Hoy recordamos a todas esas personas que han pasado de este mundo a la casa del Padre. Personas, que ya no están entre nosotros y que no están muerta, sino, que duermen en paz junto al Señor.
La liturgia pone para nuestra reflexión el Evangelio de Mateo, y nos narra cuántos le importamos a Dios, que es capaz de morir en una Cruz, para salvarnos; su muerte es consecuencia de un amor hasta el extremo, hasta su última gota de sangre la derrama porque nos quiere, porque quiere que nos salvemos, pero, siempre respetando nuestra libertad.
La experiencia de la muerte, es una de las que todos los seres humanos hemos compartido. A todos se nos ha ido a alguien, hemos pasado por el trance del dolor, de la ausencia de un ser querido. Esta conmemoración nos debe ayudar a reflexionar sobre la muerte, no con miedo, sino con serenidad, paz y confianza.
Nuestra vida está enmarcada por el tiempo, ya que desde el minuto uno que nos engendran, estamos predestinados a morir. Vivimos aquí en la tierra, somos peregrinos hacia la vida eterna. La fe nos habla de que no vivimos en vano, sino, que vivimos en Cristo, morimos con Cristo y resucitamos con Cristo. La muerte es el paso a la vida verdadera, allí, donde no habrá dolor, ni llanto, ni angustia, porque contemplaremos a Cristo tan cual es.
Estas palabras no tienen que ser tanto bonitas, como testimonio de fe en la resurrección, y que la muerte, no tiene la última palabra. Nuestra fe, repito, se cimienta en la Resurrección. Como diría San Agustín:
“La muerte no es nada. Yo solo he ido a la habitación de al
lado. Yo soy yo, tú eres tú.
Lo que éramos el uno para el otro, lo seguimos siendo.
Llámame por el nombre que me has llamado siempre, háblame como siempre lo has
hecho.
No lo hagas con un tono diferente, de manera solemne o triste. Sigue riéndote
de lo que nos hacía reír juntos. Que se pronuncie mi nombre en casa como
siempre lo ha sido, sin énfasis ninguno, sin rastro de sombra.
La vida es lo que es lo que siempre ha sido.
El hilo no está cortado. ¿Por qué estaría yo fuera de tu mente, simplemente porque
estoy fuera se tu vista?
Te espero... No estoy lejos, justo del otro lado del camino... Ves, todo va
bien.
Volverás a encontrar mi corazón. Volverás a encontrar mi ternura acentuada.
Enjuaga tus lágrimas y no llores si me amas.”
Recemos en especial en este día por todos nuestros familiares difuntos, por todos los que no han precedido y ya gozan de Dios, para que, perdonados todas sus faltas por la misericordia de Dios, descansen en Cristo y sean intercesores por nosotros en la eterna casa de Dios Trinidad.
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