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24 enero 2017

Cuídense de los sacerdotes y congregaciones sin sabor.


¡Cuidado con una Iglesia que pierde el sabor! ¡Cuidado con un sacerdote, un consagrado o con una congregación que pierde el sabor! ¡Cuidado con la sal que pierde el sabor!
Porque si la sal pierde su sabor, no sirve para nada.

Pablo advierte a Timoteo que deberá anunciar el Evangelio en medio de un contexto donde la gente busca siempre nuevos ‘maestros’, ‘fábulas’, doctrinas diversas, ideologías”. Es el ‘carnaval’ de la curiosidad mundana, de la seducción.

La Palabra de Dios nos presenta hoy dos escenarios humanos opuestos: por una parte, el ‘carnaval’ de la curiosidad mundana, por otra, la glorificación del Padre mediante las obras buenas. Y nuestra vida se mueve siempre entre estos dos escenarios. También Santo Domingo de Guzmán, con sus primeros hermanos, hace ochocientos años, tenía que moverse entre estos dos escenarios.

Es interesante ver cómo ya entonces, hace dos milenios, los apóstoles del evangelio se encontraban ante este escenario, que en nuestros días se ha desarrollado mucho y globalizado a causa de la seducción del relativismo subjetivista.

La tendencia de la búsqueda de la novedad propia del ser humano encuentra el ambiente ideal en la sociedad del aparentar, del consumo, en el cual, muchas veces, se reciclan cosas viejas, pero lo importante es hacerlas aparecer como nuevas, atractivas, seductoras.
También se enmascara la verdad. Nos movemos en la así llamada, ‘sociedad líquida’, sin puntos fijos, desordenada, sin referencias sólidas y estables, en la cultura de lo efímero, del ‘usar y tirar’.

Ante este ‘carnaval’ mundano, destaca el escenario opuesto que encontramos en las palabras de Jesús que hemos escuchado: ‘Glorifiquen al Padre que está en el Cielo’. ¿Y cómo se da este paso de la superficialidad, casi afectuosa, a la glorificación? Se da gracias a las buenas obras de aquellos que se hacen discípulos de Jesús y se han convertido en sal y luz. ‘Así debe brillar ante los ojos de los hombres’, dice Jesús, ‘la luz que hay en ustedes, a fin de que ellos vean sus obras buenas y glorifiquen al Padre que está en el Cielo’.

En medio del ‘carnaval’ de ayer y hoy, esta es la respuesta de Jesús y de la Iglesia. Esta es la base sólida en medio del ambiente ‘líquido’, las buenas obras que podemos realizar gracias a Cristo y a su Santo Espíritu, y que hacen nacer en el corazón el agradecimiento a Dios Padre, la alabanza, o al menos la maravilla y la pregunta: ¿Por qué? ¿Por qué esta persona se comporta así? La inquietud del mundo ante el testimonio del Evangelio.

Para que este ‘terremoto’ tenga lugar se necesita que la sal no pierda el sabor y la luz no se esconda. Jesús lo dice muy claramente: Si la sal pierde su sabor, no sirve para nada.

Una obra al servicio del Evangelio, predicada con la palabra y con la vida; una obra que, con la gracia del Espíritu Santo, hizo que muchos hombres y mujeres hayan recibido ayuda para no dispersarse en medio del ‘carnaval’ de la curiosidad mundana.


(Homilía Papa Francisco a los PP, Dominicos. 21-1-2017)

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