Con la fiesta del envío del Espíritu Santo el domingo pasado culminaba el tiempo Pascual.
Ya tenemos la fuerza que Dios nos ha regala gratuitamente para poder dar testimonio con nuestra vida. Dios no es distante, no se desentiende. Dios es comunidad de amor.
Para entender esto, basta con mirar la imagen de la Santísima Trinidad. Como dice el Papa Francisco, “No es el producto de razonamientos humanos, es el rostro con el que Dios se ha revelado a sí mismo, no desde lo alto de un trono, sino caminando con la humanidad.”
Una persona que ama a los demás por la alegría misma de amar es reflejo de la Santísima Trinidad. El amor verdadero es ilimitado, pero sabe limitarse para salir al encuentro del otro, para ser libre y respetar la libertad del otro. A veces descubrimos presencias que, a primera vista, no somos capaces de percibir. Solo el silencio interior y la contemplación de lo que nos rodea nos permite encontrarnos con AQUEL que nos trasciende.
Celebrar la Trinidad es celebrar que la comunidad se hace una. Y se hace una a pesar de las diversidades de carisma, personalidades y caracteres. La Trinidad es unión. El domingo pasado celebramos a la TERCERA PERSONA de la Trinidad (el Espíritu Santo), hoy celebramos a ese Dios Uno y Trino, (el Padre) PRIMERA PERSONA de la Trinidad, y el domingo que viene celebraremos a la SEGUNDA PERSONA (EL HIJO) que se hace PAN EUCARISTICO y que encierra tan gran misterio. La Trinidad une estas dos fiestas Bíblicas, con la tradición de la Iglesia: el Corpus. Tres solemnidades que repito, encierran el misterio de amor, de unidad, y que invita a los creyentes a PERMANECER y celebrarla en comunidad.
Yahvé es un Dios creador, un Dios que se comunica con su pueblo, que se da a conocer y que decide revelarse a su mismo, un Dios que elige para sí un pueblo pequeño, insignificante y sufriente, un Dios conmovido ante el clamor de Israel que sufre injustamente e interviene para liberarlo. Moises por tanto invita a aprender a confiar en Yahvé, a hacer que esa confianza configure y modele la vida del pueblo. Un Dios que su única preocupación es que su pueblo sea feliz.
---------- En la Segunda Lectura de Pablo a los Romanos,
el Apóstol explica como la persona que acoge con fe el Evangelio vive una existencia liberada de la muerte, del pecado y de la ley. Una vida nueva animada por el Espíritu Santo. La síntesis del fragmento que hemos leído es la filiación Divina. Somos hijos de Dios. El auténtico hijo de Dios se deja guiar libremente por el E.S. y por eso no puede sentirse oprimido y como un esclavo ante su amo. Somos hijos de Dios por Adopción, y por consiguiente, Cristo nos regala el que nos podamos dirigir a Dios, como el mismo lo hace, diciendo ABBA, como un niño se dirige a su padre: Papá. Y, por último, de la idea de hijo, se pasa también a la de heredero. Nos regala la mejor herencia: su Reino.
----------En el Evangelio de Mateo,
concluye con una solemne aparición de Jesús Resucitado en Galilea, allí donde había comenzado su misión. Es un momento clave. Los discípulos, personas de poca fe, que, por miedo, cobardía e inseguridad, habían abandonado a Jesús en el momento de la pasión, ahora vuelven a el, se postran y este gesto les hace reconocerlo como el Hijo del hombre.
Jesús da el mandato misionero a su Iglesia: “id y haced discípulos..” Una misión que se extiende por todos los pueblos de la tierra. No hay pues ni privilegio ni exclusión: la misión es universal. El evangelio es para todos sin discriminación de raza, lengua, pueblo, nación, titulo académico… Jesús nos enseña dos actividades fundamentales: BAUTIZAR en el nombre de la Santísima Trinidad (P+H+E.S.) Y ENSEÑAR la doctrina de Jesús, que no consiste en transmitir a las personas conocimientos teóricos teologicos, sino en ayudarlas a poner en práctica sus enseñanzas en la vida de cada día. Enseñar un estilo de vida basado en el Evangelio. Sin olvidar que Dios no nos deja solos (Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo) Palabas que infunden esperanza a todas las personas que optan por seguir a Jesús desde su propia vocación: ser feliz.
Que María, madre de la Trinidad, nos ayude a ser partícipe de esa comunión, que es reflejo auténtico de AMOR.
Acojamos con gozo un recuerdo este domingo por tantos religiosos y religiosas que son contemplativos. Para que la Santísima Trinidad les vaya iluminando en la oración, fortaleciendo en su misión, y siendo comunión con nosotros a través de la oración constante.
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