Hoy celebramos la natividad de la Virgen María. Lo que
popularmente llamamos todos el “cumpleaños”. Esta fiesta tiene su origen e
inicio en el siglo V, en Jerusalén, de una basílica donde dice la tradición que
nació la Virgen, hoy llamada basílica de Santa Ana. Esta fiesta coincide con el
término de los nueve meses desde la fiesta de la Inmaculada Concepción que
celebramos el ocho de diciembre.
María con su nacimiento, entra en la historia la mujer que es predestinada a ser la madre del Hijo de Dios. La madre del Mesías que liberará a todas las personas del pecado y de la muerte. María, la nueva Arca de la Alianza, la primera Custodia y Sagrario que llevó a Cristo en sus entrañas. Con el nacimiento de María, comienza la culminación de la revelación en la persona de su Hijo, Cristo.
María es salud de los enfermos, refugio de los pecadores,
consoladora de los tristes y por supuesto, la “llena de gracia”, aquella mujer
virgen que anunciarían los profetas y que daría a luz a un Hijo, y le pondría
por nombre “Emmanuel”.
En la Primera Lectura de San Pablo a los Romanos,
El texto describe el plan salvífico de Dios, desde el principio de la
eternidad, hasta su concreta y última realización en la glorificación. En el
comienzo de todas las etapas de salvación hay un designio, es decir, un plan,
un proyecto. Este proyecto contiene, en primer lugar, la finalidad de la imagen
del Hijo. Es decir, la glorificación se obtiene por Cristo. En segundo lugar,
hay una llamada vocacional y una justificación, por la cual Dios lleva a cabo
en la persona de Cristo su perfecta imagen. Dios predestina y llama.
En el Evangelio de Mateo,
Se nos presenta la genealogía de Jesús. El Señor dirige la historia de su pueblo
hasta su plenitud en la persona de nuestro Señor Jesucristo. En María, la obra
del Espíritu Santo realizará un modelo acabado. María, una virgen generosa por
su amor a Dios y una madre fecunda y generosa. Gracias a esto, así puede
iniciarse la nueva humanidad de los Hijos de Dios, porque el Hijo de Dios, el
“Emmanuel” queda ya definitivamente con nosotros.
José y María, fueron fieles obedientes y supieron entender los signos de los
tiempos para llevar a cabo el plan de Dios. Se fiaron ciegamente de Dios y
deben ser ejemplos para cada uno de nosotros de preguntarnos cuál es el plan
que Dios tiene para mí y cómo lo estoy llevando.
Que el nacimiento de la Santísima Virgen María nos ayude a acercarnos más a su Hijo y así poder ser fieles a su voluntad a pesar de las contrariedades que nos vayamos encontrando.
Santa María, ruega por nosotros.
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