Este primer domingo de cuaresma, comienza con un camino en el desierto. No debemos mirarlo como un momento de tristeza, de miedo o con la sensación de que Dios nos está apuntando con el dedo para pillarnos y condenarnos.
Cuaresma es tiempo de tranquilidad. De encuentro con ese Dios AMOR que se hace hombre como nosotros. Que se abaja para compartir nuestra condición humana y que es tentado.
En este tiempo cuaresmal debemos descubrir en nuestras tentaciones y dificultades, que Dios está a nuestro lado. Nos levanta cuando nos caemos, que ilumina nuestra vida a pesar de la oscuridad, que le pone colores a nuestro día, aunque esté pintado de negro por nuestra fragilidad y nuestro pecado. Es un buen momento para poner un STOP en nuestra vida.
Reconocer mi desierto personal: Ese momento concreto que puedo estar pasando, que puede tener una dificultad, no sentirme valorado.
Ponerles nombre a mis tentaciones: Ser humilde y reconocer en que situaciones caigo, que es lo que me aparta de Dios, del Evangelio, del hermano que sufre. Pedir ayuda al Señor: Contemplar a Jesús y pedirle fuerza para mi conversión. Aunque me cueste. Confiar y fortalecer la voluntad para que pueda conseguir aquello que me propongo.
Nos pasará como le sucedió a Noé (En la Primera Lectura) que Dios le manda hacer un arca, y sus paisanos se reían. No entendían que hacía construyendo un arca porque hacía buen tiempo. Pero aparece el diluvio, y gracias a la confianza y perseverancia, después llega el momento de la tranquilidad y del buen tiempo.
No debemos tirar la toalla en momentos en los que, como Noé, tengamos que construir.
Dios hace un plan sobre cada uno de nosotros. Esto no quiere decir que todo sea color de rosas. Pero, la confianza, valentía y la seguridad de que Dios no nos abandona, debe ser nuestro oxígeno en esta escalada cuaresmal y para toda nuestra vida. Especialmente en los momentos que nos sintamos en noches oscuras. Sepamos ser constantes como Noé y actuemos en nuestro mundo como Dios quiere.
Marcos, nos enseña en su Evangelio, que Jesús es llevado al desierto. Un lugar que representa la dureza, dificultad, aridez… Y, aplicado a nuestra vida, pueden existir diferentes tipos: interior, exterior, problemas. Que nos ayudan a no tirar la toalla. A seguir adelante, aunque en algunos momentos, no sepamos a donde dirigirnos o como salir de ello. Juan el Bautista, termina su misión de precursor y da paso a Jesús. Comienza su misión de llevar a cumplimiento lo que Dios le ha confiado. Muchos pensarán que ¿por qué hizo eso? Y la respuesta, es que Jesús se hace uno de nosotros. Él tiene las mismas tentaciones, pero se deja guiar por el Espíritu. Ese mismo que nosotros recibimos en el Bautismo, pero que lo ahogamos con nuestra comodidad en el pecado.
Vemos a un Jesús humano. Que hace lo mismo que el resto, pero, con la diferencia en que no se deja vencer. La alianza que Dios ha hecho con su pueblo no la rompe nada. Ni la tentación. Por eso, el Espíritu lo empuja al desierto. Para que ahí se note que Dios no abandona a nadie.
Le pedimos a la Virgen que este comienzo de la cuaresma, no nos dejemos arrastrar por las múltiples tentaciones que tenemos a nuestro alrededor. Con Dios, toda tentación es salvada.
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