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12 octubre 2018

Tenemos que ser cristianos sin miedo a mancharse las manos y las ropas cuando nos acerquemos al prójimo.


Cómo vemos en la parábola del samaritano, que es considerado un pecador, se detuvo a socorrer al hombre agredido y abandonado malherido en el camino y al que ignoraron hombres considerados virtuosos, como un sacerdote y un levita.

Cada uno de nosotros es el hombre herido y Jesús, el samaritano que se acerca y nos cura.

El samaritano “no miró el reloj, no pensó en la sangre del herido. Se acercó a él, se bajó de su cabalgadura y le curó las heridas con aceite y vino. Se manchó las manos, se manchó las ropas de sangre. Después lo cargó en su cabalgadura y lo llevó a un albergue”.

Y no sólo no lo dejó en el albergue diciendo: ‘Aquí lo dejo, llamad al médico que yo ya he cumplido y me voy’. No. Se preocupó por él. No era un funcionario, era un hombre con el corazón abierto.

Exhorto a abrir de verdad el corazón a las sorpresas de Dios: ¿Eres cristiano?.
¿Estás abierto a las sorpresas de Dios? ¿O eres un cristiano funcionario, cerrado?.
A estas preguntas, se puede contestar con condescendencia propia del “cristiano funcionario”: “Sí, soy cristiano. Voy los domingos a Misa, trato de hacer el bien. Comulgo, me confieso una vez al año…”.

Sin embargo, así es como actúan los “cristianos funcionarios”, aquellos que no están abiertos a las sorpresas de Dios, aquellos que saben mucho de Dios, pero no salen a encontrarse con Él.
Aquellos que nunca han experimentado el estupor ante el testimonio, son capaces de dar testimonio.

Por ello, exhortó a los laicos y a los pastores a preguntarse si tienen el corazón abierto a las sorpresas de Dios, “a aquello que Dios te da cada día”.

Cada uno de nosotros es el hombre herido y abandonado, y el Samaritano es Jesús, que nos ha curado las heridas, que se ha acercado a nosotros y nos ha curado. Él ha pagado por nosotros.


(Homilía en Santa Marta. Papa Francisco. 08-10-2018)

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