Jesús sigue dándonos claves: “el que me ama guardará mi Palabra y mi Padre lo amará”. Amando a Cristo, se confirma la obediencia a sus enseñanzas. Es decir, quien lo ama, necesariamente guarda sus palabras. Permanece en él.
No hay un verdadero amor, sin un compromiso serio y con un esfuerzo por conocer, seguir y ser fiel a sus enseñanzas. Al hacer lo que Él dice, es un claro ejemplo del auténtico amor al Señor.
Él no se conforma como dijimos en domingos pasados con un amor temporal, va más allá de las fronteras, quiere un amor permanente.
Un amor incondicional.
Un amor que se deja quemar de la caridad y la misericordia.
Que hacemos de su vida y palabras, nuestras palabras. Sólo podremos conseguir este tipo de amor, si dejamos que Él tome el timón de nuestra vida. Que la oración sea en nuestra vida una plegaria de alabanza para que nos dejemos empapar de su Palabra y de alimentarnos con su Cuerpo.
María, auxilio de los enfermos, te pedimos que interceda a tu hijo Jesús, por tantos enfermos nuestros. Que les fortalezca en su enfermedad y les conceda la fuerza que tu tuviste a los pies de la Cruz.
Que así sea.
No hay comentarios:
Publicar un comentario