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14 febrero 2021

Reflexión. Domingo VI del Tiempo Ordinario.



En este Domingo VI del Tiempo Ordinario y a las puertas del tiempo cuaresmal, las lecturas que la Iglesia nos pone para nuestra reflexión, se centran en un verbo: Curación.

Vemos tanto en la primera lectura del Levítico como en el Evangelio de Marcos, como hablan de la enfermedad de la lepra y como trataban a los que estaban contagiados por ella. Jesús viene a superar la ley de lo impuro, puro y excluido. Jesús cura e integra a TODOS por igual. Para él no hay discriminación. Su única preocupación es que nos dejemos contagiar por su AMOR permanente y que seamos transmisores nosotros de eso que hemos recibido.
Hoy también la Iglesia celebra la Jornada de Manos Unidas.

----------La primera lectura del Levítico 

nos habla que el que está contagiado, es una persona impura, está fuera de la ciudad, nadie se puede acercar y tendrá que llevar una campana diciendo “soy impuro”.
Aquella sociedad ni en el ámbito religioso ni social, el leproso era una persona castigada y por eso no podía relacionarse con nadie. Y si se curaba, tenía que ir al sacerdote, certificarlo y así es cuando podía volver a la ciudad y relacionarse.

----------La segunda Lectura de Pablo a los Corintios 

contiene una serie de normas concretas de vida cristiana. En primer lugar, un consejo ordenado a dar a toda la existencia un valor sagrado practicando las acciones más humanas, es decir, comer, beber, trabajar, en el más alto nivel de preocupación religiosa: la gloria de Dios. También otra preocupación es la vida cristiana. Debe ser un testimonio coherente para los demás. No provocar extrañeza con la propia conducta al prójimo. Y todo esto, se encierra en la caridad. Procurar agradar a todos evitando el egoísmo, la soberbia… Lo que popularmente se llama «el siempre yo yo». Ya no es un yo. Es un nosotros. Por eso el apóstol les pide y nos pide que seamos fieles imitadores de Cristo.

----------En el Evangelio de Marcos, 

Jesús rompe con toda la tradición tanto social como religiosa. Él mira con compasión al enfermo de lepra. Lo acoge, lo toca y lo sana. Para Jesús no hay barrera que le impida acercarse a una persona. Él busca la dignidad de aquel hombre que le llama para que lo cure. Y esta actuación nos tiene que hacer pensar y preguntarnos cómo tratamos nosotros a los últimos de nuestra sociedad, a los marginados, a los que tienen una enfermedad contagiosa, etcétera. A veces actuamos desde nuestra comodidad, viendo como otros lo hacen, se acercan y ayudan. Nos llamamos cristianos y seguidores de Jesús, pero no nos machamos las manos. No queremos implicarnos. Jesús nos invita hoy a que nos impliquemos. A que no tengamos miedo de tocar, acoger y acompañar a personas que están marginadas o con alguna enfermedad. Que no juzguemos, que no nos estemos parado.

Tenemos que actuar y dejar que Dios se manifieste en nosotros a través de nuestros actos. Pero para esto, nos tendríamos que hacer varias preguntas: ¿Qué haría Jesús en mi lugar? ¿Cómo actuaría Jesús hoy frente a la marginación?

Pidamos a la Virgen María por todos los enfermos, que ella sea el consuelo para tantas personas que están desesperanzadas por alguna enfermedad o problema.



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