“No se puede seguir a Jesús sin seguir a la Iglesia. Quien cede a la tentación de ir por su cuenta corre el riesgo de no encontrar nunca a Cristo". (Papa Benedicto XVI).
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31 mayo 2025
Hoy 31 de mayo celebramos la Visitación de la Virgen María a su prima Santa Isabel. Bienaventurada eres porque has creído, dice Isabel a nuestra Madre. —La unión con Dios, la vida sobrenatural, comporta siempre la práctica atractiva de las virtudes humanas: María lleva la alegría al hogar de su prima, porque “lleva” a Cristo.
27 mayo 2025
Doy gracias a Dios, porque un día como hoy, hace 25 años, recibía por vez primera a Jesús Sacramentado. Doy gracias a Dios por hacerme afortunado de poder recibirlo cada día desinteresadamente a pesar de mis fallos y errores. Hoy y siempre puedo decir en alto y desde el corazón agradecido de hijo "el Señor ha estado grande conmigo y en mi hace maravillas"
25 mayo 2025
EVANGELIO. Domingo VI del Tiempo de Pascua.
Lectura del Evangelio según San Juan
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él. El que no me ama no guarda mis palabras. Y la palabra que escucháis no es mía, sino del Padre que me ha enviado. Os he dicho estas cosas estando entre vosotros. Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, os lo enseñará todo y os recordará todo lo que yo os he dicho. Os dejo la paz, mi paz os doy; no os la doy como la da el mundo. No se turbe vuestro corazón ni se acobarde. Habéis oído que os he dicho: ‘Me voy y volveré a vosotros’. Si me amarais, os alegraríais de que me fuera al Padre, porque el Padre es más grande que yo. Y os lo digo ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda creáis».
Jornada del Enfermo. Domingo VI del Tiempo Pascual.
«La esperanza no defrauda» (Rm 5,5) y nos hace fuertes en la tribulación
Queridos hermanos y hermanas:
Celebramos la XXXIII Jornada Mundial del Enfermo en el Año Jubilar 2025, en el que la Iglesia nos invita a hacernos “peregrinos de esperanza”. En esto nos acompaña la Palabra de Dios que, por medio de san Pablo, nos da un gran mensaje de aliento: «La esperanza no defrauda» (Rm 5,5), es más, nos hace fuertes en la tribulación.
Son expresiones consoladoras, pero que pueden suscitar algunos interrogantes, especialmente en los que sufren. Por ejemplo: ¿cómo permanecer fuertes, cuando sufrimos en carne propia enfermedades graves, invalidantes, que quizás requieren tratamientos cuyos costos van más allá de nuestras posibilidades? ¿Cómo hacerlo cuando, además de nuestro sufrimiento, vemos sufrir a quienes nos quieren y que, aun estando a nuestro lado, se sienten impotentes por no poder ayudarnos? En todas estas situaciones sentimos la necesidad de un apoyo superior a nosotros: necesitamos la ayuda de Dios, de su gracia, de su Providencia, de esa fuerza que es don de su Espíritu (cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 1808).
Detengámonos pues un momento a reflexionar sobre la presencia de Dios que permanece cerca de quien sufre, en particular bajo tres aspectos que la caracterizan: el encuentro, el don y el compartir.
1. El encuentro. Jesús, cuando envió en misión a los setenta y dos discípulos (cf. Lc 10,1-9), los exhortó a decir a los enfermos: «El Reino de Dios está cerca de ustedes» (v. 9). Les pidió concretamente ayudarles a comprender que también la enfermedad, aun cuando sea dolorosa y difícil de entender, es una oportunidad de encuentro con el Señor. En el tiempo de la enfermedad, en efecto, si por una parte experimentamos toda nuestra fragilidad como criaturas —física, psicológica y espiritual—, por otra parte, sentimos la cercanía y la compasión de Dios, que en Jesús ha compartido nuestros sufrimientos. Él no nos abandona y muchas veces nos sorprende con el don de una determinación que nunca hubiéramos pensado tener, y que jamás hubiéramos hallado por nosotros mismos.
La enfermedad entonces se convierte en ocasión de un encuentro que nos transforma; en el hallazgo de una roca inquebrantable a la que podemos aferrarnos para afrontar las tempestades de la vida; una experiencia que, incluso en el sacrificio, nos vuelve más fuertes, porque nos hace más conscientes de que no estamos solos. Por eso se dice que el dolor lleva siempre consigo un misterio de salvación, porque hace experimentar el consuelo que viene de Dios de forma cercana y real, hasta «conocer la plenitud del Evangelio con todas sus promesas y su vida» (S. Juan Pablo II, Discurso a los jóvenes, Nueva Orleans, 12 septiembre 1987).
2. Y esto nos conduce al segundo punto de reflexión: el don. Ciertamente, nunca como en el sufrimiento nos damos cuenta de que toda esperanza viene del Señor, y que por eso es, ante todo, un don que hemos de acoger y cultivar, permaneciendo “fieles a la fidelidad de Dios”, según la hermosa expresión de Madeleine Delbrêl (cf. La speranza è una luce nella notte, Ciudad del Vaticano 2024, Prefacio).
Por lo demás, sólo en la resurrección de Cristo nuestros destinos encuentran su lugar en el horizonte infinito de la eternidad. Sólo de su Pascua nos viene la certeza de que nada, «ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los principados, ni lo presente ni lo futuro, ni los poderes espirituales, ni lo alto ni lo profundo, ni ninguna otra criatura podrá separarnos jamás del amor de Dios» (Rm 8,38-39). Y de esta “gran esperanza” deriva cualquier otro rayo de luz que nos permite superar las pruebas y los obstáculos de la vida (cf. Benedicto XVI, Carta enc. Spe salvi, 27.31). No sólo eso, sino que el Resucitado también camina con nosotros, haciéndose nuestro compañero de viaje, como con los discípulos de Emaús (cf. Lc 24,13-53). Como ellos, también nosotros podemos compartir con Él nuestro desconcierto, nuestras preocupaciones y nuestras desilusiones, podemos escuchar su Palabra que nos ilumina y hace arder nuestro corazón, y nos permite reconocerlo presente en la fracción del Pan, vislumbrando en ese estar con nosotros, aun en los límites del presente, ese “más allá” que al acercarse nos devuelve valentía y confianza.
3. Y llegamos así al tercer aspecto, el del compartir. Los lugares donde se sufre son a menudo lugares de intercambio, de enriquecimiento mutuo. ¡Cuántas veces, junto al lecho de un enfermo, se aprende a esperar! ¡Cuántas veces, estando cerca de quien sufre, se aprende a creer! ¡Cuántas veces, inclinándose ante el necesitado, se descubre el amor! Es decir, nos damos cuenta de que somos “ángeles” de esperanza, mensajeros de Dios, los unos para los otros, todos juntos: enfermos, médicos, enfermeros, familiares, amigos, sacerdotes, religiosos y religiosas; y allí donde estemos: en la familia, en los dispensarios, en las residencias de ancianos, en los hospitales y en las clínicas.
Y es importante saber descubrir la belleza y la magnitud de estos encuentros de gracia y aprender a escribirlos en el alma para no olvidarlos; conservar en el corazón la sonrisa amable de un agente sanitario, la mirada agradecida y confiada de un paciente, el rostro comprensivo y atento de un médico o de un voluntario, el semblante expectante e inquieto de un cónyuge, de un hijo, de un nieto o de un amigo entrañable. Son todas luces que atesorar pues, aun en la oscuridad de la prueba, no sólo dan fuerza, sino que enseñan el sabor verdadero de la vida, en el amor y la proximidad (cf. Lc 10,25-37).
Queridos enfermos, queridos hermanos y hermanas que asisten a los que sufren, en este Jubileo ustedes tienen más que nunca un rol especial. Su caminar juntos, en efecto, es un signo para todos, «un himno a la dignidad humana, un canto de esperanza» (Bula Spes non confundit, 11), cuya voz va mucho más allá de las habitaciones y las camas de los sanatorios donde se encuentren, estimulando y animando en la caridad “el concierto de toda la sociedad” (cf. ibíd.), en una armonía a veces difícil de realizar, pero precisamente por eso, muy dulce y fuerte, capaz de llevar luz y calor allí donde más se necesita.
Toda la Iglesia les está agradecida. También yo lo estoy y rezo por ustedes encomendándolos a María, Salud de los enfermos, por medio de las palabras con las que tantos hermanos y hermanas se han dirigido a ella en las dificultades:
Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios; no deseches las súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades, antes bien, líbranos de todo peligro, ¡oh siempre Virgen, gloriosa y bendita!
Los bendigo, junto con sus familias y demás seres queridos, y les pido, por favor, que no se olviden de rezar por mí.
Roma, San Juan de Letrán, 14 de enero de 2025.
Papa FRANCISCO
17 mayo 2025
13 mayo 2025
10 mayo 2025
Día de San Juan de Ávila, ¿Para celebrar
Feliz día para todos aquellos sacerdotes que son verdaderos pastores. Sí. Has leído bien. Para aquellos que son santos Pastores, y que a ejemplo de San Juan de Ávila, tienen una ferviente caridad, y todas sus obras miran hacia la caridad cristiana.
Felicidades en este día para aquellos sacerdotes que no juzgan, que tienen el cargo como servicio y no como poder para pisotear o dañar a otras personas.
Felicidades para aquellos sacerdotes que cuidan, miman y unen a cada uno de la grey en vez de separar y hundir por no ser de la misma idea o "cuerda".
Hoy doy gracias a Dios por tantos sacerdotes que tengo a mí lado que son modelo a ejemplo de Cristo Buen Pastor y hacen tanto bien.
08 mayo 2025
Resumen de la trayectoria de Robert Francis Prevost (Papa León XIV) antes de ser elegido Papa.
1. Origen y formación
Nació en Chicago en 1955.
Hijo de padre estadounidense y madre española (de Murcia).
Ingresó en la Orden de San Agustín y fue ordenado sacerdote en 1982.
Estudió en Roma y obtuvo un doctorado en Derecho Canónico.
2. Trabajo misionero en Perú
Fue enviado como misionero a Trujillo, Perú, en 1985.
Durante más de 10 años, trabajó en formación sacerdotal y liderazgo pastoral.
Se convirtió en una figura muy querida en la región.
Obtuvo la nacionalidad peruana por su labor y arraigo.
3. Liderazgo internacional
En 2001, fue elegido prior general de los agustinos, el máximo cargo en su orden, con sede en Roma, cargo que ocupó por 12 años.
4. Regreso a Perú y episcopado
En 2014, fue nombrado por el Papa Francisco como obispo de Chiclayo, una diócesis importante en el norte de Perú.
Fue también administrador apostólico de otra diócesis peruana.
5. Servicio en el Vaticano
En 2020, fue llamado a Roma y nombrado miembro de la Congregación para los Obispos.
En 2023, el Papa Francisco lo designó Prefecto del Dicasterio para los Obispos, uno de los cargos más influyentes en la estructura del Vaticano.
Esta combinación de experiencia pastoral, liderazgo en su orden y servicio en la curia romana lo preparó para ser elegido como el Papa número 267, adoptando el nombre de León XIV.
Discurso del Papa León XIV.
La paz sea con todos ustedes.
Queridos hermanos y hermanas, este es el primer saludo de Cristo resucitado, el Buen Pastor que ha dado la vida por el rebaño de Dios.
También yo quisiera que este saludo de paz llegue hasta sus corazones, que alcance a sus familias, a todas las personas, donde sea que se encuentren, a todos los pueblos, a toda la tierra.
La paz esté con ustedes.
Esta es la paz de Cristo resucitado, una paz desarmada, desarmante y también perseverante, que proviene de Dios, que nos ama a todos incondicionalmente. Todavía conservamos en nuestros oídos esa voz débil, pero siempre valiente, del Papa Francisco que bendecía a Roma.
El Papa que bendecía a Roma también daba al mundo entero esa mañana del día de Pascua. Permítanme dar continuidad a esa misma bendición: que Dios los quiere mucho, Dios ama a todos y el mal no prevalecerá. Estamos todos en las manos de Dios.
Por lo tanto, sin miedo, unidos, mano a mano con Dios y entre nosotros, andemos adelante. Seamos discípulos de Cristo. Cristo nos precede. El mundo necesita de su luz; la humanidad necesita de Él como el puente para ser alcanzada por el amor de Dios. Ayudémonos los unos a los otros a construir puentes con el diálogo, el encuentro, uniéndonos todos para ser un solo pueblo, siempre en paz.
Gracias al Papa Francisco.
Quisiera agradecer a todos los hermanos cardenales que me han elegido para ser el sucesor de Pedro y caminar junto a ustedes como Iglesia unida, buscando siempre la paz, la justicia, trabajando como hombres y mujeres fieles a Jesucristo, sin miedo, para proclamar el Evangelio y ser misioneros.
Soy un hijo de San Agustín, agustino, que ha dicho: "Con ustedes soy cristiano y para ustedes, obispo". En este sentido, podemos todos caminar juntos hacia esa patria que Dios nos ha preparado.
A la Iglesia de Roma, un saludo especial.
Debemos buscar juntos cómo ser una iglesia misionera, que construya puentes de diálogo, siempre abierta a recibir como esta plaza, con los brazos abiertos a todos aquellos que tienen necesidad de nuestra presencia, diálogo y amor.
Y si me permiten, también, un saludo en modo particular a mi querida diócesis de Chiclayo, en Perú, donde un pueblo fiel ha acompañado a su obispo, ha compartido su fe y ha dado tanto para ser iglesia fiel de Jesucristo.
A todos ustedes, hermanos de Roma, Italia, de todo el mundo: queremos ser una Iglesia que da, que busca y camina hacia la paz, que busca siempre la caridad, que busca estar cerca de quienes sufren.
Hoy, día de la Virgen de Pompeya, nuestra Madre quiere caminar siempre con nosotros, ayudarnos y, mediante su intercesión, darnos su amor.
Recemos por esta nueva misión, por la Iglesia, la paz en el mundo. Le pedimos esta gracia especial a María.
07 mayo 2025
05 mayo 2025
ORACIÓN por el Cónclave y la elección del próximo Papa.
Oración:
Señor Jesús, Hijo de Dios vivo
Tú eres el Señor,
el único Salvador.
Mira a tu pueblo en esta hora de orfandad
y manda a tu Espíritu Santo a renovar
la faz de la Iglesia.
Concédenos un Papa santo, con el suave
olor de Cristo que santifique al rebaño, que
lo gobierne con la verdad y la caridad, que lo
enseñe con la claridad de tu perenne
Evangelio y doctrina.
Danos un Papa que predique con pasión y
ardor tu Evangelio, que proclame que Tú eres
el único Señor y Salvador, que atraiga
suavemente a las naciones a tu Reino,
que dé testimonio valiente de la única
verdad que eres Tú.
Danos un Papa lleno de amor y misericordia
con los pobres y los pecadores, un pastor
que cure las heridas y que sea incansable
en llamar a la conversión, pues sin
arrepentimiento tampoco hay perdón.
Danos un Pastor que nos lleve a volver la
mirada a lo alto y nos haga entender que
nuestro destino no es esta tierra sino la gloria
del Cielo donde reinaremos contigo.
Ilumina a los Cardenales, que huyan de la
tentación de la mundanidad y del poder,
que busquen solo tu Gloria y el bien de la
Iglesia y que se abran la inspiración
de tu Santo Espíritu. Amén
Ayer domingo, dió por finalizado en Roma el novendial en sufragio por el difunto Papa Francisco.
04 mayo 2025
EVANGELIO. Domingo III del Tiempo de Pascua.
Evangelio según San Juan
En aquel tiempo, se apareció Jesús otra vez a los discípulos a orillas del mar de Tiberíades. Se manifestó de esta manera. Estaban juntos Simón Pedro, Tomás, llamado el Mellizo, Natanael, el de Caná de Galilea, los de Zebedeo y otros dos de sus discípulos. Simón Pedro les dice: «Voy a pescar». Le contestan ellos: «También nosotros vamos contigo». Fueron y subieron a la barca, pero aquella noche no pescaron nada.
Cuando ya amaneció, estaba Jesús en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús. Díceles Jesús: «Muchachos, ¿no tenéis pescado?». Le contestaron: «No». Él les dijo: «Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis». La echaron, pues, y ya no podían arrastrarla por la abundancia de peces. El discípulo a quien Jesús amaba dice entonces a Pedro: «Es el Señor». Al oír Simón Pedro que era el Señor se puso el vestido —pues estaba desnudo— y se lanzó al mar. Los demás discípulos vinieron en la barca, arrastrando la red con los peces; pues no distaban mucho de tierra, sino unos doscientos codos.
Nada más saltar a tierra, ven preparadas unas brasas y un pez sobre ellas y pan. Díceles Jesús: «Traed algunos de los peces que acabáis de pescar». Subió Simón Pedro y sacó la red a tierra, llena de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y, aun siendo tantos, no se rompió la red. Jesús les dice: «Venid y comed». Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: «¿Quién eres tú?», sabiendo que era el Señor. Viene entonces Jesús, toma el pan y se lo da; y de igual modo el pez. Esta fue ya la tercera vez que Jesús se manifestó a los discípulos después de resucitar de entre los muertos.
Después de haber comido, dice Jesús a Simón Pedro: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?». Le dice él: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero». Le dice Jesús: «Apacienta mis corderos». Vuelve a decirle por segunda vez: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas?». Le dice él: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero». Le dice Jesús: «Apacienta mis ovejas». Le dice por tercera vez: «Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?». Se entristeció Pedro de que le preguntase por tercera vez: «¿Me quieres?» y le dijo: «Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero». Le dice Jesús: «Apacienta mis ovejas. En verdad, en verdad te digo: cuando eras joven, tú mismo te ceñías, e ibas adonde querías; pero cuando llegues a viejo, extenderás tus manos y otro te ceñirá y te llevará adonde tú no quieras». Con esto indicaba la clase de muerte con que iba a glorificar a Dios. Dicho esto, añadió: «Sígueme».






































