Con ocasión del Jubileo de los Diáconos, ofrecemos algunas reflexiones de los Pontífices sobre este ministerio que contribuye a la santificación de la comunidad cristiana en comunión con el obispo y los presbíteros.
El diácono está "al servicio del obispo y de los presbíteros". Puede proclamar el Evangelio y dirigir la oración de la asamblea. El Concilio Vaticano II entendió el diaconado como un "grado propio y permanente de la jerarquía". La Constitución dogmática Lumen Gentium, tras describir la función de los presbíteros como participación en la función sacerdotal de Cristo, ilustra el ministerio de los diáconos, "a quienes se imponen las manos no para el sacerdocio, sino para el servicio".
La Iglesia constitutivamente diaconal
Los Pontífices, en varias ocasiones, se han detenido en el servicio ofrecido por los diáconos. En el encuentro con los diáconos permanentes de la diócesis de Roma en 2021, el Papa Francisco subrayó que "el diaconado, siguiendo la vía alta del Concilio, nos conduce al centro del misterio de la Iglesia".
Así como he hablado de "”Iglesia constitutivamente misionera” y de “Iglesia constitutivamente sinodal”, digo que deberíamos hablar de “Iglesia constitutivamente diaconal”. Si no se vive esta dimensión del servicio, todo ministerio, en efecto, se vacía por dentro, se vuelve estéril, no produce frutos. Y poco a poco se vuelve mundano. Los diáconos recuerdan a la Iglesia que lo que descubrió Santa Teresita es cierto: la Iglesia tiene un corazón quemado por el amor. Sí, un corazón humilde que palpita con el servicio. Los diáconos nos lo recuerdan cuando, como el diácono san Francisco, llevan a los demás la cercanía de Dios sin imponerse, sirviendo con humildad y alegría. La generosidad de un diácono que se entrega sin buscar las primeras filas huele a Evangelio, nos habla de la grandeza de la humildad de Dios que da el primer paso —siempre, Dios da siempre el primer paso— para salir al encuentro incluso de los que le han dado la espalda.
Los servicios realizados por los diáconos
El Papa Francisco en esa ocasión también recordó que se debe prestar atención a otro aspecto: "La disminución del número de sacerdotes ha llevado a un compromiso prevalente de los diáconos en tareas de sustitución que, aunque importantes, no constituyen la naturaleza específica del diaconado. Son tareas de sustitución".
El Papa Benedicto XVI también se detiene en el servicio especial de los diáconos en 2006. Al reunirse con los diáconos permanentes de la diócesis de Roma, recordó los servicios que prestaron "con gran generosidad" en numerosas comunidades parroquiales:
"Al enseñar el Evangelio de Cristo, que os entregó el obispo el día de vuestra ordenación, ayudáis a los padres que piden el bautismo para sus hijos a profundizar el misterio de la vida divina que se nos ha dado y el de la Iglesia, la gran familia de Dios, mientras a los novios que desean celebrar el sacramento del matrimonio les anunciáis la verdad sobre el amor humano, explicando así que "el matrimonio basado en un amor exclusivo y definitivo se convierte en el icono de la relación de Dios con su pueblo y, viceversa" (ib., 11).
Muchos de vosotros trabajáis en oficinas, hospitales y escuelas: en estos ambientes estáis llamados a ser servidores de la Verdad. Al anunciar el Evangelio, podréis presentar la Palabra capaz de iluminar y dar sentido al trabajo del hombre, al sufrimiento de los enfermos, y ayudaréis a las nuevas generaciones a descubrir la belleza de la fe cristiana".
La contribución del diácono casado
La contribución del diácono casado a la transformación de la vida familiar también es importante. Así lo subrayó el Papa Juan Pablo II en 1987 al dirigirse a los diáconos permanentes de los Estados Unidos.
"Él y su esposa, habiendo entrado en comunión de vida, están llamados a ayudarse y servirse mutuamente (cf. Gaudium et Spes, 48). Su colaboración y unidad es tan íntima en el sacramento del matrimonio, que la Iglesia exige el debido consentimiento de la esposa antes de que el marido pueda ser ordenado diácono permanente... El enriquecimiento y la profundización del amor sacrificado y mutuo entre marido y mujer constituye quizá la participación más significativa de la esposa de un diácono en el ministerio público de su marido en la Iglesia (Orientaciones, NCCB, 110). Especialmente hoy, este no es un servicio pequeño. En particular, el diácono y su esposa deben ser un ejemplo vivo de fidelidad e indisolubilidad en el matrimonio cristiano ante un mundo que siente una profunda necesidad de estos signos. Afrontando con espíritu de fe los retos de la vida conyugal y las exigencias de la vida cotidiana, fortalecen la vida familiar no sólo de la comunidad eclesial, sino de toda la sociedad".
En camino hacia una meta ulterior
En su encuentro de 1977 con los diáconos del Seminario Mayor de Milán, el Papa Pablo VI se detuvo finalmente en la alegría que espera a los diáconos llamados a recorrer el camino del sacerdocio.
Como diáconos, ya saboreáis la alegría de estar ahora asociados al verdadero y propio «servicio» de la Iglesia. Pero, sin duda, en este momento vuestra mente se dirige hacia aquella meta aún más alta, ya cercana, a la que Dios os ha llamado para hacer de vosotros, mediante el sacramento del Orden, sus ministros, los heraldos del Evangelio de Jesucristo, los dispensadores de su Sangre y de su Palabra. Faltan palabras para expresar toda la grandeza y la responsabilidad de esta misión; una misión que constituye la confirmación siempre viva de la gran promesa del Señor: «He aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo» (Mt 28, 20). Sí, los sacerdotes son el signo de la continuidad y de la presencia de Cristo Maestro y Pastor entre los hombres, y manifiestan la vitalidad y la perpetuidad de la Iglesia. Como dijo el Concilio Vaticano II, «ellos, bajo la autoridad del obispo, santifican y gobiernan la porción del rebaño del Señor que les ha sido confiada, en su lugar hacen visible la Iglesia universal y aportan una gran contribución a la edificación de todo el Cuerpo de Cristo».
En este Año Santo de la Esperanza, se abre estos días un acontecimiento jubilar dedicado al diaconado.
Del 21 al 23 de febrero, la Iglesia celebra el Jubileo de los Diáconos, ministros que se ponen al seguimiento de Cristo, al servicio de la Iglesia y de los últimos.
(Fuente: Vatican News)
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