1.- Festividad del Corpus
Hoy celebramos con gran gozo la festividad del Cuerpo y Sangre del Señor, en la que adoramos este gran misterio de amor. La Iglesia tiene su centro en la Eucaristía, “fuente y cima de toda evangelización” (Presbyterorum ordinis, 5); y de ella nacen todas las demás actividades pastorales, porque la celebración eucarística es la acción más importante que realiza la Iglesia.
Como hemos escuchado en el Evangelio de Marcos, Jesús pide a sus discípulos que preparen la cena pascual (cf. Mc 14,14-16). Una vez en la mesa, «mientras estaban comiendo, tomó pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio y dijo: Tomad, este es mi cuerpo» (Mc 14, 22). Jesús identifica el pan que parte y ofrece a sus discípulos con su cuerpo, que va a entregar en el altar de la cruz.
Jesús nos ofrece su Cuerpo como alimento y su Sangre como bebida: «Tomó luego una copa y, dadas las gracias, se la dio, y bebieron todos de ella» (Mc14, 23). Bajo las especies de pan y vino se encuentra, queridos fieles, la presencia real y sacramental del Cuerpo y de la Sangre de Jesucristo.
2.- Pan de eternidad
La Eucaristía es pan de eternidad, porque Cristo es el Pan vivo con sabor de vida eterna: Como él ha dicho: «El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna» (Jn 6,54). Conviene remarcar que Jesús insiste en el disfrute de la vida eterna ya aquí durante nuestra vida temporal. Cuando comemos el pan de eternidad en este mundo, ya se hace presente la vida eterna en nuestro corazón; porque el Verbo eterno, Hijo de Dios, se ha encarnada y ha entrado en la historia humana. Por tanto, en la vida temporal ya pregustamos la vida eterna en este augusto sacramento.
En la Liturgia de las Horas de la Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo rezamos: “Oh sagrado banquete, en que Cristo es nuestra comida, se celebra el memorial de su pasión, el alma se llena de gracia y se nos da la prenda de la gloria futura” (Ant. del Magnificat de las II Vísperas).
La Eucaristía es el alimento para la vida eterna, que sacia la sed de eternidad, que nutre la semilla divina de inmortalidad recibida en el bautismo y transforma al hombre. Hoy le pedimos al Señor que nos ofrezca ese Pan, porque necesitamos el alimento que perdura más allá de esta vida temporal. Estamos llamados a vivir más allá de la muerte temporal.
El hombre, durante su peregrinar en la tierra, está hambriento de alimento corporal y espiritual; en la Eucaristía puede satisfacer esa hambre. Al participar en la Eucaristía, no sólo alimentamos nuestra alma, sino que recibimos la herencia eterna prometida (cf. Hb 9, 15).
Para llegar a la eternidad, queridos fieles, no puede faltarnos el Pan de la Eucaristía, sin el cual no tendríamos fuerza para caminar ni avanzar. Dios, conociendo nuestra hambre radical y profunda, nos prepara un banquete para nuestra alma con el Cuerpo y la Sangre de su Hijo. Este Pan es remedio de inmortalidad. Como dice san Ignacio de Antioquía: “No encuentro ya deleite en el alimento material ni en los placeres de este mundo. Lo que deseo es el pan de Dios, que es la carne de Jesucristo, de la descendencia de David, y la bebida de su sangre, que es la caridad incorruptible” (Carta a los Romanos, 6,5). ¡Ojalá tengamos siempre hambre de este pan de eternidad, de este pan de inmortalidad!
3.- Día de Caridad
En la solemnidad del “Corpus” celebramos en España el “Día de Caridad”. Participar en el banquete eucarístico exige acercarse al hermano pobre y necesitado; la Eucaristía nos hace partícipes del amor de Dios y nos anima a acercarnos más a los pobres con solicitud y afecto.
El lema de este año versa sobre el compromiso social y la caridad transformadora: “Tu compromiso transforma el mundo”. Los Obispos de la Comisión episcopal de Pastoral Social nos recuerdan en su mensaje que en la plegaria eucarística hay dos momentos en los que se manifiesta la fuerza transformadora de la Eucaristía. Son las “epíclesis” o invocaciones al Espíritu Santo; en la primera pedimos al Padre que envíe su Espíritu para que el pan y el vino se conviertan en el cuerpo y la sangre del Señor; os ruego que os fijéis en este gesto que haremos los sacerdotes antes de la consagración de los dones. Y en la segunda se pide la invocación del Espíritu sobre la comunidad eclesial. “En ambas epíclesis los cristianos expresamos el dinamismo transformador que encarna la celebración eucarística y descubrimos la necesidad de ser instrumentos de renovación del cosmos y de la humanidad, desde la comunión con Cristo. Pidamos, hoy, al Espíritu Santo que esta mística social y transformadora de la Eucaristía nos ayude a comprometernos en la transformación del mundo y en la promoción de una caridad transformadora en todas nuestras organizaciones caritativas y sociales”.
La colecta de hoy, como sabéis, irá destinada a “Caritas”, que es el organismo pastoral que concreta y expresa la caridad que emana de la Eucaristía. Desde el primer momento de la historia los cristianos han sacado de la Eucaristía la fuerza y el ánimo para vivir la caridad. El amor a Dios lleva al amor al hermano; esa es la caridad de siempre que brota de la Eucaristía, cuando la comunidad cristiana la celebra.
“Caritas” ha sido creada como organismo pastoral; que no es una asociación, ni una organización no-gubernamental (ONG). “Caritas” es la misma Iglesia católica; “Caritas” somos todos los católicos, que impulsados por el amor fraterno atendemos las necesidades de los más pobres.
En este año estamos celebrando el Cincuenta Aniversario de “Caritas Diocesana” de Málaga, instituida por el Obispo D. Emilio Benavent en 1968. Damos gracias a Dios por este acontecimiento de nuestra Iglesia particular. Desde “Caritas Diocesana” se coordinan las Caritas parroquiales y se asumen las necesidades más importantes de la Diócesis y también las de aquellas comunidades cristianas que no pueden afrontar las necesidades que tienen. Hay un programa de actividades, que ya se ha presentado, para celebrar este Cincuentenario de “Caritas Diocesana”.
4.- Servidores y adoradores
Deseo agradecer a todos los responsables y voluntarios de las diversas “Caritas” parroquiales y a los responsables y voluntarios de “Caritas Diocesana” su gran dedicación y generosidad en ayuda de nuestros hermanos más necesitados. También realizáis esta dimensión caritativa las asociaciones, los movimientos y las cofradías, que lo habéis asumido como una prioridad en vuestra actividad. Todo eso debe ser expresión de la caridad que brota de la Eucaristía.
Pido al Señor que os bendiga y que os ofrezca recompensa de eternidad por los servicios caritativos que hacéis en aquí en la tierra. Todos salimos ganando, puesto que una poca generosidad en la tierra es recompensada por el Señor con una eternidad en el cielo. ¡Vale la pena!
Adoremos y acompañemos al Señor sacramentado por las calles de nuestra querida ciudad de Málaga, dando testimonio público de nuestra fe en la presencia real de Cristo en la Eucaristía.
Pidamos al Señor que nos haga dignos de participar en su mesa eucarística, comprometiéndonos a acoger a todos nuestros hermanos, sobre todo a los más necesitados de nuestro amor.
Y pedimos a la Santísima Virgen María que interceda por nosotros, para que seamos verdaderos adoradores de Cristo sacramentado y solícitos de nuestros hermanos los pobres. Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario