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30 marzo 2018

Reflexión. Viernes Santo.


“Todo está cumplido”. E inclinando la cabeza entregó el espíritu.

Aún todavía, recordamos los gestos que ayer el Señor nos dejó como resultado de un amor que se entrega hasta el extremo. El lavatorio de los pies como signo del servicio y su cuerpo y su sangre como alimento para nuestra vida.

Hoy,  viernes santo, a Jesús no le queda más sangre... ya ha derramado toda lo que tenía.
Y como culminación de esa muestra de amor, entrega su propia vida para la salvación de todo el orbe. Desde la ocho de la mañana, Jesús empieza su camino de sufrimiento.
Un camino donde le han hecho burlas,  le han escupido en la cara, le han pegado, le han flagelado, lo han coronado como rey poniéndole una corona de espina en la cabeza y ha tenido que llevar su propia cruz al hombro.

A la 10:00 de la mañana lo llevan a la cruz que será el “trono” injusto de un hombre que ha amado empezando por los más pequeños. Por los que nadie quería y lo apartaban.
Que no ha discriminado ni ha juzgado…
Que  su única defensa ha sido el arma del AMOR y el PERDÓN.

A la 15:00 de la tarde, después de más de cinco horas de sufrimiento clavado en la cruz, entrega el espíritu como había pasado por el mundo, sin culpabilizar ni condenar a nadie. Lo hace de una forma humilde. Sabiendo que moría por AMOR a todos.
Ser cristiano, es seguir al hijo de Dios que triunfa desde lo sencillo, lo pobre, lo despreciado, lo que nadie quiere. Un Dios que hace de la cruz, un camino para el cielo. Del sufrimiento, alegría. De la muerte, la vida. De la tristeza, el consuelo. De un madero de castigo, un árbol que da la vida.

Mirar al Crucificado, es darnos cuenta de que nadie nos amará como Jesús lo ha hecho.
Es tomar como ejemplo a Jesús de la confianza en Dios que nunca abandona.
Ser consciente de que nuestro Rey no viene a ser servido, sino a servir. Que no viene con grandes tropas, sino que su única tropa son las personas humildes que se dejan que Dios  habite en sus vidas. Y si aún nos queda duda, miremos la cruz, es la mayor prueba del AMOR.

Nuestra reflexión, hoy viernes, debería ser sencilla pero honesta.
Nos deberíamos preguntar quién es Jesús para mí, cómo entiendo yo su muerte…
Si miramos a nuestro alrededor, cuántas veces juzgamos, discriminamos, crucificamos y nos burlamos de las personas que no son como nosotros o no nos gustan…

Inclusive, deberíamos preguntarnos en quién quiero creer: si en el Dios de Jesús que muere por todos nosotros y nos ama hasta el extremo, o prefiero fabricarme yo un dios paralelo para mi propio interés.

Que María, nos otorgue el don de la fe para que podamos ser reflejo de ese Dios que se parte, se reparte, y derrama su sangre por todos nosotros.

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