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12 noviembre 2013

¿Quién nos libera de nuestras esclavitudes?


Nos libera alguien (o algo) que, en primer lugar, nos hace conscientes de nuestra esclavitud, que nos relativiza los pseudo-absolutos que no tienen cautivos. Ese es el primer paso (aunque así, sin más puede llevar simplemente ala desesperanza)

Ese agente liberador (que puede ser una persona, una doctrina, un acontecimiento, o un libro, o una película...) nos hace ver, a menudo a pesar de nuestra resistencia, que existe un modo mejor de pensar, de sentir, de vivir, de ser. Comprendemos entonces (o, al menos, intuimos) que podríamos ser más completos, más libres y más felices de lo que estamos siendo.

Dios es el liberador por antonomasia. ¿Por qué? Porque ÉL lo relativiza todo y de modo absoluto. Cuando Jesús nos dice: Sed perfectos como Dios, nos está invitando a dejarnos de modelos de juguete y a liberarnos de toda esclavitud. También cuando nos dice que vendamos todo lo que tenemos y comprendemos el tesoro del campo o de la perla preciosa.

Dios es la existencia total, y nos impulsa a nosotros a la existencia sin límites. ÉL, que es el creador por esencia (todo existe en ÉL y por ÉL) nos anima a re-crear nuestra vida cada mañana, a re inventarnos cada día. ÉL, que está más allá del bien y del mal, nos exige que nos replanteemos nuestra pequeña escala de valores.

Naturalmente, quien tiene una imagen ridícula de Dios (un Dios “confesional”) no podrá esperarse de ese Dios grandes liberaciones. Al revés: para la inmensa mayoría, la religión (cristiana o hinduista) no es más que una prisión más, una celda con vistas al pasado.

En cambio, todo lo que nos libera, lo que nos hace más profundos y más vivos, viene de Dios.
Y lo que no nos libera, no. Aunque lo diga la autoridad. Aunque algunos llamen a eso “religión”.

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