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28 septiembre 2018

La oración hace al alma humilde y fuerte.


Siempre fue, es y será, en el cielo y en la tierra, muy válida la humildad, pues vemos que, no solamente en la casa de Dios, que es su Iglesia, levantan al que se humilla, pero en medio del mundo y de sus valedores tiene el humilde su lugar y suprema estima; de manera que tiene su justo valor esta soberana virtud, no solamente entre virtuosos pero aun entre viciosos; no solamente entre humildes es estimada, pero los ambiciosos la adoran; pues ellos al que ven rendido y humilde lo encaraman y ensalzan, y el vicioso y vano de todos es aborrecido, a todos cansa; y así por singular loa de esta virtud pone San Bernardo que tiene cabida por los hombre soberbios, con ángeles humildes y con el mismo Dios. Por lo cual el bienaventurado Santo Tomás entre gran número de virtudes le da palma.

Despídase, pues, de aprender humildad y conocer la pequeñez y poquedad propia el que no usare el santo ejercicio de la oración, en cual Dios al alma enseña sólida y no aparente humildad, porque el camino por donde el Padre Eterno ha de dar a conocer a su precioso y humilde Hijo, espejo sin mancilla en quien nos hemos de mirar, como dice San Pablo, es la oración; y así como el espejo puesto ante los ojos descubre y muestra las faltas del rostro, así presente Jesucristo en ella, te verás en la oración y te humillarás y estimarás en menos de lo que tu vanidad pide. Viéndose en este espejo y puesto de rodillas el santo Patriarca Abraham, se llamó polvo y ceniza, y el Profeta Job, pabilo quemado; y el rey David, gusano y no hombre. Y lo que es sobre todo esto, la purísima Reina del Cielo, llamada Madre de Dios, como lo era, por el ángel, mirándose en este clarísimo espejo, se llamó esclava del Señor.

De manera que si no oras, te desconocerás, pero si quieres saber quién eres, y el solar de tu origen y principio y por ese camino granjear esta alta virtud de la humildad, súbete al homenaje y atalaya de la oración, porque desde allí verás que, reyes e reinos son como si no fuesen. Desde esta atalaya dio voces un profeta diciendo ser toda la carne heno y su gloria como la flor del campo. Desde lo alto de esta torre mandó el sabio Rey pregonar que todo el mundo era vanidad, vano el vivir, vana la hermosura, las telas, flores y galas, y los que las traen también.


San Simón de Rojas.

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