que es tener cómo protección la cruz de Jesús. Y la misa empieza con la señal de la cruz. Toda la oración se mueve, por así decirlo, en el espacio de la Santísima Trinidad, - “en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” - que es un espacio de comunión infinita; tiene como origen y fin el amor de Dios Uno y Trino, manifestado y dado a nosotros en la Cruz de Cristo. Efectivamente, su misterio pascual es un don de la Trinidad, y la Eucaristía brota siempre de su corazón traspasado. Persignándonos, por lo tanto, no sólo recordamos nuestro bautismo, sino que afirmamos que la oración litúrgica es el encuentro con Dios en Cristo Jesús, que por nosotros se encarnó, murió en la cruz y resucitó en gloria.

Después, el sacerdote dirige el saludo litúrgico con la frase: "El Señor esté con vosotros" u otra similar –hay varias-; y la asamblea responde: «Y con tu espíritu». Estamos dialogando; estamos al comienzo de la misa y debemos pensar en el significado de todos estos gestos y palabras. Estamos entrando en una "sinfonía" en la que resuenan varios tonos de voces, incluyendo tiempos de silencio, con el fin de crear el '' acorde” entre los participantes, es decir, reconocerse animados por un único Espíritu, y por un mismo fin. En efecto, "el saludo sacerdotal y la respuesta del pueblo manifiestan el misterio de la Iglesia reunida" (Instrucción general del Misal Romano, 50). Se expresa, pues, la fe común y el deseo mutuo de estar con el Señor y de vivir la unidad con toda la comunidad.

Y esta es una sinfonía de oración que se está creando y presenta enseguida un momento muy conmovedor, porque aquellos que presiden invitan a todos a reconocer sus propios pecados. Todos somos pecadores. No sé, a lo mejor alguno de vosotros no es pecador… Si hay alguno que no es pecador que levante la mano, por favor, así podemos verlo todos. Pero no hay manos levantadas; bien: ¡vuestra fe es buena! Todos somos pecadores y por eso al principio de la misa pedimos perdón.  Es el acto penitencial. No se trata solo de pensar en los pecados cometidos, sino mucho más: es la invitación a confesarse pecadores ante Dios y ante la comunidad, ante los hermanos, con humildad y sinceridad, como el publicano en el templo. Si verdaderamente la Eucaristía hace presente el misterio pascual, es decir, el paso de Cristo de la muerte a la vida, entonces lo primero que tenemos que hacer es reconocer cuales son nuestras situaciones de muerte para poder resucitar con Él a una vida nueva. Esto nos hace comprender cuán importante es el acto penitencial. Y por eso, retomaremos el tema en la próxima catequesis.

Vamos paso a paso en la explicación de la misa. Pero, por favor, enseñad a los niños a hacerse bien la señal de la cruz.


(Roma. 20-12-2017)

19 diciembre 2017

El Papa Francisco firma el milagro del P. Arnaiz, SJ para la Beatificación.


El 18 de diciembre de 2017, el Santo Padre Francisco recibió en audiencia a Su Eminencia Reverendísima  el cardenal Angelo Amato, S.D.B., Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos. Durante la Audiencia, el Santo Padre autorizó a la misma Congregación a promulgar los Decretos relativos entre otros a:

Al Venerable Siervo de Dios Tiburcio Arnaiz Muñoz, un milagro atribuido a su intercesión, sacerdote profeso de la Compañía de Jesús, fundador de las Misioneras de las  Doctrinas Rurales. Nació el 11 de agosto de 1865 en Valladolid (España) y falleció  en Málaga (España) el 18 de julio de 1926.

El siguiente paso será establecer una fecha para la ceremonia de Beatificación que será Dios mediante, en Málaga en el 2018.

Damos gracias a Dios por esta grata noticia y felicitamos a la Compañía de Jesús, a las Misioneras de las Doctrinas Rurales y a la Diócesis de Málaga y Valladolid.


Más en:
https://www.revistaecclesia.com/author/fray-jose-borja/

17 diciembre 2017

Hoy hemos celebrado la fiesta de San Juan de Mata. Fundador y Padre de la Orden y Familia Trinitaria.



Evangelio. Domingo III de Adviento.


Según San Juan 1,6-8.19-28.

Hubo un hombre, enviado por Dios: se llamaba Juan. Éste vino para un testimonio, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por Él. No era él la luz, sino quien debía dar testimonio de la luz. Y éste fue el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron donde él desde Jerusalén sacerdotes y levitas a preguntarle: «¿Quién eres tú?». Él confesó, y no negó; confesó: «Yo no soy el Cristo». Y le preguntaron: «¿Qué, pues? ¿Eres tú Elías?». Él dijo: «No lo soy». «¿Eres tú el profeta?». Respondió: «No». Entonces le dijeron: «¿Quién eres, pues, para que demos respuesta a los que nos han enviado? ¿Qué dices de ti mismo?». Dijo Él: «Yo soy voz del que clama en el desierto: ‘Rectificad el camino del Señor’, como dijo el profeta Isaías». 

Los enviados eran fariseos. Y le preguntaron: «¿Por qué, pues, bautizas, si no eres tú el Cristo, ni Elías, ni el profeta?». Juan les respondió: «Yo bautizo con agua, pero en medio de vosotros está uno a quien no conocéis, que viene detrás de mí, a quien yo no soy digno de desatarle la correa de su sandalia». Esto ocurrió en Betania, al otro lado del Jordán, donde estaba Juan bautizando.

Reflexión. Domingo III de Adviento. Domingo de Gaudete.


¡Feliz Día del Señor!

Hoy, es un domingo un poco más especial.
Al Domingo III de Adviento, lo llamamos “de Gaudete” que quiere decir de la Alegría.
Y es de la alegría, porque Dios está dentro de cada persona. No podemos ser seguidores de Jesús teniendo la cara triste, amargados, aburrridos… Dios cuenta con nosotros para que seamos testigos de esa Luz que por muchas contradicciones que tengamos no se apaga.

Es un compromiso por parte de cada uno de nosotros el ser Evangelios Vivos en medio de este mundo; Una alegría que debe llenar nuestras vidas porque se acerca un gran acontecimiento: Jesús nace, pisa la tierra para salvarnos y podamos estar cerca de Dios.
Que nuestra alegría en este domingo, sea un compromiso para que así, podamos hacer a todos y cada uno de los que nos rodea, la vida mejor, y en nuestros actos se refleje la dulzura del recién nacido.


Lectura del Profeta Isaías.

El Profeta nos repite la invitación a estar alegres. A que nos desbordemos de gozo porque el Señor está con nosotros. Su presencia está en medio de nosotros y de los que nos rodean. Vemos como Dios se apiada de su pueblo que sufre, que tiene el corazón desgarrado, que no abandona. Por eso, manda al Profeta en su nombre. Le encomienda una misión en particular y le regala el Espíritu Santo, su propio aliento de vida y lo unge (En el Antiguo Testamento, ungir era capacitar a una persona para una misión). Dios, a través del Profeta, se acerca a ese pueblo sufriente para que lo libere, pase del luto a la alegría, del duelo a la fiesta… Porque Dios es justo y sufre con el que sufre. Se alegra con el que ríe, y, fortalece al que lo pasa mal.

Lectura de la Carta del Apóstol Pablo a los Tesalonicenses.

Vemos como Pablo, antes de irse, da a la Iglesia de Tesalónica una serie de recomendaciones.
Les ayuda para que sean fieles testigos de lo que predican. Que se crean lo que viven.
Es una comunidad que vive un gran compromiso de fe sincero y que a pesar de la persecución siguen firmes. Confía en cada uno la acción de Dios. Que sean alegres unos con los otros, que oren sin desanimarse y sean constantes, sean agradecidos, que sean fieles y respeten los carismas y las tareas misionales… En definitiva, los que les pide es que sean santos en su día a día. Que actúen igual que predican y que Dios es fiel a sus promesas.

Evangelio de San Juan.

Deja claro que el Bautista no es la Luz, sino testigo de ella. Y lo especifica porque entre los discípulos de Juan, había un alto riesgo de valoración hacia él.
Jesús es la Luz y Juan viene a dar testimonio de Jesús y conducir a otros a la fe. De hecho, los primeros discípulos en el cuarto evangelio, proceden del círculo del Precursor.
Juan prepara el camino de Jesús. El Mesías, el Hijo de Dios es quien viene.
Aunque (como dirá Juan el Bautista) no se le reconocerá porque no viene como esperamos.
No sabremos reconocerlo como el Enviado de Dios. Está con nosotros, y no sabemos reconocerlo. No queremos reconocerlo. Porque, al reconocerlo, nos “obliga” a que nuestra vida de un giro radical.
No se nos impondrá. Se requiere que tengamos los ojos de la fe bien abierto.

Pidamos a la Virgen María, nuestra Madre, que nos conceda el don de la Alegría la fuerza para poder ser capaces de ir preparándonos para las próximas fiestas de la Navidad.

Y, hoy, especialmente, le pedimos a Dios que envíe vocaciones a la Familia Trinitaria que celebra hoy la fiesta de San Juan de Mata. Fundador de la Orden y Redentor.

Que así sea.


Tercer Domingo de Adviento. Domingo de "Gaudete".



Celebramos la Solemnidad de San Juan de Mata. Padre de la Orden Trinitaria y de los Cautivos.


En realidad se sabe muy poco de su infancia, ni siquiera es seguro el año de nacimiento, aunque se supone alrededor de 1154. Creció en el pequeño pueblo de Faucon, en la Provenza francesa, aunque en aquel tiempo su región pertenecía al Condado de Barcelona.

Con unos quince años sus padres lo enviaron a Paris para estudiar en la escuela de la catedral. Estudió con los mejores teólogos del siglo XII, sobre todo porque la escuela más famosa del momento era precisamente la de Paris, pero eso no dejaba a Juan contento, así que dejó la escuela de la catedral y se unió a la escuela de la abadía de San Víctor, donde enseñaba Ricardo de San Víctor, fundada por Hugo de San Víctor, que había transformado la teología describiendo la Trinidad como Amor y no como especulación filosófica.

El joven Juan no sabía lo que quería de su vida, es verdad que en aquellos tiempos todo el mundo hablaba de cruzadas, de recuperar los santos lugares a los musulmanes, de devolver al cristianismo su antigua gloria en el campo de batalla. Pero a Juan no le convencía ese estilo de hacer cristianismo. Cuando decidió ordenarse sacerdote pidió a Dios insistentemente que le diera una señal para saber qué hacer con su vida.

Celebró la primera Misa en Paris, acompañado por el obispo y el abad de san Víctor, y entonces, cuando consagraba el pan y el vino, sintió que Dios le llamaba a liberar, su visión se centraba en Cristo que liberaba por igual a un cristiano y a un musulmán. Esto dejó a Juan de Mata muy intrigado. ¿Cómo podía Cristo tratar igual a un musulmán y a un cristiano? ¿No eran acaso los musulmanes los que ocupaban el sepulcro de Cristo?

Para meditar bien todo esto se fue a pasar un tiempo a un lugar cercano a Paris, llamado Cerfroid, donde algunos ermitaños vivían solos y dedicados a la oración y la penitencia. Allí conoció a algunos de ellos e intercambió sus ideas y sueños. Entre otros destacó su amistad con Félix de Valois, el que más le animó para que comenzaran un nuevo camino en la Iglesia, haciendo ellos mismos aquello que Juan había intuido en la visión de su primera Misa.

Comenzaron a vivir juntos en una pequeña casa que les regalaron en aquel bosque de Cerfroid, era el año 1193. Cinco años después decidieron hacer más oficial la nueva comunidad, así que Juan de Mata viajó a Roma para pedir la aprobación del papa Inocencio III. El 17 de diciembre de 1198, el Papa no sólo aprobó la Orden de la Santísima Trinidad y de los Cautivos, sino que también dio a Juan de Mata una carta para el sultán de Marruecos, presentando su proyecto de redención. Después le regalaría una casa en Roma para que pudiera estar cerca de él una comunidad de estos religiosos, tan importantes en aquella época de cruzadas y guerras religiosas.

Lo único en lo que falló el Papa es que aquellos religiosos no querían saber nada de las cruzadas ni de las armas. Más bien se fueron haciendo famosos entre los mismos musulmanes por dedicarse a la misericordia sin mezclarse en otros temas que les enfrentaban a los cristianos.

No se sabe si Juan de Mata realizó algún rescate de cautivos. Según la tradición lo hizo en 1199, con la carta que le dio el Papa, pero no hay nada probado. Lo que sí se conoce es su gran actividad fundando nuevas comunidades, especialmente en Francia y España.

El 17 de diciembre de 1213 Juan de Mata murió en Roma, en la casa de Santo Tomás in Formis, en cuya fachada había mandado colocar tres años antes un gran mosaico representando la visión de su primera Misa. Unos quinientos años después, por avatares de la historia, sus reliquias viajaron a Madrid y en 1969 se depositaron en la iglesia de los trinitarios en Salamanca, donde aún se encuentran actualmente.

Su fiesta se celebra el 17 de diciembre.


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14 diciembre 2017

Virgen de Adviento, tráenos al Niño.



Hoy celebramos a San Juan de la Cruz. Doctor de la Iglesia.



Nació en Fontiveros (España) hacia el año 1542. Transcurrido un tiempo de vida carmelitana, a partir del año 1568 fue el primero entre sus hermanos de religión que se dedicó a la reforma de su Orden, persuadido por santa Teresa de Avila; esta reforma le costó innumerables sufrimientos y dificultades. El año 1591 murió en Úbeda, ilustre por su santidad y doctrina, como lo atestiguan las obras espirituales por él escritas.

Catequesis de ayer miércoles del Papa Francisco.


Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Retomando el camino de catequesis sobre la Misa, hoy nos preguntamos: ¿Por qué ir a Misa el domingo?

La celebración dominical de la Eucaristía está al centro de la vida de la Iglesia (Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2177). Nosotros los cristianos vamos a Misa el domingo para encontrar al Señor resucitado, o mejor dicho para dejarnos encontrar por Él, escuchar su palabra, nutrirnos en su mesa, y así hacernos Iglesia, es decir, su Cuerpo místico viviente en el mundo.

Lo han comprendido, desde el primer momento, los discípulos de Jesús, los cuales han celebrado el encuentro eucarístico con el Señor en el día de la semana que los judíos llamaban “el primero de la semana” y los romanos “día del sol”, porque ese día Jesús había resucitado de los muertos y se había aparecido a los discípulos, hablando con ellos, comiendo con ellos, donándoles a ellos el Espíritu Santo (Cfr. Mt 28,1; Mc 16,9.14; Lc 24,1.13; Jn 20,1.19), como hemos escuchado en la Lectura bíblica. Incluso la gran efusión del Espíritu en Pentecostés sucede el domingo, el quincuagésimo día después de la resurrección de Jesús.

Por estas razones, el domingo es un día santo para nosotros, santificado por la celebración eucarística, presencia viva del Señor entre nosotros y para nosotros. ¡Es la Misa, pues, lo que hace al domingo cristiano! El domingo cristiano gira alrededor de la Misa. ¿Qué domingo es, para un cristiano, aquel en el cual falta el encuentro con el Señor?

Existen comunidades cristianas que, lamentablemente, no pueden gozar de la Misa cada domingo; sin embargo ellas, en este santo día, están llamadas a recogerse en oración en el nombre del Señor, escuchando la Palabra de Dios y teniendo vivo el deseo de la Eucaristía.

Algunas sociedades secularizadas han perdido el sentido cristiano del domingo iluminado por la Eucaristía. Es un pecado, esto. En este contexto es necesario reavivar esta conciencia, para recuperar el significado de la fiesta – no perder el sentido de la fiesta –, el significado de la alegría, de la comunidad parroquial, de la solidaridad, del descanso que repone el alma y el cuerpo (Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 2177-2188).

De todos estos valores nos es maestra la Eucaristía, domingo tras domingo. Por esto el Concilio Vaticano II ha querido reafirmar que «el domingo es la fiesta primordial, que debe presentarse e inculcarse a la piedad de los fieles, de modo que sea también día de alegría y de liberación del trabajo» (Const. Sacrosanctum Concilium, 106).

La abstención dominical del trabajo no existía en los primeros siglos: es un aporte específico del cristianismo. Por tradición bíblica los judíos descansan el sábado, mientras en la sociedad romana no estaba previsto un día semanal de abstención de los trabajos serviles. Fue el sentido cristiano del vivir como hijos y no como esclavos, animado por la Eucaristía, a hacer del domingo – casi universalmente – el día de descanso.

Sin Cristo somos condenados a ser dominados por el cansancio del cotidiano, con sus preocupaciones, y del temor del mañana. El encuentro dominical con el Señor nos da la fuerza de vivir el hoy con confianza y valentía e ir adelante con esperanza. Por esto los cristianos vamos a encontrar al Señor el domingo, en la celebración eucarística.

La Comunión eucarística con Jesús, Resucitado y Vivo en eterno, anticipa el domingo sin ocaso, cuando no existirá más fatiga ni dolor ni luto ni lágrimas, sino sólo la alegría de vivir plenamente y por siempre con el Señor. También de este beato descanso nos habla la Misa del domingo, enseñándonos, en el fluir de la semana, a encomendarnos en las manos del Padre que está en los cielos.

¿Qué cosa podemos responder a quien dice que no sirve ir a Misa, ni siquiera el domingo, porque lo importante es vivir bien, amar al prójimo? Es verdad que la calidad de la vida cristiana se mide por la capacidad de amar, como ha dicho Jesús: «En esto todos reconocerán que ustedes son mis discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros» (Jn 13,35); pero, ¿Cómo podemos practicar el Evangelio sin tomar la energía necesaria para hacerlo, un domingo detrás del otro, de la fuente inagotable de la Eucaristía?

No vamos a Misa para dar algo a Dios, sino para recibir de Él lo que de verdad tenemos necesidad. Lo recuerda la oración de la Iglesia, que así se dirige a Dios: «Pues aunque no necesitas nuestra alabanza, ni nuestras bendiciones te enriquecen, tú inspiras y haces tuya nuestra acción de gracias, para que nos sirva de salvación» (Misal Romano, Prefacio Común IV).

En conclusión, ¿Por qué ir a Misa el domingo? No es suficiente responder que es un precepto de la Iglesia; esto ayuda a cuidar el valor, pero esto sólo no es suficiente. Nosotros los cristianos tenemos necesidad de participar en la Misa dominical porque sólo con la gracia de Jesús, con su presencia viva en nosotros y entre nosotros, podemos poner en práctica su mandamiento, y así ser sus testigos creíbles. Gracias.


(Roma. 13-12-2017)

10 diciembre 2017

Evangelio. Domingo II de Adviento.


Según San Marcos 1, 1 - 8.

Comienzo del Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios. Conforme está escrito en Isaías el profeta: «Mira, envío mi mensajero delante de ti, el que ha de preparar tu camino. Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas».

Apareció Juan bautizando en el desierto, proclamando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados. Acudía a él gente de toda la región de Judea y todos los de Jerusalén, y eran bautizados por él en el río Jordán, confesando sus pecados. 

Juan llevaba un vestido de piel de camello; y se alimentaba de langostas y miel silvestre. Y proclamaba: «Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo; y no soy digno de desatarle, inclinándome, la correa de sus sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero Él os bautizará con Espíritu Santo».

Reflexión. Domingo II de Adviento.


¡Feliz Domingo!

Son muchas las veces que la Iglesia, nuestra madre, nos propone volver a Jesús.
Volver a ese Jesús, del que hablan los Evangelios, el que hizo del Reino de Dios la causa y centro de su vida. Hacer posible que en la vida comunitaria y personal, el centro sea él.

El Señor Jesús, a quien esperamos en este Adviento y que viene a traernos fuerzas para nuestras debilidades, alegría en nuestras tristezas y esperanza que tantas veces perdemos…

Este mensaje es el que Juan el Bautista nos viene a decir hoy en este II Domingo de Adviento.
Que vayamos preparando el camino, que encendamos nuestra vida como una vela, con el fuego de la esperanza. Porque no hay nadie más grande que Jesucristo.
Preparemos nuestra vida para recibir al Señor como se merece. Dejemos a un lado todo lo que nos impide ver el Amor de Dios en nuestro prójimo y en lo personal.

En La Primera Lectura del Profeta Isaías

Se caracteriza por su tono positivo y su mensaje de esperanza.
El pueblo todavía estaba en el destierro, pero ya se ve la caída de Babilonia y el fin de la cautividad. EL profeta, anuncia el final de castigo y exhorta al pueblo a que preparen del camino al Señor, porque está al venir. No hay tiempo que perder.
El Señor es quien guía a su pueblo, no les abandona, y por eso dice ¡“Consolad a mi pueblo”!
porque a pesar de estar pasando una mala época, el Señor es quien nos calma y llena nuestro vacío. Por eso, la consolación libera.

En la Lectura de la Segunda Carta del Apóstol San Pedro

Nos recuerda que el Señor llegará como un ladrón.
Cuando menos lo esperemos, y tenemos que estar preparados porque es fiel a sus promesas.
Pedro, hace como un “Testamento Pastoral”. Reúne a los suyos para darles por llamarlo con palabras populares, las últimas recomendaciones, para que se mantengan firmes y unidos a pesar de los peligros internos que la comunidad tenía en ese momento.
Los cristianos estamos llamados a vivir en santidad para aligerar la venida del Señor.
Donde será una transformación: “Un cielo nuevo y una tierra nueva”.

En el Evangelio de Marcos

Nos presenta otro “personaje” clave de este Tiempo de Adviento, y que ya mencioné arriba: Juan Bautista. Es el profeta de la esperanza cristiana, el encargado de preparar el camino al Señor. Y, lo hace de una manera particular, mediante un gesto: el Bautismo llamado de “conversión”.
Juan predicaba para que el pueblo se convirtiera y se bautizara. Tuvo mucho éxito, era muy conocido en su tiempo, pero, reconocía sus propios límites y dejaba claro que él no era el Mesías. Era consciente de que su papel, era limitado.
Su misión era anunciar la venida del Mesías y que su Bautismo no se hará con agua ritual (como el Bautista hacía) sino que será con la realidad divina del Espíritu Santo.

Que la Virgen María nos ayude en nuestro día a día para que caigamos en la consciencia que el Adviento es un tiempo de interiorización para que, como el Bautista, seamos capaces de reconocer nuestras limitaciones y allanemos el camino para cuando venga el Mesías.
Que así sea.


Segundo Domingo de Adviento.



08 diciembre 2017

Evangelio. Solemnidad de la Inmaculada Concepción.


Según San Lucas 1, 26 - 38.

En aquel tiempo, fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. 

Y entrando, le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo». Ella se conturbó por estas palabras, y discurría qué significaría aquel saludo. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin». María respondió al ángel: «¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?». El ángel le respondió: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios. Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y éste es ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril, porque ninguna cosa es imposible para Dios». Dijo María: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra». Y el ángel dejándola se fue.

Reflexión. Solemnidad de la Inmaculada Concepción.


¡Ave María Purísima!

Con esta jaculatoria, recordamos el saludo que el Ángel Gabriel le dijo a la Virgen María el día de la anunciación. También, “Ave María Purísima” y la respuesta de “sin pecado concebida” es un antiguo saludo entre creyentes desde la Iglesia primitiva.
Es un saludo también que se utiliza, aunque poco, pero en el rito inicial del sacramento de la reconciliación, y se usa cuando el sacerdote saluda al penitente o viceversa.

“Hoy celebramos que la Virgen María fue concebida sin mancha de pecado original.
En María, la madre de Dios y nuestra madre, se cumple la promesa de Dios. Ella, primer miembro de la Iglesia, fiel discípula y seguidora de Jesucristo, elegida en la persona de Cristo, antes de crear el mundo, para ser santa e irreprochable por el amor, es la llena de gracia desde el primer instante de su ser natural.

Una mujer de profunda vida espiritual, contemplativa e intercesora de cada uno de nosotros.
María, como dice las letanías del Rosario, que son “piropos” a la mejor madre que se puede tener, es refugio de los pecadores, auxilio de los cristianos, salud de los enfermos, madre del buen remedio, madre del buen consejo, consoladora de los afligidos… Una madre, que hace de cordón – unión entre su Hijo y el mundo. El mundo y su Hijo”. L.L.

El Evangelio de Lucas,

la Iglesia nos propone para nuestra reflexión y meditación (1, 26-38) Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.
Presenta los hechos que le preceden al nacimiento del Mesías, el Salvador.
Es un relato, un dialogo entre el ángel y María, y se puede perfectamente dividir en una introducción, donde los protagonistas y los lugares concretos donde se sucede la acción, y de tres momentos donde el ángel interviene, reacción de María y la marcha final del ángel.

Como sabemos, el ángel entra en la vida de María con un saludo triple rebosando de alegría y gratuidad. La reacción de María es inmediata: se turba, se agita a causa de la emoción y se preguntaba por el significado de las palabras que estaba escuchando. Ella seguramente se hubiese quedado, como vulgarmente decimos en nuestro día a día “estaba que no estaba. Alucinaba, porque no entendía nada”.
A pesar de no entender mucho, pero con una gran emoción, el ángel le confía la misión: ser la Madre de Dios, Madre del Hijo, Madre del Altísimo… Es decir, Madre de Jesús. Nada más y nada menos.

María expresa su testimonio, su objeción razonable y comprensible, y el ángel le explica el misterio por medio de la acción del Espíritu Santo sobre ella. Todo un misterio, pero, que ella se fía, confía y se entrega a Dios por completo.
A pesar de su difícil tarea, el ángel le pone el ejemplo de la anciana Isabel, que a pesar de ser estéril y por su avanzada edad, tiene un hijo, porque para Dios, no hay nada imposible.

María, responde con un SI fuerte, acepta sin condiciones, y se pone (como dije antes) en las manos de Dios. Ella, la puerta por la que Cristo nuestro Señor, entra en la historia humana, y se hace discípula incondicional de su Hijo. Tan fiel, que su propio Hijo nos la entrega en el momento de la Cruz como nuestra madre y nosotros como sus hijos.

Que la Virgen María, nos ayude a tener una relación con el Señor, su Hijo, de escucha, limpieza de corazón, disponibilidad y confianza ante un Padre que acoge a todos sin condiciones. En el que todos somos iguales y nadie es más que nadie.
Que así sea.


Más en:
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Solemnidad de la Virgen Inmaculada Concepción.



En verdad es justo y necesario
es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.

Porque preservaste a la Virgen María
de toda pecado original
para que, enriquecida con la plenitud de tu gracia,
fuese digna Madre de tu Hijo,
imagen y comienzo de la Iglesia,
que es la esposa de Cristo,
llena de juventud y de limpia hermosura.

Purísima tenía que ser, Señor,
la Virgen que nos diera
al Cordero inocente que quita el pecado del mundo.

Purísima la que, entre todos los hombres,
es abogada de gracia y ejemplo de santidad.


Por eso, unidos a los ángeles,
te aclamamos llenos de alegría:

Santo, Santo, Santo es el Señor,
Dios del Universo.
Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.
Hosanna en el cielo.
Bendito el que viene en nombre del Señor.
Hosanna en el cielo.

07 diciembre 2017

Catequesis de ayer miércoles del Papa Francisco.


Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hoy quisiera hablar del Viaje Apostólico que he realizado en los días pasados a Myanmar y Bangladés. Ha sido un gran de Dios, y por eso le agradezco a Él por cada cosa, especialmente por los encuentros que he podido tener. Renuevo la expresión de mi gratitud a las Autoridades de los dos Países y a los respectivos Obispos, por todo el trabajo de preparación y por la acogida reservada a mí y a mis colaboradores. Un “gracias” sincero quiero dirigir a la gente birmana y aquella bangladesí, que me han demostrado tanta fe y tanto afecto: ¡gracias!

Por primera vez un sucesor de Pedro visitaba Myanmar, y esto ha sucedido poco después que se han establecido las relaciones diplomáticas entre este País y la Santa Sede.

He querido, también en este caso, expresar la cercanía de Cristo y de la Iglesia a un pueblo que ha sufrido a causa de conflictos y represiones, y que ahora está lentamente caminando hacia una nueva condición de libertad y de paz. Un pueblo en la cual la religión budista está fuertemente enraizada, con sus principios espirituales y éticos, y donde los cristianos están presentes como una pequeña grey y levadura del Reino de Dios. A esta Iglesia, viva y fervorosa, he tenido la alegría de confirmar en la fe y en la comunión, en el encuentro con los Obispos de los países y en las dos celebraciones eucarísticas. La primera ha sido en la gran área deportiva en el centro de Rangún, y el Evangelio de ese día ha recordado que las persecuciones a causa de la fe en Jesús son normales para sus discípulos, como ocasión de testimonio, pero “ni siquiera un cabello se les caerá” (Cfr. Lc 21,12-19). La segunda Misa, último acto de la visita a Myanmar, estuvo dedicada a los jóvenes: un signo de esperanza y un regalo especial de la Virgen María, en la catedral que lleva su nombre. En los rostros de esos jóvenes, llenos de alegría, he visto el futuro de Asia: un futuro que será no de quien construye armas, sino de quien siembra fraternidad. Y siempre en el signo de esperanza he bendecido las primeras piedras de dieciséis iglesias, del seminario y de la nunciatura, dieciocho.

Además de la Comunidad católica, he podido encontrar a las Autoridades de Myanmar, animando los esfuerzos de pacificación del País y deseando que todos los diversos componentes de la nación, ninguna excluida, puedan cooperar en este proceso en el respeto recíproco. En este espíritu, he querido encontrar a los representantes de las diversas comunidades religiosas presentes en el País. En particular, al Supremo Consejo de monjes budistas he manifestado la estima de la Iglesia por su antigua tradición espiritual, y la confianza que cristianos y budistas puedan juntos ayudar a las personas a amar a Dios y al prójimo, rechazando toda violencia y oponiéndose al mal con el bien.

Dejando Myanmar, me he dirigido a Bangladés, donde en primer lugar he rendido homenaje a los mártires de la lucha por la independencia y al “Padre de la Nación”. La población de Bangladés es en grandísima parte de religión musulmana, y por ello mi visita – siguiendo las huellas del Beato Pablo VI y de San Juan Pablo II – ha marcado un paso más en favor del respeto y del diálogo entre cristianismo e islam.

A las Autoridades del País he recordado que la Santa Sede ha sostenido desde el inicio la voluntad del pueblo bangladesí de constituirse como nación independiente, como también la exigencia que en ella sea siempre tutelada la libertad religiosa. En particular, he querido expresar solidaridad a Bangladés en su empeño de socorrer a los prófugos Rohingya llegados en masa a su territorio, donde la densidad de población está ya entre las más altas del mundo.


La Misa celebrada en un histórico parque de Daca fue enriquecida por la Ordenación de dieciséis sacerdotes, y esto ha sido uno de los eventos más significativos y gozosos del viaje. De hecho, sea en Bangladés como en Myanmar y en los otros países del sureste asiático, gracias a Dios las vocaciones no faltan, signo de comunidades vivas, donde resuena la voz del Señor que llama a seguirlo. He compartido esta alegría con los Obispos de Bangladés, y los he animado en su generoso trabajo por las familias, por los pobres, por la educación, por el diálogo y la paz social. Y he compartido esta alegría con tantos sacerdotes, consagradas y consagrados del país, como también con los seminaristas, las novicias y novicios, en quienes he visto los brotes de la Iglesia en aquella tierra.

En Daca hemos vivido un momento fuerte de diálogo interreligioso y ecuménico, que me ha dado modo de subrayar la apertura del corazón como base de la cultura del encuentro, de la armonía y de la paz. Además he visitado la “Casa Madre Teresa”, donde la santa se hospedaba cuando se encontraba en esta ciudad, y que acoge a muchísimos huérfanos y personas con discapacidad. Allí, según su carisma, las religiosas viven cada día la oración de adoración y el servicio a Cristo pobre y sufriente. Y jamás – jamás – se pierde de sus labios la sonrisa: religiosas que oran tanto, que sirven a los que sufren continuamente con la sonrisa. Es un bonito testimonio. Agradezco mucho a estas religiosas.

El último evento ha sido con los jóvenes bangladesí, rico de testimonios, cantos y danzas. ¿Y qué bien danzaban, estos bangladesí? ¡Saben danzar bien! Una fiesta que ha manifestado la alegría del Evangelio acogido por esta cultura; una alegría fecundada por los sacrificios de tantos misioneros, de tantos catequistas y padres cristianos. En el encuentro estaban presentes también jóvenes musulmanes y de otras religiones: un signo de esperanza para Bangladés, para Asia y para el mundo entero. Gracias.


Roma. 06-12-2017.

Gran concierto de Vanesa Martín en WiZinkCenter de Madrid. Miércoles, 6-12-2017.











04 diciembre 2017

(II) Padre Jerónimo Mariano Usera, fundador de las Religiosas del Amor de Dios.


Exclaustración

El 10 de enero de 1835, firma por vez primera como párroco de Pedrazales, un pueblo muy pequeño sobre el que ejercía derecho de patronato el abad de San Martín de Castañeda.
España, en ese momento era el tiempo de la revolución.
Las malas cosechas, la peste del cólera y la continuidad de la Guerra Carlista aumentaron la agitación. El Gobierno de Toreno suprimió los conventos menos de doce profesos.
Pero, el 11 de octubre de 1835, Juan Álvarez de Mendizábal suprimió todos los de las órdenes monacales por ser inútiles para la asistencia espiritual de los fieles, por el grave perjuicio que se seguía de la amortización de sus fincas y por las conveniencia pública de poner éstas en circulación para aumentar los recursos del Estado y abrir nuevas fuentes de riquezas.

El monasterio de San Martín de Castañeda fue cerrado y sus monjes obligados a abandonar el lugar que habitaban desde el siglo XII, errantes y despreciados por las campañas orquestadas por el Gobierno…
Jerónimo era uno de ellos; pero se alejó poco, porque continuó de párroco en Pedrazales.
Con dolor inmenso se despidió de sus hermanos.

Párroco

Inició una vida totalmente distinta a la comunitaria del monje. Era un pueblo muy pequeño y pobre, con 26 casas y unos 50 habitantes.
Aquí pasó sus primeros dos años y medio de exclaustrado, cercano a sus gentes: catequesis, misa dominical, oración del atardecer y atención esmerada a los enfermos.

Después pasó a Pradería, también en Sanabría.
La nueva Parroquia tenia unos 117 habitantes y dos anejos.
Los recorría todos los domingos, montado en su yegua, y siempre que se lo exigían la catequesis o la visita a algún enfermo.
Los otros párrocos oyeron contar a la feligresía mayor, que Jerónimo no había dejado de ir a ninguno de los pueblos, que iba todos los días. Incluso cuando los caminos estaban nevados.

En Pedralba, la Iglesia estaba muy alejada de la población, y reformó una ermita que se llama Santa Lucía, en medio del pueblo, para que las personas pudieran ir y participar de las celebraciones, catequesis, oraciones…

Tuvo que vivir muy pobremente, porque eran muy escasos los recursos económicos de la Parroquia. Su padre enfermó y la posibilidad de regresar al monasterio, era cada vez más lejana. Lo que a Jerónimo le preocupaba era poder prestar un servicio evangélico fiel a las personas.
Un poco ante del mes de septiembre del año 1842, su padre falleció y se quedó a cargo de su madre anciana.

Profesor en Madrid

A pesar de que llamó al Arzobispado de Toledo y en Madrid para prestar su servicio como sacerdote, y al no recibir respuesta, porque habían muchos exclaustrado, decidió compaginar su vida sacerdotal con la de enseñanza.

El 4 de diciembre de 1844 lo nombraron miembro-profesor de la Academia de Ciencias Eclesiásticas por sus méritos literarios e ingresó en la Real Sociedad Económica Matritense de Amigos del País.

En el año 1843 publicó La Demostración de la verdad de la Religión Cristiana- Católica- Romana, un breve tratado apologético, género muy frecuente para expresar las ideas del siglo XIX.

En vez de lamentar y atacar los males de su época, en la primera parte de su obra ofrece a ese pueblo las claves de la auténtica evangelización y las bases de la credibilidad de Cristo y en la Iglesia.
En la segunda parte, responde a la postura calvinista de F. Guizot, de moda entre los intelectuales.
Rechaza el impulso de que la libertad moderna proceda de la Reforma, frente al absolutismo de Roma, y expone las grandes creaciones culturales y artísticas de la Iglesia, sus universidades y escritores.


Entrevista a la protagonista de la película Red de Libertad.


1.- ¿Cómo la eligieron para protagonizar “Red de Libertad”?

La verdad es que fue Rubén, el director de fotografía, que me nombró primero y al que siempre le agradeceré esta oportunidad. Creo que fue hablando en el coche con Pablo Moreno el director, recordando una entrevista que me habían hecho unos cuantos meses antes, en la que yo me quejaba de los pocos personajes que me ofrecían que me gustaran y me cuentan que tanto Raúl Escudero, el buenísimo actor que hace de malo nazi, que también cumplía con el deber de hacer el casting de la película, como el director, les pareció buena idea contactarme. Así lo hicieron, me contactaron a través de la escuela, me encontraron, leí el guión y enseguida reconocí el potencial de mi personaje y la calidad del guión. No hay tantos personajes ni historias que te toquen el corazón como el de Sor Helena. Yo tenía muchas ganas de contar historias que inspiraran al espectador a ser mejor. Quiero interpretar personajes que digan cosas buenas al público, personalmente no puedo leer más noticias malas, pienso que el bien se expande también aprisa y tiene mucho impacto en el corazón de la gente y creo que ahora, sería una buena idea hacer un periódico que solo hablara de noticias buenas… Creo que el cine español debe hacer muchas más películas de héroes que se sacrifican por otros, porque es el camino para conectar con los espectadores, creo que esta es la razón del éxito que hemos tenido con Red de Libertad.

2.- ¿Cómo ha sido encarnar a Sor Helena Studler, Hija de la Caridad?

Ha sido un personaje que encarnándolo, he sentido la gran responsabilidad de plasmar su biografía. Tanto a su director Pablo Moreno como a mí, nos preocupaba contar los hechos reales con la gran verdad que es la vida. La verdad no es sólo una, tiene infinitas facetas, incluso contradicciones, y hay que interpretar todas ellas con gran sinceridad y convicción. Era un personaje en el que muchas mujeres debían estar representadas, y debía servir a recordar el por qué de sus vidas y enseñarlo al mundo. Es por eso que Sor Helena ha sido un gran reto, pero también un gran placer porque ha sido de carne y hueso, un personaje con alma y corazón…

Creo que a los dos, nos interesaba contar también las diferentes facetas de mujeres de todas las edades, de todas las capas sociales que se sienten responsables por el mundo que les rodea y deciden hacer algo en su propio barrio, ciudad… Helena Studler con su ejemplo de vida nos cuenta la mejor historia, la que llega de nuestra mejor humanidad, de nuestro deseo de un mundo mejor y de la felicidad que te llega si agarras la oportunidad y decides cambiarlo, cambiarte y cultivar la generosidad, la colaboración, el amor hacia los demás.

3.- ¿Qué aprendiste de ella?

Aprendí lo que significa el carisma Vicenciano, del porqué de tantas mujeres que desde hace 400 años, están al lado de los refugiados, por los sin techo, por los menos favorecidos, por los enfermos acompañándoles en su transición, formando a huérfanos, estando al lado de los desvalidos, de los que la sociedad no mira. He conocido la rebeldía que hay en ellas, la diferencia de las que se recluyen o de las que están en la calle… Los que no somos practicantes, acostumbramos a meter a la religión en el mismo saco, un saco en el que no se distingue, en el que hay muchos apriorismos, prejuicios… Hay muchas personas que no son creyentes en nada, personas cínicas que han perdido la ilusión de la vida porque no se creen a ningún político, a ningún líder. Son a esas personas heridas a las que me gustaría hacer llegar esta película, porque creo que les puede cuestionar el sentido de sus vidas y reaccionar positivamente a una película aunque hable de una mujer religiosa. Me gustaría que fueran los más cínicos a verla, ese es mi reto y por el que acompaño a la película con gran interés en este período donde el público la ha completado, donde nos ha dicho a todo el equipo qué tipo de película hemos hecho, donde nos ha recompensado con su asistencia y cariño, con sus lágrimas y sonrisas.

Desde Ciudad Rodrigo, se hace cine con valores, creyendo en la bondad como acelerador de cambio. Me gusta pensar que haremos muchos proyectos con Pablo Moreno desde mi Fundación first team y Escuela.

Durante el período de la promoción de Red de Libertad, he querido conocer también, a muchas de estas mujeres que hoy desarrollan como Sor Helena, una labor callada en nuestra sociedad, curando corazones, formando a mejores hombres y mujeres. He tenido la oportunidad de conocer a algunas Hijas de la Caridad y me han sorprendido siempre por su inteligencia y sabiduría del mundo. Ya en el rodaje, han sido personas sencillas y carismáticas, curiosas por aprender y abiertas a compartir. También esta película me ha ratificado en la necesidad que el cine, sirva para recordarnos valores esenciales, y a hacernos preguntas, porque el cine y esta película, es una llamada a la acción. Pregunta a cada espectador, lo que cada uno hace de valiente por otro, cuestiona los motivos que cada uno tiene para vivir en paz y en felicidad.

4.- ¿Cómo construiste el personaje?

Gracias a Pablo y a las hermanas que asesoraron a Pablo, la construcción fue fácil, porque el guión ya tenía el perfecto equilibrio para que todos nos pudiéramos identificar en ella. Mis referencias fueron los escritos de la propia Sor Helena Studler, de su sobrina, rescatando recuerdos de mi propia experiencia, de las dos hijas de la caridad que educaron a mi madre cuando la guerra, su tía Sor Araceli y una tía adoptada, Sor Antonia. Yo me acordaba de las dos, de sus tocas enormes y de lo diferente que eran cada una de ellas. Una era todo sonrisa y la otra todo rectitud cántabra, pero las dos, fueron grandes mujeres, que enseñaron desde su posición de educadoras, a miles de niños. La tía de mi madre, Sor Araceli, enseñaba piano y hoy en día, una de sus alumnas, es una pianista de renombre internacional. Intenté resumir mis recuerdos de las dos en la vida de Helena Studler, cuya vida fue ejemplar, precisamente porque no quería serlo. Gracias a ella hemos tenido a François Miterrand, uno de los Presidentes que más ha hecho por la cultura y por el cine. El sacrificio de Sor Helena y su profundo sentido del carisma, resuena en la esencia de lo más profundo de nuestras corazones, por la bondad, el sacrificio por los demás, el amor que repartía a los que más lo necesitaban, su estela y su red salvó a 2000 personas, dándoles una segunda oportunidad para repartir el bien que les hizo alguien….

5.- ¿Cómo fue el rodaje? ¿Con quién participaste?

El rodaje fue una balsa de aceite, todo se lo debemos a Pablo y a su equipo. Pablo es una persona buena, un líder, como Sor Helena. Su respeto por el trabajo de todos inspiró a todo el equipo. Todos los actores le quisimos y le queremos. No hay tantos directores como él. Además los actores que ha elegido han sido generosos, profesionales, dedicados, respetuosos… Pablo Rodríguez y Silvia Rodríguez son los actores con quien tuve más relación, porque estuvimos juntos en muchas escenas. Han sido compañeros con los que me gustaría volver a trabajar, de los dos recibí verdad, generosidad y profesionalidad. Chapu era también alguien con quien te apetecía rodar, por su sentido del humor, por su sencillez y verdad, siempre con su mirada franca y limpia. Raúl Escudero, Pablo Viñas, Lombardero, Gladis, muchos… Luisa Gavasa es una mujer que descubrí la primera semana y que ya nos soltaremos, una estupenda actriz y una maravillosa y generosa persona, que como yo cree en la bondad de las personas y con la que vamos a trabajar mucho y con gran placer, estoy segura. Como equipo nos sentíamos tan bien, que empezamos a escribir un diario de rodaje, que podéis ver en nuestra página web de red de libertad.

6.- Para finalizar, ¿con qué se quedaría de todo lo vivido?

Me gustaría poder ofrecer, en los últimos años que me van quedando ya de vida, al menos un personaje al año con esa profundidad de alma bella como la de Sor Helena.

Esperemos que pueda en un futuro, cumplir mi sueño. Se necesita la colaboración de muchos para hacer cine. Necesitamos ciudadanos, empresarios, personas con espíritu saneado para poder crear listas blancas de mujeres y hombres de cine para poder seguir defendiendo y ofreciendo valores esenciales a los espectadores. Desde aquí, quiero dar las gracias a las personas que he visto emocionarse, seguir a Sor Helena y a la película con total entrega y generosidad. A los 36.000 personas españolas que han ido al cine para ver a Sor Helena hasta la fecha, gracias.

Muchas gracias por su disposición y Dios le ayude siempre.
Fray José Borja


03 diciembre 2017

Reflexión. Domingo I de Adviento.


¡Feliz Día del Señor!

Al iniciar el mes de diciembre comenzamos con dos celebraciones.
En primer lugar, un nuevo año litúrgico Cristiano, y en segundo, el Tiempo de Adviento.
Un tiempo, donde nos vamos a ir preparando durante cuatro domingos para la Natividad de nuestro Señor Jesucristo. El Nacimiento.
Tiempo de esperanza, de recogimiento y preparación para uno de los grandes acontecimientos.
Como los Magos de Orientes y los pastores, iniciemos este camino hasta llegar a Belén, con alegría, audacia y esperanza.

En la mayoría de las Parroquias, comunidades y casa, pondremos la famosa “Corona de Adviento”. ¿Qué es la corona? Es una forma de ir iniciando el Adviento, y haciendo una “cuenta atrás” de los domingos que quedan para la Natividad del Señor.
La corona, se forra en la mayoría de los casos con hojas de parras y se pone en medio cuatro velas que se irá encendiendo una por cada domingo del Adviento.
Esto nos ayudará a recorrer este tiempo santo y a ir haciéndonos conscientes de que la Navidad no es gastar dinero, sino, saber acoger al Niño Dios en nuestros corazones y en nuestras vidas.

Lectura del Profeta Isaías.

Vemos como se anuncia una gran novedad al pueblo Judío antes del Nacimiento de Cristo.
El Profeta junto con la comunidad invoca a Dios, que parecía ausente ante las lágrimas de su pueblo, con actitud humilde pero insistente. Abrahán lo vemos como padre, pero, no como el único padre. La más importante, es la que anuncia el profeta: la Paternidad de un Dios que es para todos los hombres y mujeres. Abandona las alturas para estar cerca de su pueblo.
Ya no hay exclusión de persona. Todos entran entramos bajo el regazo y la Paternidad de un Dios que es Misericordia y se compadece.
Esto es lo que el pueblo Judío no entendía. Ellos, tenían a Dios como “El Poderoso, lejano, que juzga y es recto…” E Isaías nos ofrece pinceladas de lo que va a ser Jesús de Nazaret.

Lectura de Pablo a los Corintios.

Aquella comunidad cristiana ha recibido del Señor los dones de la palabra y del conocimiento, dones que mencionan a los carismas. El momento que sufría la comunidad, eran tiempos difíciles a causa de divisiones y conflictos internos, pero Pablo, para no meter el dedo en la llaga, por eso “omite” en los dones mencionados la caridad. Pero, se da por hecho que ese don es el más importante y central.
Con la manifestación gloriosa de Cristo Resucitado, la Iglesia vive “los últimos Tiempos”, porque ya no hay que esperar otros acontecimientos en la historia de la Salvación.
Jesús, es la última palabra, y por eso, nosotros estamos en la espera de la llegada al llamado de los “últimos tiempos ó venida de Cristo”.

Evangelio de Marcos.

Jesús nos presenta a un hombre que se fue de viaje, pero se respira el clima de regreso.
Será una llegada inesperada, pero segura. Por eso, el que esté en la puerta, debe estar vigilante, en guardia por las noches. En el momento que menos se espere, llega el amo.
Marcos, al escribir adaptándose a las costumbres romanas, lo explica como: atardecer, medianoche, canto del gallo y amanecer. Lo que se refiere es que hay que estar SIEMPRE alerta, en perpetua vigilancia. Aunque los demás duermen, vigilar es estar despierto.
Vendrán tiempos difíciles, pero hay que permanecer. Porque aunque haya tempestad, no hay que abandonar el barco. Sabemos que el Señor viene. No sabemos el día ni a la hora.
Lo que importa, es que en medio de nuestros trabajos y obligaciones, colaboremos con Cristo en un mundo más humano. Donde la fidelidad, el coraje y la vigilancia sea hacer crecer el Reino de Dios.

Que María interceda por cada uno de nosotros ante el Señor, para que nos otorgue el don de la fidelidad y vigilancia sin desanimarnos.
Que así sea.